Entre las maravillas naturales de uno de los estados más fértiles de México, ahí, a media hora de los cafetales de Coatepec está el municipio de Jalcomulco que engalana los paisajes y llama la atención de los aventureros. Ahí hay un tesoro que alegra las mañanas con su aroma y a los hambrientos con su sabor: los tempispis.
Estos tamales son una sencilla obra de arte que se fríe en aceite cada mañana en Veracruz. No son ninguna delicatessen de la alta cocina, más bien son ese lujo maravilloso que se dan aquellos que los conocen.
Tamales hay muchos y alimentan a una gran diversidad de pueblos y culturas. No sólo es México el gran afortunado de preparar pequeños paquetes de sabores diversos, también países latinoamericanos e incluso algunas regiones de Estados Unidos tienen una identidad alrededor de este plato.
Envueltos en hoja de plátano o totomoxtle, los tamales son masa de maíz nixtamalizado que se sazona de muy diversas maneras; los hay dulces y salados, incluso los hay en blanco. Otra cosa que hace característico a este alimento es su cocción al vapor para que, como decían las abuelas, esponje bonito.
Lo curioso de los tempispis es que no cumplen con ninguna de estos dos preceptos. Estamos hablando de un tamal que se envuelve en hoja de aguacate -que también le da su aroma característico- y después se pone en un comal con aceite muy caliente para freírse.
El sabor de los tempispis es muy especial gracias a estos dos factores y al frijolito guisado con chile serrano que va de relleno. Una vez que está mezclada la masa con esto, se enrolla para que quede un tamal del tamaño de un dedo y se cocine. La mejor forma de comerlo es recién salido del calor y muy bien espolvoreado de queso rallado.
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La población de Jalcomulco, Veracruz, tiene dos oficios principales. El primero tiene que ver con sus atractivos naturales que se han vuelto recursos turísticos y el segundo vade la mano del aprovechamiento de las tierras y su fertilidad.
En el primer caso, todos los locales presumen a los tempispis con cuanto turista se encuentran por su camino; pocas son las personas que visitan los rápidos y no probaron por lo menos un par de estas delicias.
En el segundo, estamos hablando de jornaleros y campesinos. Aprovechando la humedad y tropicalidad del suelo, esa zona en específico de Veracruz es óptima para el cultivo de mangos. Los mangueros tienen algo en común además de su trabajo y es la fuente de energía para realizarlo: cada mañana, en todas las esquinas de Jalcomulco hay alguien que ofrecerá tres de estos ejemplares por diez pesitos.
Es una comida que une al agricultor con su tierra: la milpa, el cultivo por antonomasia de Mesoamérica, está plasmado en toda la identidad de los tempispis.
Esta comida es cultura, pero aquella silenciosa, que nutre más allá de brillar; que satisface la primera necesidad con el lujo del aprovechamiento de los ingredientes frescos. Es del diario, pero es de fiesta. Es de México, pero es sólo de Veracruz. Es sabor, es saciedad, es belleza en la simplicidad.