La langosta solía ser comida de ricos.
Pero algo inusual está pasando en uno de los principales mercados para ese producto en el mundo.
Estados Unidos vive una verdadera bonanza de la langosta.
Mientras los pescadores y consumidores se quejan de la caída en la producción de muchas especies marinas, la de este refinado crustáceo se expande de manera dramática.
Los precios caen y el consumo se masifica, hasta el punto que algunas cadenas estadounidenses de comida rápida, comenzando por McDonald’s, han empezado a ofrecer emparedados de langosta, una suerte antes reservada para platos de menor “alcurnia” como el pollo o la carne de res.
Pero en medio de esta lotería gastronómica que ha puesto la langosta en boca de más estadounidenses que nunca, hay dudas más profundas sobre lo que causó la bonanza.
Pues muchos ven en esta explosión de langosta una prueba más de los preocupantes cambios que está provocando el cambio climático en nuestros mares.
El estado de Maine, en el costado nororiental del país, es uno de los menos poblados de Estados Unidos.
Y buena parte de su economía está basada en la pesca artesanal.
De ahí proviene el 85% de la langosta consumida en el país.
Tal como lo hacían sus bisabuelos, los pescadores de Maine salen de pintorescos puertos al mar abierto, donde dejan pequeñas trampas para agarrar a las langostas silvestres.
No hay cultivos comerciales, “granjas marinas” como los que hoy dominan la producción del camarón, del salmón o de muchas otras especies marinas.
Tampoco faenan la pesca de los mares de la región buques industriales con redes de arrastre como los que han decimado los cardúmenes de bacalao.
El trabajo lo hacen pescadores independientes y sus pequeñas trampas.
“La langosta de Maine es uno de los recursos marinos más sustentables que existen”, le asegura a BBC Mundo Robert Steneck, investigador de la Universidad de Maine.
Y con sus métodos ancestrales producen “la langosta más barata del mundo”, dice el experto.
Pero en los últimos años algo cambió en los fríos mares de Maine.
El año pasado rindieron 124 millones de libras de carne de langosta, una cifra seis veces mayor a la que se registraba en 1986.
“Desde 1985 se han roto récords de pesca casi todos los años”, indica Steneck.
“Estamos en medio de una asombrosa bonanza de langosta”, afirma por su parte Andrew Pershing, investigador jefe del Instituto para la Investigación del Golfo de Maine, en declaraciones a BBC Mundo.
Los precios han respondido a la abundancia de ese producto, que en esa zona del noreste estadounidense se consigue a precios que han fluctuado entre US$3 y US$4 la libra (unos 450 gramos) en el último par de años.
Parte de la explicación de la bonanza está en el manejo responsable que los pescadores de Maine hacen del recurso marino, anota por su parte Steneck.
Pero esa no es toda la historia.
También ha venido subiendo la temperatura en los mares de la zona, lo que ha llevado a condiciones “ideales” para la propagación de la especie en la zona, anota el experto.
Y en otro efecto ambientalmente preocupante, ambos científicos creen que otro de los factores detrás de la bonanza de la langosta, es que en esa región del Atlántico norte la depredación ambiental ha destruido a prácticamente todas las especies enemigas de la langosta, empezando por el bacalao, “virtualmente aniquilado en la región”, según Steneck.
La pregunta es si con estos cambios profundos al ecosistema, que han traido langosta en abundancia en las últimas dos décadas, seguirá siendo tan generoso el mar de la región.
“Hay algunas señales preocupantes”, reconoce Steneck de la Universidad de Maine.
“Las condiciones ideales de procreación de la langosta están mudándose todavía más al norte”, indica.
Al fin y al cabo, el calentamiento global y la elevación de la temperatura de los mares es un fenómeno que apenas está empezando.
Pershing también ve indicios de alerta. Advierte que colegas han visto en los últimos años ha venido cayendo el número de crías de langosta observadas en la región, lo que podría llevar a un declive en la producción de la región en un periodo de 5 a 10 años.
“Pero nada catastrófico” por el momento, aclara.
“El futuro a largo plazo de este recurso pesquero es en este momento un tema de investigación”, concluye Pershing.
Mientras tanto, los fanáticos de la langosta tienen razones para estar contentos.
“En Maine se está produciendo la langosta más barata del mundo”, dice Steneck.
Y calcula que aumentarán las exportaciones del crustáceo de este lugar a otros lugares como China, pero no lo suficiente para acabar, por el momento, con la inusual bonanza que llevó este producto desde los platos de los restaurantes más elegantes hasta McDonald’s.
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