Un nuevo secreto en la ciudad, destinado a dejar de serlo, son las Brochetas Don Rosendo. Camarones “envarasados” (sic), aquí no hay triple falta de ortografía, se trata de brochetas de camarones en–vara–asados al carbón, un concepto que llega a la ciudad de México importado de Tepoztlán y de la costa de Jalisco y Nayarit, allá por Guayabitos, Puerto Vallarta y San Pancho.
La esposa de don Rosendo es la alquimista que ha confeccionado este adobo en el que se marinan los camarones y que una vez que el calor de las brasas del carbón han transformado la materia, recuerden que “nada se crea, sólo se transforma”, de ese anafre brincan unas banderillas que untadas con mantequilla, chile y algunos ingredientes que permanecerán en la máxima secrecía, después de su rociada de limón y aderezadas con salsa Valentina harán las delicias de un comensal al que le gusta lo ácido y lo picoso.
Don Rosendo no es un restaurante en forma, es un lugar de reunión para, a través de la salsa de chile convertida en una costra que abraza al camarón, se cuenten las historias de la noche anterior, el periplo de amigos que han recorrido la ciudad y sus alcoholímetros como checkpoints.
Las brochetas se acompañan con pulque y micheladas, refrescantes bebidas que espantan el fantasma de la cruda, resaca, guayabo, ratón, hangover, gueule de bois –o como le quieran llamar- que aqueja a cualquier bebedor que se precia de serlo.
El pulque fue el que originó la confección de las brochetas. Don Rosendo se dedicaba a esta bebida y a los curados de piñón, de arándano, de piña y guayaba entre otros cuando un grupo de motociclistas que solían parar en su local de la Zaragoza en Tepoztlán Morelos, le dieron la idea de estas brochetas que habían probado en sus recorridos por la costa. Rosendo entonces convocó a su mujer, quien confeccionara la salsa y después de varias pruebas para atinarle al tamaño del camarón lograron empalarlos como a cristianos en las guerras santas, y en un auto de fe sobre el anafre condenaron a estos crustáceos a la hoguera.
Con su natural sentido del humor don Rosendo relata cómo es que repite en muchas ocasiones, para asombro de sus clientes, el que sus camarones están embarazados. Y les repite a los incrédulos que tiene una granja de camarones sementales en las costas de Acapulco y que son éstos los que embarazan a las camaronas.
Cuando los clientes no pueden más con la intriga, juguetón revela que en realidad están en vara y van asados. No dejen de probarlos. Don Rosendo les garantiza que, como las papitas, no podrán comer sólo una. Acompáñenlos con un pulque y la compañía de Carri, Cartas, Pablo o si corren con suerte hasta con El Tortu, quienes han traído a la Colonia Juárez este concepto para crudos y para partidazos.
Don Rosendo
Hamburgo 327, esquina con Lieja, colonia Juárez.
Teléfono: 5211 6196
Twitter: @DoN_Rosendo_