México y Hungría son los dos hogares de Gabriela Biringer. En nuestra tierra nació y creció, mientras que en la de sus padres se conectó con sus raíces y las trajo de vuelta para transformarlas en decenas de maravillosos postres que ofrece en su segunda casa, el Café Budapest.
“Cuando estábamos en Budapest era cocinar cosas mexicanas para enseñarles a nuestras amistades. Nos llevábamos ingredientes de acá, hacíamos tortillas, mole, enchiladas… Las dos culturas siempre estuvieron muy presentes a través de la comida y de enseñarle a los amigos qué hay en cada país”, dice Gabriela.
En Hungría caminas por las calles y en cada cuadra encuentras una pastelería. “Es parte de la naturaleza del húngaro siempre estar comiendo postres, festejar con postres”, explica. En casa, su mamá los preparaba diario: el sacher –ese pastel de chocolate que no lleva harina y que es muy tradicional en la región austrohúngara-, pay de limón –el consentido de Gabriela, el que la hace recordar su infancia-, panqué de naranja o kugloff para el desayuno…
Es en la cocina de su casa donde Gabriela prepara todos los postres que ofrece en Café Budapest. Nada de máquinas sofisticadas ni producción en masa; los elabora como lo hacía su madre, uno por uno, con tiempo y dedicación.
Los postres y el Café Budapest, un lugar que recrea la capital húngara en la década de los 30, es una manera de honrar el recuerdo de sus padres y todo el esfuerzo que hicieron para llegar a México, el país que los recibió con los brazos abiertos, el país que se convirtió en su hogar.
Esta es la historia de Gabriela: