La cuaresma es uno de los momentos del año en el que el pescado tiene mayor demanda y lo comemos más, pero ¿te has preguntado por qué sucede este fenómeno?
De acuerdo con la tradición cristiana, desde el Miércoles de Ceniza hasta la Semana Santa -fechas que cambian cada año de acuerdo con los ciclos lunares- los creyentes deben asumir estos cuarenta días como una época de reflexión, ayuno y sacrificio.
Regresemos al momento y lugar precisos donde se estableció esta tradición: de acuerdo con varios historiadores y teólogos, desde el año 385 se practica en Roma, una ciudad a menos de 50 kilómetros del mar donde conseguir pescado no suponía mayor problema.
Lo que sí era un reto era comprar carne de res o animales comestibles de sangre caliente pues eran productos muy caros.
En un principio, la comida de Cuaresma se guardaba de manera muy rigurosa. No se consumían carnes y lácteos; únicamente se podía realizar una comida al día y ésta se hacía al ponerse el sol.
Los 40 días de ayuno en los que se eliminaba el consumo de ciertos alimentos se traducía en una limpieza del organismo evitando productos grasos o el exceso de harinas y azúcares, cuyo consumo en exceso dañan nuestra salud. Así pues, era una especie de medicina preventiva, por lo que sí es importante en nuestros días reflexionar sobre la importancia de este tipo de prácticas.
Ya para el siglo XIII se redujeron las restricciones hasta llegar a nuestros días, en donde prácticamente nadie practica el ayuno ni la abstinencia.
El pescado se volvió un protagonista de la temporada de Cuaresma aunque en algunos casos consumirlo es más caro que la carne de res. Para seguir con la tradición de sencillez se puede apostar por el atún en lata, la mojarra frita, el pescado empapelado o en zarandeado nayarita.
En nuestro mundo contemporáneo en realidad no se guardan estos días de ayuno y abstinencia; muy pocas personas son las que siguen esta disciplina y la gran mayoría lo hace como un trámite que hay que cumplir reduciéndolo a evitar el consumo de carnes rojas.
En las comunidades indígenas de México, la Cuaresma coincide con el final de la temporada de sequía; según la cosmovisión de algunos pueblos originarios, hay que hacer penitencia, ayuno, abstinencia y rezos para que llegue el tiempo de la alegría y pueda hacerse una buena siembra.
De la misma manera, el litoral mexicano es tan diverso que existe la posibilidad de conseguir pescados de todos los precios. También las especies de agua dulce son inherentes a nuestra cultura, como los charales, las tilapias y las truchas.
La investigadora Sonia C. Iglesias y Cabrera, quien ha estudiado el mundo de las fiestas y del Carnaval en diversos pueblos indígenas de México, nos habla sobre el sentido de penitencia que tiene la Cuaresma y es donde vemos el maravilloso sincretismo de nuestros pueblos indígenas; hacer penitencia y oración para pedir por una buena siembra, así como les pedían a las antiguas deidades prehispánicas.
Entre los zapotecas de Tehuantepec, a la Cuaresma se le relaciona con un antiguo concepto prehispánico, Nabaana, que significa “llanto profundo o reflexión”.
Dentro del pensamiento indígena, la sequía es tristeza y las lluvias son alegría, la vida está íntimamente ligada a la agricultura; de ahí que el vocablo gusiguiés entre los zapotecas del Istmo significa “alegría de los tiempos de lluvia.; cuando los campos florecen y dan fruto y la naturaleza está alegre”, nos dice Iglesias.