En la parte más alta de la Rioja, esa que ya se encuentra en el País Vasco y cuyo clima hace un vino completamente distinto a los de su denominación, existe una ciudad para ir a descansar y vivir unas vacaciones 100% enfocadas en la vinicultura.
No es cualquier sitio de alojamiento, es una villa integrada al ecosistema y la arquitectura del edificio principal está pensada para hacer un homenaje a este fermento que le da vida al Mediterráneo.
El municipio se llama Elciego, pero quizás este nombre no diga tanto como la región entera. La Rioja Alavesa tiene un encanto distinto al resto de las zonas de producción vinícola en España: las carreteras descubren pueblos amurallados, viñedos, vegetación y un clima especial que da carácter a todos los caldos producidos ahí.
Es un epicentro para el desarrollo de enoturismo: se han diseñado rutas, hoteles, espacios para eventos y actividades alrededor de toda la cultura del vino con la intención de que, quien ponga un pie en la región -niños incluidos- se maraville con todo el mundo que rodea a este fermento.
A lo lejos, en el camino entre Logroño y Vitoria, se vislumbran diversas construcciones con siglos de existencia, sin embargo, aparece una que nada tiene que ver con los muros de cemento ni con los acabados de madera de roble: es la obra de arte del arquitecto Frank Gehry que, en titanio, rinde homenaje a la cultura vitivinícola en un edificio fuera de lo común.
El techo del hotel simula al vino sirviéndose sobre los campos de vides pero surge de la tierra como ellas. Todo en el interior tiene que ver con esta bebida: el bar sirve especialidades y cocteles a base de ella; el SPA aprovecha los sedimentos de la uva para aromatizar jabones, exfoliantes y cremas.
A Gehry se le conocía por ser la mente detrás del Museo Guggenheim de Bilbao y el Auditorio Disney en Los Ángeles. Pero esta joya gastronómica -cuyo fin último es dar hospedaje a curiosos del mundo del vino- es uno de sus secretos mejor guardados.
En los alrededores del hotel hay toda una villa donde se produce una de las etiquetas más antiguas de la región. A pie del alojamiento están los viñedos, las bodegas y toda la infraestructura necesaria para conocer a fondo el proceso que comienza en el campo y termina en una de las mejores botellas del mundo.
Por la mañana se puede desayunar en el restaurante del hotel y darse un baño en la alberca o entrar al SPA del vino. Posterior a eso, es posible dar un paseo matutino en bicicleta por los viñedos para reconocer los campos y sus frutos.
En el camino también se puede llegar a otras villas o incluso a Laguardia, un pueblo amurallado cuyas bodegas son de lo más originales; hay incluso algunas subterráneas que datan de los inicios de la Rioja y su actividad.
De vuelta vale la pena conocer la cava de la ciudad del vino. Etiquetas del siglo XIX se resguardan con cautela y se puede ver también la reserva para los reyes de España.
Este complejo turístico se desarrolló hacia el año 2007 con la intención de poner a Álava -provincia vasca- como uno de los referentes para la denominación de origen de la Rioja. Vale la pena visitarlo terminadas las lluvias, justo cuando comienza la vendimia; de esta forma, la experiencia será completa y el paisaje inmejorable.
En cuanto a comida, la oferta no se queda corta. Muy cerca se encuentra la ciudad de Logroño, capital de la comunidad autónoma de la Rioja. En su casco antiguo -específicamente en la calle Laurel- se encuentran diversos bares de tapas y pintxos que son el mejor acompañante para la estrella de la ciudad: el vino.