Imagínate que toda la basura que se produce en la Ciudad de México pudiera ser utilizada para regresarle a la tierra todos sus nutrientes y servir como fertilizante orgánico para producir alimentos. Reciclar y hacer composta son una de las formas de hacerlo, aunque el proyecto Ekologi lleva la idea a gran escala.
Una manera de consumir alimentos que no dañen a nuestro organismo es buscando los que no utilizaron pesticidas ni químicos en su cultivo. ¿Pero cómo sucede que los vegetales pueden crecer sin ayuda? La respuesta es sencilla: con fertilizantes naturales.
Adrián Villa hace tiempo que quería reciclar y transformar. Él y sus compañeros de la Universidad, ganaron un concurso de emprendedores con sus productos orientados a la jardinería. La diferenciación es que fueron elaborados a partir de desechos domésticos de frutas y verduras.
Sin embargo, según Adrián, este no fue el único aliciente para continuar con el proyecto de manera profesional.
Se conjugaron la gran cantidad de desechos que se intentan reciclar en la Ciudad de México; también les preocupó la escasa oferta de fertilizantes sin químicos que la agricultura necesita con urgencia.
Los biofertilizantes de Ekologi se elaboran a través de procesos sustentables y biodigestores que emplean estiércol animal y residuos orgánicos. La intención era generar los nutrientes necesarios y desplazar, tanto por precio como por eficacia, a los fertilizantes químicos de uso masivo.
Si bien hay mucho reciclaje de PET, vidrio y cartón, hay pocas iniciativas a pequeña escala de residuos orgánicos.
La industria del agave, por ejemplo, recicla sus desechos pero no con la finalidad de usarlos de nuevo.
Con este parámetro, el equipo de Ekologi se dio cuenta de la enorme área de oportunidad para trabajar en sustentabilidad. Desarrollaron la idea de hacer fertilizantes naturales, ecológicos y orgánicos a partir de estos desechos.
Luego del premio en la universidad, la iniciativa obtuvo un reconocimiento a nivel internacional entre más de treinta países con proyectos sustentables.
De comenzar las pruebas en un salón de clases pasaron a un pequeño terreno en el Estado de México y convencieron a tres micronegocios de donar sus desechos orgánicos.
Luego se extendió a siete y posteriormente a doce, incluyendo a cafeterías y restaurantes, cuyos residuos ahora son transformados en abono para jardinería.
Ekologi actualmente atiende a pequeños productores en el Estado de México. Además, tienen un área que orienta a personas con jardín a cuidarlo de mejor manera.
De acuerdo con Adrián Villa, el primer impacto proviene de sus productos; por ejemplo, su producción de fibra del coco puede ayudar a mitigar la tala de árboles y sustituir los sustratos que se obtienen de las cortezas del pino.
Hay un auge de marcas y productos que demandan grandes cantidades de coco; esto genera muchos desechos de esta fruta que terminan en la basura. Por esto, en Guerrero existen alianzas con empresas a las que se les compran los deshechos y se procesan para incorporarlos a las mezclas de sustratos.
Adrián Villa
Se espera cerrar el año con más miembros en los programas de servicio y con más alianzas para reciclar sus desechos.
Este texto forma parte de la publicación ¿Cómo transformar los sistemas alimentarios? 23 casos de inspiración y propuestas para mejorar lo que comemos, de Ethos Laboratorio de Políticas Públicas y Proyecto La Guajolota, disponible en ethos.org.mx