Por si el relleno dulce de los chiles en nogada no es suficiente, terminar con un postre como el mollete poblano es lo que corresponde en la tradición de la comida de temporada durante este mes patrio.
No es una concha aunque en apariencia sea muy similar. Tampoco es una reinterpretación de las tortitas de Santa Clara con todo y que tiene ingredientes parecidos. Es un dulce típico con personalidad propia que nos enloquece por su aroma a coco y sus notas envinadas.
Cuenta la leyenda que los molletes poblanos tuvieron su origen en el convento de las monjas franciscanas de Santa Clara de Asís y el motivo era tener una preparación para vender el día del padre.
Aunque no existen testimonios de que alguien haya visto el recetario, han pasado a la historia como un postre que sólo se encuentran los afortunados que saben dónde buscarlo durante los meses de junio, julio, agosto y septiembre.
El pan es algo entre una hojaldra y una brioche que puede hornearse ya rellena o cortarse una vez lista.
La crema, por su lado, es una pastelera envinada que se enriquece con coco rallado. Para cubrir de gloria todo aquello, un poco de glaseado hecho con azúcar, pepita de calabaza y clara de huevo, el mismo que se utiliza para las famosas tortitas de Santa Clara.
Históricamente no hay ninguna relación entre el mollete poblano y los chiles en nogada; sin embargo, comparten temporada y ese es motivo suficiente para disfrutar de ambos en una sola comida.
Son pocos los lugares donde se encuentran todavía los molletes poblanos pero sabiendo dónde buscar, aparecen majestuosos cada temporada.
Durante los siglos XVI y XVII, los conventos poblanos eran sitios de fabricación de los mejores dulces elaborados por las monjas en originales formas y presentaciones.
En 1892, una de las dulcerías más icónicas de la capital poblana abrió sus puertas con la intención de preservar la tradición repostera heredada del barroco. La Gran Fama ha guardado con celo las mejores recetas y es una parada obligatoria para cualquier goloso que visite la ciudad de los ángeles.
Yemitas, gaznates, molletes, polvorones, camotes, alegrías, tortitas de Santa Clara (deliciosas y no tan dulces como otras versiones) macarrones, novias, marinas y arrayanes; aquí hay que probar un poco de todo y dejarse consentir por el paladar dulce de las reposteras que orgullosamente han conservado su dulcería y confitería.
Para cerrar con broche de oro una comida preparada tan cuidadosamente como los chiles en nogada, un mollete es la mejor opción. En Puebla también se puede encontrar esta delicia de los hornos de La Gran Fama en El Mural de los Poblanos.