No ver, asusta. No ver, intimida. No ver obliga a los demás sentidos a agudizarse para intentar percibir el mundo de la manera más acertada posible.
Cuando un platillo llega a tu mesa y no puedes ver qué es, lo único que queda es confiar en el olfato y el gusto, principalmente. Acercar la nariz al plato e intentar descifrar a qué huele; dar el primer bocado y adivinar qué sabores e ingredientes lo conforman.
Lo mismo con el vino. Olfatear dentro de la copa para reconocer qué aromas están presentes y dar un sorbo para confirmar o descartar la hipótesis que la nariz había fabricado.
Así son las cenas a ciegas organizadas por Solovino, un proyecto que –además de elaborar sus propios vinos y tener una tienda en línea- crea experiencias como cenas maridaje, catas y más.
Rodrigo Márquez Muro y Huitzi Catalán organizan estas cenas a ciegas tres o cuatro veces al mes en distintos puntos de la ciudad de México, como en la colonia San Rafael y Coyoacán.
La experiencia comienza con todos los comensales reunidos para beber un coctel –ahí sí con los ojos abiertos- antes de pasar al salón donde será la cena a ciegas. Antes de entrar al comedor te dan un antifaz. ¡Nada de hacer trampa! El punto es que no sepas dónde estás sentado ni con quién, eso ya lo sabrás después.
Es hora de sentarte y explorar qué es lo que tienes enfrente. Un plato, los cubiertos, una copa y un vaso con agua. Empiezas a escuchar voces desde distintas direcciones; todos hablan demasiado alto, quizá para compensar la falta del sentido de la vista. Si necesitas algo basta con levantar la mano para que personal de Solovino te asista sin ningún problema.
Como no sabes con quién estás sentado vale la pena dejar la timidez y abrir la conversación. Seguramente encontrarás a una pareja celebrando su aniversario, a un par de amigas charlando sobre cine y al grupo de amigos que compiten para ver quién adivina más platos y más vinos.
Cenarás cuatro platillos y beberás cuatro vinos, cada uno maridado especialmente por Rodrigo Márquez, quien también es el sommelier de Solovino y el encargado de guiarte durante toda la cena.
Cada que llega un vino, Rodrigo invita a olfatearlo y adivinar los aromas presentes en la copa. ¿Hay frambuesas, cerezas, pasas, madera, cuero? Ya lo sabrás. Ahora llega el platillo. ¿A qué huele, a qué sabe?
“Queremos que tengan una experiencia de sabores, de sentidos, que desarrollen sentimientos hacia la comida y el vino (…) Nuestro objetivo es buscar un maridaje que te sorprenda, que te abra un mundo distinto de sabores y sensaciones”, dice Catalán.
Cuando acaba la cena es hora de quitarse el antifaz, ver el lugar y conocer a tus compañeros de mesa. No te diremos cómo luce el salón de la cena, solo diremos que no te lo esperarías en absoluto.
Los antifaces que Solovino usa en la cena a ciegas son parte de su programa de responsabilidad social. Al final de la velada puedes comprarlos por 50 pesos y el dinero recaudado se dona a una asociación de ayuda a perros lazarillos.
Si quieres experimentar una cena a ciegas entra a www.solovino.club, donde podrás reservar tu lugar y consultar otras experiencias de comida y bebida disponibles.