Elegida por muchos debido a su simpleza, la mitología popular cuenta que la pizza Margarita le debe su nombre a la reina italiana Margarita de Saboya. Sin embargo, según explica Zachary Nowak, asistente de dirección de Estudios sobre Alimentación del Instituto Umbra, en Perugia, Italia, esta historia no tiene ninguna base real.
A pesar de haberse unido al norte en 1861 gracias al general Giuseppe Garibaldi, todavía en 1889 el sur de Italia seguía resentida por haber perdido su independencia.
Ese año el rey y la reina del país europeo decidieron hacer una visita a Nápoles, antigua capital del reino del sur, a fin de congraciarse con sus súbditos.
Cuenta la leyenda que durante su estadía en el Palacio Capodimonte la reina se hartó de la comida francesa gourmet, que era la consumida por la realeza europea de la época.
La soberana llamó entonces al cocinero más famoso y maestro en el arte de las pizzas de Nápoles, Raffaele Esposito, y le pidió que horneara tres pizzas en la cocina del palacio.
La de ajo –marinara– no le gustó, la de anchoas –Napoli– tampoco.
Pero la de salsa de tomate con mozarella y unas hojas de albahaca le pareció deliciosa.
Esposito no dudó en bautizar a su nueva receta en honor a la reina, cuyo nombre era Margherita (en español, Margarita) y le pidió a cambio que le pusiera el sello real a su pizzería.
Unos días más tarde el chambelán de la reina le envió una nota de agradecimiento que todavía se puede ver hoy día en la Pizzería Brandi, cuyos dueños son descendientes de Esposito.
Al menos, esa es la historia.
Pero para muchos la coincidencia cromática es demasiado: por pura casualidad a la reina le gustó la pizza cuyos colores -rojo, blanco y verde- son los mismos que los de la bandera italiana.
La elección de la pizza muestra que la monarquía italiana acepta al sur y a sus tradiciones, y los colores muestran que el sur acepta finalmente la unificación. En definitiva, tiene todos los elementos de una fábula.
Aunque hay una famosa carta de agradecimiento -con sello real- que confirma la historia.
Tras una investigación en los archivos de Nápoles se puede contrastar esta información.
Al parecer, un tal Raffaele Esposito recibió un permiso para poner el sello real a su establecimiento. Ocurrió en 1871 y el local no era una pizzería sino una licorería.
En 1883, el nombre de Esposito aparece otra vez: se casó con la hija de un famoso pizzero, Maria Giovanna Brandi y abrió su propia pizzería llamada “Pizzería de la reina de Italia”.
Todo esto tuvo lugar seis años antes de la visita real.
Además, si bien es cierto que el firmante de la nota, Camillo Galli, trabajó como chambelán de la reina en Nápoles, los archivos del palacio no tienen registrada una carta de Galli o una misiva a Esposito.
Pero la carta tiene un sello real… o lo que parece un sello real. Una comparación meticulosa deja ver que es muy similar pero no idéntico a los sellos reales de la época.
A diferencia de toda la correspondencia de esa fecha, el sello aparece en el centro, al final de la página, y no en la esquina izquierda.
Otro detalle: en 1891 Camillo Galli escribió una carta del palacio real cerca de Milán para solicitar, entre otras cosas, varias botellas de vino. Si se comparan las dos cartas (ésta con la de agradecimiento), queda claro que el autor no es la misma persona.
¿Quiénes escribieron las cartas? ¿Y cuándo fue que la famosa esquela pasó a formar parte de la decoración de la pizzería?
Nuevamente, la respuesta está delante de nuestros ojos.
La pizzería de Esposito, la “Pizzería de la reina de Italia”, fue comprada eventualmente por los hijos de sus cuñados, los hermanos Brandi.
Ellos rebautizaron al restaurante “Pizzería Brandi”, y trataron de devolverle su antigua gloria.
Los Brandi decidieron modificar la leyenda y vincularla a su tío. La historia era creíble ya que hasta hace no mucho tiempo el nombre del local era “Pizzería de la reina de Italia”.
Una noche, llega un amigo con un sello de madera tallado con la corona real.
Uno de los hermanos saca una hoja de papiro comprada en un kiosco y escribe el texto.
La prueba de que la carta fue compuesta en los años 30 y no un siglo atrás está en la primera línea: “Querido Raffaele Esposito Brandi”.
Raffaele Esposito, como todos los hombres italianos, no usaba el apellido de su esposa. Por eso Brandi no tiene nada que hacer allí.
Las transcripciones de esta famosa carta, que tomaron en cuenta este detalle, no incluyen el apellido Brandi o lo ponen entre paréntesis, pero en el original se ve con claridad.
Cuando compraron la pizzería en 1932, a los hermanos Brandi se les ocurrió la idea de la carta, pero ellos no tienen ningún vínculo con el pizzero a menos que compartiesen el apellido.
En cuanto a la veracidad de la misiva, no existe una opinión unánime.
Los dueños actuales, que no están vinculados a los Brandi, dicen que la carta fue, quizás, escrita por el asistente de Galli.
De lo que si no cabe ninguna duda es de que la pizza Margarita es deliciosa, más allá del vínculo que tenga o no con la reina.
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