La historia de Diana Beltrán y cómo se convirtió en la primera chef mexicana del Vaticano la leyeron nuestros suscriptores antes que nadie. Únete a la #FamiliaAnimal y recibe los mejores contenidos de Animal Gourmet en avanzada.
Cuando Diana Beltrán salió de su natal Acapulco y llegó a Roma, jamás se imaginó que su vida sería cocinar ni que lo haría tan bien que se convertiría en una de las chefs favoritas del Vaticano.
Diecinueve años, una maleta y la suerte echada, cuando decidió irse de niñera para ahorrar y regresar a México a estudiar. Pasaron treinta y cinco años y ese pescado a la talla de su tierra, es lo que la empodera desde Roma para que el mundo mire su cocina.
No tuvo estudios de gastronomía; su talento fue descubierto por la Embajada de México en Italia después de que se volviera conocida entre sus amigos por organizar fiestas con comida muy auténtica de Acapulco y Guerrero. Con el sí por delante y nada de experiencia en cocinas profesionales, aceptó servir un evento para 100 personas que para su sorpresa, ¡salió perfecto!
Tuve la oportunidad de casarme. Me dedicaba solo a cocinarle a mis amigos y a organizar parrandas pues tenía la vida casi resuelta. Aunque no lo sabía, ahí nació mi vocación.
Para Beltrán, no hay nada que no se pueda hacer. Aprendió a trabajar en equipo y a tejer redes de apoyo en su círculo social, aún tan lejano de su zona de confort. Después de su divorcio, tomó varias decisiones como entrarle a las grandes ligas en la industria gastronómica.
No tenía instalaciones, ni cocineros a su cargo, ni infraestructura para hacerlo cuando llegó una segunda invitación para servir un evento de turismo en la región italiana de Calabria que consistía en preparar una variedad de antojitos mexicanos para tres mil personas. La respuesta inmediata: sí.
Sin tener los ingredientes básicos para mostrar cómo es realmente la cocina mexicana, sin que tuviera idea de lo que estaba haciendo; se animó a hacerlo para sentirse plena con su trabajo y su vida. El resultado dejó a los comensales tan satisfechos y felices que a partir de ahí su carrera profesional tomó fondo y forma.
Dos años después de dedicarse a la promoción de la cocina mexicana a través de la embajada en Italia, Beltrán bailó al son de La cucaracha y abrió un restaurante del mismo nombre en Roma.
Arrancar fue sumamente difícil. Uno quiere hacer cosas tradicionales y auténticas pero fuera de México lo que suena es el chili con carne y las margaritas. Entonces decidí hacer las dos cosas: lo tex mex para ahorrar y lo tradicional para dar a conocer y que la gente se enamore verdaderamente de la cocina de mi país.
Entonces, la propuesta gastronómica de Diana derivó en una ambición más: encontrar ingredientes lo más parecidos -o iguales- a los que se encuentran en México pero cultivados en la península itálica. Así, encontró diferentes variedades de maíz con los que hace su propio nixtamal y también algunas especies de tomate verde que, aunque no son idénticas al tomatillo, cumplen bien la función en una salsa martajada.
La motivación principal -además de promover y difundir la cultura gastronómica guerrerense alrededor del mundo- tiene nombre, apellido y edad. Se trata de su hijo Gian Lucca quien, a sus 28 años, hoy también colabora en el negocio y echa mano con otros proyectos.
Lo que más extraño de México es su gente, la calidez. Entonces, mi intención es transmitirle a mi hijo, a mi equipo de trabajo y a mis comensales que la amabilidad mexicana también es parte de la experiencia gastronómica.
A pesar de que hoy es un referente de la cocina mexicana en el extranjero, el camino de Beltrán no ha sido sencillo, principalmente por ser extraña en una tierra que no es la suya. Ha picado piedra y tocado puertas que se abren de par en par por su persistencia y talento.
En 2008 se necesitaba alguien que sirviera la cena de Navidad del Vaticano. Aunque ya había banquetero elegido, la historia se alineó para que la mexicana fuera la elegida para cocinar la comida.
Aún con Benedicto XVI en el papado, Beltrán se armó con lo que tenía entonces: su equipo de cocineros de La Cucaracha, mobiliario, vajilla y plaqué suficientes y sirvió el evento. Hasta este año, van doce veces seguidas en las que cocina la cena navideña del Vaticano en el marco de las fiestas de la Virgen de Guadalupe.
Esa decisión ha sido la clave de muchas cosas maravillosas que he hecho.
Diana tiene muy claro su objetivo: dar a conocer la cocina mexicana en todo su esplendor y junto a ella mostrar también a sus grandes exponentes. Gracias a eso, otros mexicanos han sido invitados a servir junto a ella en ese evento anual tales como Juan Ramón Cárdenas de Saltillo, la repostera cachanilla Bianca CastroCerio, el oaxaqueño Alejandro Ruiz o el tamaulipeco Ángel García.
Hemos servido toda clase de antojitos y platillos mexicanos en la cena navideña del Vaticano. Incluso, (mi equipo y yo) somos responsables de llevar comida a la casa del Papa Francisco para que le rinda otros días más.
Recuerdo varios con cariño, como mi pescado a la talla, que habla de mis raíces y mi lugar de origen. ¡Tuve la oportunidad de enseñarle Guerrero al Papa! Otro muy especial es un postre pensado por Bianca CastroCerio hecho con aceitunas romanas endulzadas con piloncillo y ahumadas en frío. Una cosa espectacular.
El Vaticano fue el punto de partida para que el mundo descubriera el talento de Diana en la promoción de la cocina mexicana. A partir de 2013 ha sido embajadora culinaria en países como Polonia, España y Francia, dedicada a hacer muestras de cocina tradicional con los ingredientes que encuentra a la mano.
La influencia mexicana de Beltrán en Italia es innegable: a partir de que las cenas papales se convirtieron en su pan de cada día, ha tenido oportunidad de escribir libros de gastronomía en italiano, dar conferencias e incluso aparecer en shows de televisión.
Al mismo tiempo que trabaja por su objetivo principal, también colabora con causas sociales con la cocina como medio transformador.
También enfoca sus esfuerzos en la investigación académica y la difusión de la gastronomía en foros culturales como los Guerreros del Maíz y Madrid Fusión.
El camino ha sido largo y cansado, pero he aprendido mucho y me quedo satisfecha con mis logros. Al final, todo se trata de crear comunidad aunque estemos lejos del lugar a donde pertenecemos.