No son tacos de langosta. Alguna vez nos dijeron que esos son inventos de los chilangos. No es en Rosarito tampoco. No es un paraíso, en realidad son locales bastante poco afortunados. Pero si es Puerto Nuevo, ubicado entre Tijuana y Ensenada, y sí es una forma atrevida de comer langosta, a precios accesibles en un ambiente muy particular y muy, muy sabroso.
Si historia se la pelean entre unos y otros locales, nosotros hemos tradicionalmente ido a Puerto Nuevo 1, en donde su dueña y creadora hace 15 años nos atendió por primera vez y permitió entrar a su cocina (muy a la vista) para vivir, de cerquita, el secreto: la cocción de langosta en grasa, por un lado, y el frijol peruano, por el otro.
En los locales de Puerto Nuevo se pide por órdenes, es decir, cuatro personas, cuatro órdenes de lo que los amables meseros de siempre ya saben que deben de traer: langostas fritas partidas en mitades, frijoles peruanos bien sazonados y levemente molidos, arroz rojo, salsa de chile, mantequilla derretida y una canasta de tortillas de harina de 15 centímetros de diámetro. ¿Y para beber? Cerveza.
Entran y salen los tríos musicales que amenizan las mesas con una canción de mariachi, de banda o de amor. Son sólo un par de calles en Puerto Nuevo, y la concurrencia es variada, muchos americanos, algunos surferos por ahí, turistas rumbo al Valle de Guadalupe y locales. La prueba de que es buena cocina es precisamente la variedad de sus comensales.
Es una visita que vale la pena, ir a comer langosta con arroz y frijoles y un par de cervezas es una combinación peculiar, y resulta en una experiencia deliciosa. Una combinación de la cocina tradicional casera con un ingrediente que a todos nos sorprende: langosta.