Fui periodista freelance por unos cuantos años en la Ciudad de México. Me las arreglaba haciendo trabajos extraños y escribiendo cosas por una paga humilde y cero seguridad social. Gracias a esto llegué a conocer íntimamente las fondas de mi vecindario. Las pequeñas cafeterías que son el negocio familiar y que están por todas partes en cualquier colonia de este mar de cemento y asfalto ofrecen el ambiente más acogedor para quien quiera comer bien, mucho y por poco dinero.
Las fondas ofrecen comida casera de la Ciudad de México, desde el desayuno hasta la comida (que en esta ciudad se acostumbra empezar ritualmente a las 2 p.m.). Todos los días entre semana a esta hora, cada fonda comienza a ofrecer su comida corrida, una comida de tres tiempos con un precio fijo que también se conoce como “menú del día”. Es algo muy clásico de la Ciudad de México, tanto que hasta para los mexicanos de fuera (como yo), conocer la comida corrida es una gran revelación.
El menú del día es la comida ideal para las personas que creen que el almuerzo puede ser barato sin dejar de ser digno. Por cerca de 50 pesos, la cocina te trae sopa para empezar (en general un consomé de pollo o al menos otra opción, como sopa de lentejas o crema de brócoli o de coliflor), seguida de un plato intermedio que puede ser arroz, pasta o ensalada. El plato fuerte es usualmente carne o guisado de filete con una variedad casi infinita de salsas con métodos secretos de preparación.
La casa también sirve al cliente un vaso de agua fresca del día, a menudo hecha de melón, guayaba, sandía o limón. A veces viene incluido el postre o el café.
Cuando ganaba, digamos, menos de cincuenta centavos por palabra por una noticia al día, este combo económico azteca era una costumbre local que aprendí a adoptar muy rápido.
Dependía enormemente de las fondas que se encontraban en pequeños puestos dentro del mercado San Juan Arcos de Belén, en la estación del metro Salto del Agua.
En ese tiempo, entre mis vecinos escritores o artistas con tan poco dinero como yo, en lo más profundo del hundimiento económico de la década pasada, llamábamos a este mercado San Juan de los Pobres. Bueno, porque éramos bastante pobres y no podíamos darnos el lujo de comer las lujosas baguettes de queso con carne que cuestan 80 pesos y que a los visitantes que no son del barrio les gusta comer en el mercado del otro vecindario, que llamábamos San Juan de los Ricos, también conocido como San Juan Ernesto Pugibet, mercado gourmet de carne ahumada, productos asiáticos y aves exóticas que está a unas cuadras de San Juan Arcos de Belén, pero a miles de kilómetros en términos de las dos clientelas. Un mercado de San Juan es para la gente de la clase trabajadora, digamos, mientras el otro San Juan es para la clase de gente que va al centro específicamente a comprar hongos shitake y huevos de codorniz.
Bien, hablábamos del menú del día en Arcos de Belén en ese tiempo (muy largo). El consomé sirve para suavizar las asperezas de una cruda o un frío templado en la ciudad. El arroz con plátanos fritos encima, para recordar el alma de las playas tropicales sanadoras de México. Y luego, una gran variedad de platillos sustanciosos para finalizar de donde escoger como: una torta de huauzontle rellena con queso en una rica salsa roja, tal vez, o un plato de enchiladas verdes o simplemente una milanesa con papas fritas.
La clave para identificar una buena fonda está en lo que no se puede tocar: el cuidado, el afecto y la minuciosidad son evidentes en la preparación de los platillos, el arroz esta perfecto, el lugar se siente como si visitaras la cocina de alguien en el momento en el que te sientas. Una de las costumbres más duraderas dentro de una fonda es decir “Buen provecho”, el bon apetit mexicano, frase que espero nunca pierda su uso diario.
Hay muchísimas fondas que me encantan en la Ciudad de México. He comida en una fonda decenas de veces y aún no sé cómo se llama, pero sí puedo decir si su crema de brócoli es más rica que su consomé o si la pechuga de pollo es más recomendable que sus aguacates rellenos de atún. Pero para este proyecto sólo escogimos tres fondas. Fuimos a La Beatricita (Londres 190, Zona Rosa), Fonda La Reforma (Héroes esquina con Degollado, Colonia Guerrero) y Fonda Margarita (Adolfo Prieto esquina con Tlacoquemecatl, Colonia Del Valle).
Hay otro par de fondas que quería compartir con la audiencia de MUNCHIES y Mesámerica pero, por el momento, las mantendré en secreto.
Hoy, aunque ya me gradué y trabajo de tiempo completo, todavía encuentro refugio una que otra vez por semana en una fonda escondida en algún lugar; ya sea en un mercado, arriba de una estación de metro cerca cuando el hambre ataca o en un lugar que tal vez esté lejos pero el viaje definitivamente vale la pena.
Espero que lo disfruten y… ¡provecho!
Si quieres ver el video en español, da click aquí.