En las calles de Guanajuato la historia se vive en cada uno de sus edificios, monumentos, cantinas, cafés y restaurantes. Aunque el platillo tradicional de esta ciudad son las enchiladas mineras –tortillas rellenas de papa y zanahoria bañadas en salsa verde, roja o guajillo-, en sus calles hay decenas de establecimientos que ofrecen algo más que este típico antojito.
Desde una tradicional cantina a un costado del Teatro Juárez hasta una cafetería francesa en el corazón de la ciudad, te proponemos descubrir estas deliciosas opciones.
En el restaurante y galería Santo Café se come rodeado de arte e historia. Este proyecto nació en 2005 de la mano de tres amigos con el objetivo de apoyar el arte local con exposiciones que duran dos meses. “Básicamente se trata de apoyar artistas locales y estudiantes de arte”, dice Juan Hernández, el encargado general de este sitio.
Santo Café ya es un ícono de Guanajuato debido a que atiende a sus comensales en un puente, mismo que conecta con la calzada del Tecolote, camino por donde bajó Miguel Hidalgo para tomar la Alhóndiga de Granaditas el 15 de septiembre de 1810.
Aquí hay pastas, hamburguesas, ensaladas, smoothies a base de yogurt, malteadas, tisanas y un fabuloso café que traen desde Veracruz.
En un pequeño callejón de Guanajuato se encuentra este restaurante de cocina y repostería francesa, semejante a una casa parisina.
La dueña, Laurine Vernier, recomienda probar el Hachis parmentier –un plato de carne de res molida con puré de papas y queso gratinado-, el filet mignon, la soup á lóignon y el tradicional Ratatouille de vegetales asados.
Hay que probar los postres, sin duda. Las tartas de frutas, la de chocolate semiamargo y los macarrones acompañados de un espresso de Chiapas o un chocolatito caliente de cacao francés te harán muy feliz. De acuerdo con Laurine, la mayoría de los ingredientes que usan para la preparación de los postres son importados de Francia, como el chocolate y la mantequilla.
“Tómate esta botella conmigo y en el último trago nos vamos”, es uno de los temas de José Alfredo Jiménez que suena mientras el cantinero Alejandro Rojas sirve unos mezcales en esta casona guanajuatense que ahora es una cantina en honor a “El Pípila”.
En este lugar se vive dos veces, ya que durante el día es un restaurante, pero por la noche se transforma para recibir a todo aquel que traiga una pena de amor o simplemente quiera disfrutar de la vida nocturna de Guanajuato entre amigos, mezcales infusionados con frutas –desde mango y guayaba, hasta toronja, tuna, chile habanero y chilcuague- y platillos como las tradicionales enchiladas mineras, un chamorro en salsa de adobo y otras delicias cantineras.
Aquí se come entre ángeles y querubines que forman parte de la decoración. Esta cafetería nació en 2012, después que su dueña, Liliana Sánchez, vendiera galletas y pasteles en las oficinas de la capital guanajuatense.
En este lugar –cuyo nombre en catalán significa dulces-, Liliana honra el tiempo que pasó en Barcelona, España, para continuar con sus estudios en repostería.
La especialidad de la casa son las crepas y los waffles elaborados con ingredientes naturales, además del chocolate oaxaqueño preparado a base de agua o leche.
En un rincón de esta ciudad colonial existe un pequeño oasis de chocolates donde la imaginación del chef Jonathan Martínez está representada en cada una de las piezas creadas con base en la cultura de nuestro país.
Una de las experiencias que ofrece este sitio es la cata de chocolates y mezcal. Con 250 pesos podrás maridar mezcal espadín con chocolates semiamargos, con miel de maguey y hormiga chicatana, con epazote y más.
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