Los mexicanos somos del maíz, tanto que es un ingrediente que se utiliza en toda nuestra alimentación. Con él se preparan las tortillas de todos los días, increíbles tamales, postres que endulzan nuestro paladar y por supuesto, bebidas tradicionales como el atole o el pozol.
En Chiapas, la relación de la gente y sus cultivos los hace aprovechar todos los recursos y embellecerlos a la hora de cocinar. Cuando hay sed, la mejor alternativa es saciarla con algo refrescante y nutritivo como el tascalate, el pozol o el atole agrio.
Estas tres tienen un trasfondo cultural que une a las comunidades y además se utilizan en ritos ceremoniales. Por medio de las bebidas, los pueblos indígenas se conectan con los dioses y piden buenas cosechas.
La mayoría de las comunidades indígenas chiapanecas encuentran un vínculo con lo sobrenatural por medio de los alimentos. Ofrecen lo que producen y la manera en que lo preparan para mantener la sustentabilidad de sus campos.
En esos ritos -que a simple vista parecieran sacados del contexto de las grandes ciudades- las bebidas son una parte fundamental.
En el caso del pox, incluso se le atribuyen propiedades curativas y es el elemento principal de las ceremonias religiosas de San Juan Chamula.
Pero no todo es alcohol y lo mágico que éste puede ponernos. Bebidas por demás cotidianas y fáciles de preparar también enriquecen el patrimonio gastronómico chiapaneco.
Suena extraño ¿no crees? Sin embargo, no lo es tanto. Es una bebida preparada con elote tierno que se deja fermentar para que tome esos sabores aciditos que lo caracterizan.
Lo que lo hace especial es que se muele y se deja reposar durante un par de días a temperatura ambiente. Después se cuela para cocinarse con piloncillo, canela y en algunos casos, otras especias.
Es típica para beberse en dos temporadas específicas del año: la primera tiene que ver con la Cuaresma cristiana, ya que es algo tan lleno de nutrientes que puede ser una sola comida y se utiliza en los viernes de abstinencia.
La segunda es en la época de cosecha de la milpa, donde no le cae nada mal a los campesinos algo sustancioso para trabajar largas jornadas sin morir de hambre.
Rojo intenso, refrescante y con algunas notas a cacao. La bebida del amor, como tienen considerado al Tascalate en Chiapas, es una de las más originales y tradicionales de todo el estado.
Prepararla no es nada complicado, es una mezcla de maíz, achiote, piloncillo y canela que a veces también puede llevar nueces, piñones y otros aromas de especias que se muelen y disuelven en agua.
Las semillas de achiote quizás hagan corto circuito en tu cabeza, sin embargo son las encargadas de dar acidez y frescura al tascalate.
Desde el primer sorbo notarás que la combinación funciona muy bien para quitar la sed. Lo mejor de esta bebida es que varios proveedores la empaquetan para venderla en todo el país, por lo que es accesible donde quiera que te encuentres.
Te recomendamos tomarlo con muchos hielos y en una jícara, para que sea más tradicional.
Tempranito en la mañana, los pueblos chiapanecos se llenan de vendedores que con una mesa y una olla de barro le dan los buenos días a la gente con un pozol.
Aunque es una de las bebidas tradicionales de Chiapas, también da identidad a Tabasco y ahí lo mezclan con camote para hacerla más nutritiva todavía.
Hablamos de algo muy similar al atole aunque se sirve frío y no necesariamente va saborizado con frutas o especias.
Desde épocas prehispánicas y hasta hoy, el pozol es un alimento que representa fuerza y resistencia. Esta fama la tiene por aguantar mucho sin echarse a perder y ser de lo más nutritivo en la dieta indígena.
El ‘natural’ es masa de maíz nixtamalizado que se hidrata con agua para después endulzarse con piloncillo y canela. También hay con cacao, que es mucho más apapachador y funciona perfecto para acompañar un pan dulce o unas empanaditas en el desayuno.
Es muy común encontrarlo en pasta; esto es para que, en casa, quien lo compre lo tenga fresquito y sea más fácil de almacenar. El maíz no está molido del todo, por lo que quedará algo de sedimento en el fondo de la jícara. ¡No lo dejes! es la parte más rica.