No hay buen mole sin buena cazuela. Y Puebla, así como hace moles celestiales, también trabaja perfectamente el barro para el utensilio donde se realizan las cocciones divinas y quien mejor para hablar de ellas y contarnos su historia que Arturo, presidente de la Unión de Alfareros de La Luz en la ciudad de Puebla.
La unión integra a 15 familias por la cuarta generación de alfareros, es decir los bisnietos de quienes comenzaron a trabajar el barro, y un horno de más de 200 años de uso donde se han cocinado miles de cazuelas de todos los tipos: para mole, para frijoles, para atole, chocolate y café pero todas ellas hechas con barro, trabajadas artesanalmente con técnicas centenarias y que han albergado sin duda los mejores guisos de la región.
El horno el que se cocen las “campanas” (cazuelas de barro donde hacen mole para 300 personas) tiene 200 años de antiguedad. // Foto: Animal Gourmet.
Arturo y su familia luchan por mantener viva la tradición y por adaptarse como puedan a los tiempos modernos. No sólo les afecta la mayor presencia y uso del peltre o el aluminio, por ejemplo, sino que además han tenido que cambiar sus ancestrales técnicas de alfarería y modificar sus tradicionales hornos a otros nuevos; para que sus cazuelas estén hechas libres de plomo, deben cocer las piezas de barro en un horno de gas.
Los tamaños de esas cazuelas poblanas son impresionantes, basta con mirar las de “campana” y “media campana”, como le llaman a aquellas ollas en las que se pueden preparar moles hasta para 300 personas. Sin embargo la más grande, y por mucho, es la que hicieron para romper el Récord Guiness de la cazuela de barro más grande de la historia, 1.40 metros de diámetro por 1.40 de alto y que daba de comer a miles de personas en una sola guisada.
La Unión de Alfareros de La Luz creó esta gran cazuela de barro de 1.40 metros de alto por 1.40 de diámetro y entró al Record Guiness. // Foto: Especial.
Los alfareros poblanos de La Luz venden muchos ahumadores y candelabros para las fiestas de muertos, donde tradicionalmente se pone incienso, copal y velas y veladoras. En un horno caben 144 piezas para todos santos, nos platican, y vendemos casi 15 mil piezas al año.
Cada pieza es única y alberga una gran historia de vida dedicada a la alfarería con un barro precioso que hace que sepan mejor las cosas. Vale la pena conocerlos, acercarse a estos artesanos de La Luz y seguir comprando cazuelas, ahumadores, jarras o platos de barro poblanos, un paseo obligatorio en la “Ciudad de los Ángeles”.
