Inscribirse al gimnasio, bajar de peso, dejar de fumar, bajarle a la fiesta, frecuentar a tal o cual pariente… Pareciera que los propósitos de año nuevo se reciclan cada Noche Vieja; más que una lista de objetivos se vuelven una especie de carta a los Reyes Magos.
Uno de los secretos para sí cumplir lo que uno se propone en es hacer conciencia de que es un trabajo diario.
Cuando se trata de comer bien y verse mejor, calendarizar es mucho más sencillo pues es algo que hacemos por lo menos, tres veces al día. En pequeñas acciones se materializan los grandes resultados.
Más allá de las dietas keto, los ayunos intermitentes o la inevitable recurrencia a súper alimentos -que lo único que adelgaza es la ilusión y una buena parte de la quincena- la respuesta más lógica para ser saludable es formularse un par de preguntas para así redefinir los hábitos alimenticios y regresar a ese cuerpo escultural que evocamos con culpa en cada mordida de algo pecaminoso.
¿Qué comida chatarra está presente cuando hay estrés? ¿Con qué frecuencia se bebe refresco? ¿Cuántas veces se sustituye la comida de casa por las fondas? Quizás es ahí donde están los pequeños propósitos diarios que ayuden a cumplir el objetivo principal.
Una de las acciones más eficientes a favor de la salud y muy al pesar de quien odie lavar los trastes es regresar a cocinar en casa. Es la única manera de controlar, por ejemplo, la cantidad de grasa o sal y la calidad de los ingredientes.
No por eso hay que recluirse a tallar sartenes y no salir a disfrutar nunca; lo que sí toca es contemplar que, aunque sea en un recipiente, será mucho más saludable y económico comer de esta forma.
El sobrepeso y la obesidad se originan desde la compra de comida; en el día a día pesa más lo que gastamos en comida que el objetivo de ponerse en forma. El propósito sería preferir lo fresco sobre las conservas, lo limpio sobre lo modificado o añadido con hormonas.
Volver al mercado y a consumir lo que hay cerca también viene con las ganas de bajar de peso este 2020.
Con un suelo tan fértil como el mexicano hay que aprovechar toda la biodiversidad. Hora de voltear a ver a los quelites, a las frutas endémicas, a los tubérculos que son grandes aliados.
Un cambio de hábitos en la alimentación para ser saludable debe incluir todos los grupos de alimentos en una dieta correcta, equilibrada y limpia. Por supuesto, hay que bajarle a los antojitos empaquetados, a la garnacha excesiva, al alcohol y al refresco.
Bajar de peso no es una condena y menos algo que sepas de avanzada que no vas a cumplir. Dejemos de pensar que comer saludable es sinónimo de comer mal o insípido.
La tierra regala vegetales cada temporada con las que se pueden hacer los más maravillosos manjares sin que siquiera uno se dé cuenta de que hay un régimen para adelgazar de por medio.
No sirve de nada crucificar a los carbohidratos ni culpar al gluten de todos los males del mundo. Hay que tomar ventaja de la energía que aportan las legumbres y semillas; ayudar al sistema digestivo con probióticos y verdaderamente creer la frase de “eres lo que comes”.
Corrientes nutricionales hay tantas como personas en el mundo. Un buen objetivo para lograr bajar de peso implica recurrir a un especialista que diseñe menús que verdaderamente te ayuden.
Hay que ser constante; se valen los pecados esporádicos pero no los que se repiten varias veces al día. También es importante el agua, el ejercicio y como elemento principal; tener claro que la salud es primordial a la apariencia pero teniendo la primera se puede alcanzar la segunda.