La cita era puntual. Salimos de Antara Polanco con un itinerario perfectamente planeado que, por supuesto, el impredecible tráfico de esta hermosa ciudad no permitió que se cumpliera. El destino aún era un secreto perfectamente bien guardado, ninguno de los lugares que se rumoraban fue el correcto. En verdad nos tenían una sorpresa.
Después de toda una aventura de 60 minutos a bordo de un camión que recorrería escasos kilómetros, en la que presenciamos distintas maniobras y movimientos del heroico chofer, disfrutando de la hora pico del tránsito de la ciudad en su máximo esplendor, llegamos a la entrada de Chivatito del Bosque de Chapultepec, donde en la iluminada terraza del lago nos esperaba una noche hermosa, glamorosa, de jazz, llena de sorpresas y buenos momentos. Tal vez era necesario un tránsito infernal para culminar en este espacio, y sentir llegar al paraíso.
Este fue el segundo año que se llevó a cabo Dîner en Blanc México, cuya edición anterior tuvo lugar en la plaza Tolsá en el Centro Histórico, y de la misma manera que en París, Las Vegas, Londres, Singapur, Barcelona, etcétera, la sede cambia en cada edición.
La dinámica es no llevar coche, todos van a bordo de camiones a un destino completamente secreto, vestidos de pies a cabeza en color blanco, y cada quien lleva sus platillos y lo necesario para armar su “picnic” con la mejor vibra para pasarla muy bien en un convivio sano y tranquilo con amigos. Es necesario ser muy puntual.
Anoche el bosque de Chapultepec se vistió de blanco con la presencia de 2 mil 700 personas muy elegantes que felizmente llevaban carritos, cajas y canastas con comida, vino, sillas, mesas, flores, velas y todo lo necesario para una cena inolvidable. El clima al principio era perfecto, no muy frío y soplaba un viento rico acompañado del sonido de saxofón.
Había mucho movimiento, todo mundo armaba su espacio, las mujeres llevaban vestidos largos, cortos, de época, antifaces, pelucas, accesorios y sombreros; los hombres, trajes elegantes y algunos con máscaras, todo absolutamente blanco. En menos de 30 minutos el lugar se convirtió en un pequeño paraíso culinario y amistoso.
Había risas y sonrisas por todas partes, brindis, abrazos, besos. La gente compartía sus platillos, hablaban del momento, de la comida, del vino; escuchaban la música, fumaban y disfrutaban. Llevaron de todo. Las mesas estaban decoradas con flores, velas, canastas de pan o lámparas; de comer hubo de todo: pizzas, fruta, ensaladas, carpaccios, bruschettas, quiches, baguettes, sushi, empanadas, carnes frías y hasta Burger King.
Después de cenar, la música suave seguía. Temas mexicanos, románticos y ópera. De pronto, en el aire, 2 mil 700 servilletas dando de vueltas, festejando que se logró el propósito. Más tarde soltamos cientos de globos blancos que dieron una vista mágica sobre el lago de Chapultepec y, para hacer del lugar un escenario aún más sorprendente, cada persona prendió una luz de bengala.
Así que comida deliciosa, mesas hermosas, buen clima, elegancia, todo de blanco, luces, sopranos, fuentes iluminadas, vino y champaña, podemos decir que una vez más Dîner en Blanc cumplió su objetivo.
Esperaremos al próximo año donde seguro seguirán sorprendiéndonos. Todos pueden asistir, ya sea por medio de una invitación o registrándose en la lista de espera. Apúntate para la siguiente edición del picnic con más estilo: http://mexicocity.dinerenblanc.info/register