Este reportaje sobre los súperalimentos lo leyeron nuestros suscriptores antes que nadie. Únete a la Familia Animal y recibe este y otros contenidos en avanzada.
Antes del año 2000 nadie tenía en el radar la existencia de los súperalimentos. Se sabía que ciertos vegetales aportan más beneficios que otros y que lo natural siempre supera en nutritivo a lo artificial; sin embargo, llamar así a algunos ingredientes surgió de un plan de mercadotecnia para darles más valor económico.
¿Eso quiere decir que la chía y la espirulina son ingredientes cualquiera? Sí y no. Sí porque no hacen un cambio por sí solos a la salud ni son mejores que otros aunque es cierto que su densidad de nutrientes es muy alta.
Según una investigación de la Universidad de Harvard, la primera vez que alguien utilizó la palabra súperalimento fue a mediados del siglo XX y no se refería a frutos exóticos del Amazonas ni raíces asiáticas dificilísimas de conseguir sino algo mucho más común en la dieta: los plátanos. La Compañía de Frutas de Estado Unidos los denominó como tal por ser baratos, accesibles, fáciles de digerir y buenos para comer crudos o cocidos.
Al paso del tiempo, a finales del siglo XX y principios de los años 2000, esta denominación fue rescatada por la industria de mercadotecnia para poner en tendencia ciertos ingredientes naturales para que los consumidores prefirieran lo natural sobre lo procesado. Respaldados en estudios científicos y campañas de comunicación, alimentos como las moras azules y los arándanos comenzaron a aparecer en todas las alacenas del mundo, estos dos ejemplos por prometer la fuente de la eterna juventud en sus antioxidantes.
Si bien es cierto que ambas frutas aportan más nutrientes para este fin que otras, la industria alimentaria encontró en eso el pretexto perfecto para hasta triplicar sus precios de venta y hacer creer a los consumidores que los súperalimentos eran -y son- la única vía a una vida saludable.
No existe una definición clara pues no hay parámetros establecidos que distingan o den prioridad a un nutriente o a otro. Al tiempo que el vino tinto puede ser muy saludable para aquellos que buscan fenoles y antioxidantes, es veneno para quienes padecen enfermedades del hígado o los riñones.
A los ojos del mercado, son algo muy similar a los productos milagro: los consumidores tienen la falsa creencia de que agregarlos a su dieta arreglará sus deficiencias de salud de forma inmediata.
La tendencia marca que son ingredientes de origen vegetal con cuyo contenido de nutrientes (vitaminas, minerales, aminoácidos, fibras o antioxidantes) es alto; esta característica legitima a los comerciantes, bajo el uso de esta palabra, a cobrar más por ellos sin dar ningún valor agregado más que los que siempre ha tenido, explica Alonso Córdova Ponce, académico de la Facultad de Nutrición de la Universidad Autónoma de Aguascalientes.
Por otro lado, consumir ciertos ingredientes se ha convertido en una moda que crea estatus. Se prefiere la matcha por encima del café aunque el precio y las propiedades son similares; lo mismo sucede cuando entre las opciones para el desayuno está el açai sobre frutos más comunes como el mango o las fresas. Aunque no hay grandes diferencias nutritivas entre estos, en algunos estratos de la población se piensa que solo por ser llamados súperalimentos son mejores que aquellos a los que tienen acceso todos.
Cuando se habla de productos naturales no hay unos mejores que otros, depende completamente del paciente y de sus necesidades de salud, asevera Córdova.
A primera vista, ofrecer estos productos a un precio más alto suena como un progreso para la industria agrícola y los campesinos, sin embargo, nada de ese excedente se destina para los productores y más bien enriquece a los comerciantes y a los intermediarios.
Tomemos como ejemplo la chía. Este era un ingrediente cuyos usos, si bien eran pocos en la cocina, se utilizaba de forma indiscriminada pues el precio por kilo no llegaba a los 30 pesos en los años ochenta.
En 2008, el compendio estadounidense Cosechas y productos industriales publicó en su edición anual un estudio que mostraba al mundo que esta semilla es muy alta en fibra dietética, omega-3 y antioxidantes, nutrientes que rara vez se ven juntos en un solo producto. Gracias a esto, la venta en empaques llenos de leyendas que la denominaba súperalimento creció de tal suerte que al día de hoy se vende por lo menos en el triple en súpermercados.
Aún así, un productor de chía solo percibe una tercera parte de este precio cuando la vende a granel en centrales de abasto y el resto se queda para los intermediarios.
Existen lugares donde el abuso sobre la denominación de súperalimento creó tales espirales inflacionarias en el mercado que el gobierno tuvo que intervenir. La Unión Europea, por ejemplo, no permite la venta de ningún ingrediente bajo ese nombre a reserva de que exista evidencia científica y rigurosa de que tiene mayores beneficios a la salud que cualquier otro.
Un alimento por sí solo no puede asegurar la salud sino que debe ser un conjunto y equilibrio de todos los macro y micronutrientes y esto se logra combinando distintos ingredientes, afirma la nutrióloga del Hospital Infantil Privado Jimena Contreras. Desde su perspectiva, crear un plan nutricional basado solamente en súperalimentos no es viable por dos motivos principales: es caro y consumirlos no asegura una vida saludable.
Una buena dieta no se basa en alimentos concretos, sino en la combinación adecuada de productos con distintos nutrientes. La nutrición tiene que ver con el equilibrio en el consumo de todo tipo de productos: diversificar el plato y comer carbohidratos, proteínas y grasas en su justa proporción: 60%, 30% y 10% respectivamente.
Aunado a esto hay que velar por que estos macronutrientes también contengan vitaminas, minerales, antioxidantes y aminoácidos esenciales.
Para asegurar que este objetivo se cumple, Contreras recomienda seguir el modelo del plato del bien comer que presenta todos los grupos de alimentos en una sola preparación y que excluye productos ultraprocesados donde los nutrientes son adicionados y no se absorben correctamente.
Asimismo, se debe velar también por buscar ingredientes de temporada: entre más fresco sean, mayor concentración de nutrientes tendrán y serán más económicos.
No hay productos de primera y de segunda; es importante conocer las necesidades específicas de cada persona para determinar su dieta y hacer que todos los alimentos en conjunto hagan de cualquier platillo un súperalimento.