Polonia, escenario de hitos históricos y hogar de muchas personalidades como el Papa Juan Pablo II, tiene una cocina y una cultura gastronómica llena de sorpresas de las que vale la pena hablar.
No te vamos a engañar, el clima polaco es bastante frío. Sin embargo, esto hace que los platillos sean muy vastos y llenos de sabor.
La Academia Europea de Gastronomía nombró a Cracovia la capital gastronómica de Europa en 2019. Con este nombramiento, Polonia promoverá su cocina y organizará festivales, encuentros con chefs locales, exploración de recetas antiguas y divulgación de su comida callejera.
Uno de los hechos históricos más relevantes del siglo XX ocurrió en Polonia: el día que Hitler invadió este país y comenzó la Segunda Guerra Mundial.
Durante seis años, el ejército alemán lo dominó llenando el territorio de ghettos, campos de concentración y de exterminio.
Auschwitz, el más famoso -donde la gente, literalmente se moría de hambre-, se encuentra a 120 kilómetros de un lugar que fue capital gastronómica europea. Irónico, ¿no?
Cracovia fue la única ciudad de Polonia que no quedó destruida con la guerra. Los polacos y los alemanes negociaron dar la ciudad a Rusia, por lo que permaneció intacta igual que sus costumbres gastronómicas.
Hay más ironía en la cultura gastronómica polaca. Gracias a la escasez de mediados de siglo, hoy hay una reacción adversa; todo lo que pidas de comer en esta ciudad llegará a tu mesa en cantidades muy abundantes.
El inconsciente colectivo se reveló contra la hambruna vivida hasta la caída del muro de Berlín. Hoy no te quedas con hambre ni aunque vayas corto de presupuesto.
Cracovia también fue la casa de una de las personalidades más importantes del siglo XX: Karol Wojtila, mejor conocido como Juan Pablo II. Si caminas por la ciudad puedes contar más de 25 monumentos en su honor y la cocina polaca le rinde homenaje con el Kremówka Papieska o pastel de crema Papal.
Este es un pastel hecho de masa de hojaldre y crema pastelera elaborado en honor a quien se convirtió en el primer papa extranjero de la iglesia católica.
El pan, huevo, grasas, carne de caza y cereales son algunos de los ingredientes principales de la cocina polaca. Y tiene sentido: en esos climas tan extremos es básico saber conservarlos durante los periodos de escasez así que los embutidos y los fermentados también son protagonistas.
Para el pan por lo general utilizan trigo, aunque también hay con masas de centeno y cebada.
La sopa tradicional se llama Zurek y la base es masa madre de centeno acompañado de papa, salchichas, un huevo cocido y se sirve dentro de un pan.
El invierno es fuerte, motivo por el cual se utilizan muchos métodos de conservación de alimentos. Verás muchos embutidos, quesos de alta calidad y platillos que se hacen con base en la fermentación de hortalizas como la col.
No se pierdan los asados polacos.
Los animales de caza son muchos y los preparan de varias maneras. Incluso hay restaurantes que se enfocan en una sola variedad de carne, como el Czarna Kaczka -traducción directa de “pato negro”-, un lugar donde lo preparan en más de 100 platillos.
Siguiendo el principio del pan, la cerveza también es básica. Aquí es más común encontrar obscuras o Stout y éstas sirven de chaser para tomar vodka.
Este destilado es la bebida tradicional y el motivo por el que miles de polacos no mueren congelados en invierno. Si les gusta más la chela busquen la Tyskie (obscura) y la Ksiazece (clara).
La comida en la calle siempre es mejor. En el barrio del Kazimierz, en Cracovia -antiguamente el lugar de residencia de judíos-, es donde mejores opciones se encuentran.
Entre todas las curiosidades está el zapiekanka, un híbrido entre pizza y sándwich abierto. La clásica es un pan con queso gratinado, carne y verduras.
Las empanadas son un bien universal y en Polonia les dicen Pierogi. Pueden ir asadas, fritas o al vapor y se pueden rellenan de cualquier cosa.
La base del pierogi es masa de trigo que puede ir saborizada con paprika o perejil. Hay dulces y saladas y llevan como guarnición cebollita asada.
Para postres ricos, este país también se pinta solo. Junto con varios países vecinos, Polonia tiene la tradición de hacer una especie de cilindros de masa de trigo que cuece con humo llamados kürtőskalács o “pastel ahumado”.
Esta delicia se espolvorea con azúcar y canela, se rellena de helado o crema batida y se baña con salsa de chocolate y caramelo.
También son básicos los blintzes, crepas dulces, generalmente rellenas de queso y conserva de moras.