“¿Cuándo habla Maduro?”, gritaba un empleado a otro en un supermercado de Caracas, Venezuela el domingo.
Se esperaba el anuncio del presidente de un nuevo incremento del salario mínimo que efectivamente llegó el lunes.
El aumento del 95% respecto al salario decretado el 1 de marzo no es una novedad en Venezuela:
El presidente elevó este lunes el salario mínimo mensual hasta el millón de bolívares. Sumado el bono de alimentación alcanza los 2,55 millones.
Para tener una idea real de qué compran esos 2,5 millones de bolívares hoy en Venezuela, te presentamos una lista de cuánto cuestan algunos productos en un supermercado de una zona de clase media en Caracas el martes 1 de mayo.
De acuerdo a esos precios, si dedicáramos todo el nuevo salario mínimo mensual compraríamos:
Los supermercados lucen ahora más surtidos que en semanas y meses previos.
Las colas, habituales hace unos meses, casi han desaparecido, aunque todavía se pueden encontrar cuando se ponen a la venta productos a precio regulado.
Más que la escasez, el problema en estos días de campaña electoral es la hiperinflación.
“La semana que viene ese salario sólo comprará una lata de atún”, me dice Luz, una empleada de hogar que está convencida de que los precios van a seguir subiendo a una velocidad mucho mayor que el salario.
“¿Y qué será entonces lo que vamos a comer?”, expresa su pensamiento en voz alta un comprador en el supermercado que se asusta de los precios marcados en los productos y de aquellos que, ya sin rotular, se deben consultar en un lector de código de barras.
El nuevo salario mínimo en Venezuela al cambio a tasa oficial equivale a US$37,11, pero es de apenas US$3,6 si usamos el cambio paralelo en el mercado negro, el que de hecho fija en la economía real buena parte de los precios.
En Bolivia, por ejemplo, el salario mínimo es de US$305, en Colombia llega a US$279, en Argentina alcanza los US$465 y en México supone al cambio US$142.
Aunque en Venezuela muchos servicios son casi gratuitos (tanto el suministro de agua y luz presentan fallas en todo el país), las diferencias son enormes.
Para evidenciarlo, tomemos el ejemplo de la lata de atún. Si dedicáramos todo el nuevo salario mínimo en Venezuela compraríamos apenas 2,3 unidades.
Teniendo en cuenta el precio de la lata en estos países y el salario mínimo:
El gobierno de Venezuela asegura que estos aumentos de salario, ya cada dos meses, son un “escudo” contra una “guerra económica” impuesta por “la oligarquía y el Fondo Monetario Internacional”.
Afirma que la inflación, que supone el alza casi diaria de precios y la destrucción del poder adquisitivo del venezolano, es inducida.
Es la más alta del mundo y, según algunas mediciones, alcanzará en 2018 el 15.000% anual.
Muchos creen que el mismo aumento de salario ayuda a acelerar la inflación porque supone incrementar más la liquidez monetaria. Más bolívares no significan una mayor capacidad de compra.
“El aumento (de salario), más que un factor inflacionario es de protección necesaria obligada para la clase trabajadora”, defendió Maduro este lunes.
El gobierno obliga a vender ciertos productos a precios regulados muy bajos, pero cada vez son menos.
Y Maduro también destaca como medida de protección la venta a un precio subsidiado de una caja con 15 o 24 productos, pero existen muchas quejas sobre la frecuencia de la venta y la calidad de los alimentos.
El economista Alejandro Grisanti, crítico con el gobierno, afirma que los aumentos de salario “no son la solución”.
“Pero son necesarios y deberían incrementar su frecuencia hasta que comience un cambio de política económica”, escribió en Twitter.
Pese a que gobierna desde 2013, Maduro promete esos cambios si gana las elecciones del 20 de mayo.
Mientras llegan o no, continúa la carrera por ver qué crece más rápido. Y de momento los precios ganan a los salarios.