Definitivamente, ganas no nos faltan de apoyar a los productos mexicanos, especialmente a los tragos que más nos gustan. Sin embargo, los impuestos a la cerveza artesanal y al vino complican nuestras intenciones elevando los precios y haciéndolos más caros de lo que podemos pagar.
No lo podemos negar, a los mexicanos nos encanta una buena cheve bien fría y no lo decimos nosotros. Cada año, de acuerdo con los datos del Museo Interactivo de Economía (MIDE) el consumo de cerveza per cápita aumenta y lo mismo sucede con el vino.
Sin embargo, pagar por una buena chela o un vino mexicano representa un lujo y esto las hace menos competitivas en el mercado.
El tema de los impuestos en las bebidas alcohólicas está en el foco desde hace algunos años en México. ¿La causa? Básicamente la salud.
El exceso en el consumo de alcohol deriva en enfermedades que a su vez se vuelven un asunto público; esto impulsó, así como en los alimentos chatarra y los cigarros, a un aumento en los impuestos.
La finalidad era que por los elevados precios disminuyera, pero tan solo de 2015 a 2018 el consumo de cerveza per cápita aumentó de 59 a 68 litros, así que el plan no funcionó del todo.
Vamos por partes. Para que una cerveza pueda considerarse artesanal, los productores deben cumplir tres requisitos.
El primero es no superar en su producción el 1% del mercado nacional; el segundo requisito es que debe ser tradicional, es decir, tener los cuatro ingredientes básicos de la cerveza que son lúpulo, malta, agua y levadura.
Por último y más importante, debe ser independiente, lo que significa que ninguna empresa debe tener más del 25% del capital.
Con datos de ACERMEX, la mayor cantidad de cervecerías artesanales en México se concentran en Baja California, Ciudad de México, Michoacán y Jalisco.
La industria cervecera mexicana lidera en el mundo desde 2010 con 11.3 millones de litros y un crecimiento anual en promedio de 5.6%.
Sin embargo, la chela artesanal no se beneficia mucho de esta situación por todo lo que grava producirla y comercializarla.
Se pagan en total tres tipos de impuestos: IVA (Impuesto al Valor Agregado), ISR (Impuesto sobre la Renta) y IEPS (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios). Este último es específicamente el que se cobra a todo lo que genera un costo social elevado.
Acorde con la graduación alcohólica es la cantidad de impuestos que se pagan; por otro lado, y para mitigar este gasto, si los envasadores reducen el impacto ecológico, el pago al gobierno por la importación puede disminuir.
Vale la pena reflexionar que si bien es un orgullo que la industria cervecera mexicana lidere el mercado mundial, los productores artesanales tienen un panorama sinuoso con la cantidad tan alta de impuestos que deben pagar para poder comercializar sus productos.
El costo de la fabricación es alto, no es ningún secreto, y la mayor recaudación de capital para aquellos que quieren comenzar a hacer cerveza artesanal proviene de inversionistas ajenos a la empresa. De acuerdo con ACERMEX viene de familiares y amigos del cervecero.
Todo se refleja en los precios. Mientras una cerveza enlatada de marcas comerciales cuesta alrededor de 20 pesos, una artesanal se vende a más del doble.
Actualmente, en el país hay alrededor de 200 bodegas encargadas de producir todo el vino mexicano. Según el Consejo Nacional Vitivinícola, hay 6,400 hectáreas dedicadas al cultivo de vid.
Durante la presentación de Tinto MX 2019, Evaristo Ríos, Director General, explicó que los impuestos que paga el vino mexicano hacen prácticamente imposible que puedan competir con los vinos de mesa de otros países.
Mientras que una botella mexicana ronda los 200 y 300 pesos (o más) se pueden encontrar opciones de menos de 100 pesos de bodegas argentinas o chilenas, lo cual pone en desventaja al producto nacional.
Los consumidores del vino mexicano no se dan por vencidos y esto se refleja en el consumo per cápita que aumentó del 0.5 a .96 litros. La apuesta es que en un periodo de diez años este número pueda triplicarse.
A pesar de este panorama poco alentador, las bodegas nacionales hacen un gran trabajo de difusión y promoción; el vino mexicano está pasando por su mejor momento histórico ya que el 90% de la producción nacional se queda aquí y el resto se exporta a 26 países.
Nicolás Nolck, sommelier del restaurante Chapulín, menciona que en la actualidad el vino nacional ha tenido un despunte en su experiencia al frente de dicho lugar.
Los mayores consumidores hoy en día son los jóvenes de entre 25 y 27 años mientras que hace 10 años las personas mayores de 35 lo bebían más por ser un producto de lujo.
El vino también ha crecido gracias a las investigaciones que resaltan sus propiedades benéficas como los antioxidantes.
Una gran acción para apoyar ambas industrias es consumir lo local y nacional de vez en cuando además de invitar a los demás a que lo hagan mientras que los intentos de una legislación más equitativa continúan.