La atmósfera está –literalmente- modificando los alimentos que comemos. ¿Lo malo? Casi nadie está hablando o investigando el tema.
Desde hace tiempo, estudios en agricultura han revelado que muchos de nuestros alimentos ahora son menos nutritivos. Datos muestran que la cantidad de vitaminas, minerales y proteínas en frutas y verduras han disminuido considerablemente desde hace 70 años. Los investigadores tienen una explicación: los cultivos se han mejorado en términos de rendimiento –es decir, para producir más-, pero no en términos de nutrición.
Sin embargo, otro grupo de científicos, entre ellos el matemático Irakli Loladze, creen que esa no es la explicación completa y que probablemente la calidad de la atmósfera terrestre –con niveles de dióxido de carbono cada vez mayores- está modificando lo que comemos y NO para bien.
El senador republicano Lamar Smith, quien preside el comité de la Ciencia, aseguró recientemente que no debemos preocuparnos demasiado sobre el dióxido de carbono –C02- en la atmósfera porque es bueno para el crecimiento de las plantas y lo que es bueno para las plantas es bueno para nosotros.
“Una concentración alta de dióxido de carbono en nuestra atmósfera ayuda a la fotosíntesis, lo que resulta en el incremento del crecimiento de las plantas”, dijo el republicano. “Esto se relaciona con un mayor volumen de producción de alimentos y una mayor calidad de los mismos”.
Sin embargo, una investigación llevada a cabo por Loladze mostró que mayor cantidad no significa mayor calidad.
Mientras Loladze estudiaba para su doctorado en un laboratorio de Biología, un colega se acercó para comentarle acerca de una nueva investigación relacionada con el zooplancton, un organismo que vive en el océano y que se alimenta de las algas. Esta investigación arrojó que si sometían a las algas a niveles elevados de CO2 crecían más rápidamente debido a que la fotosíntesis se acelera.
El dióxido de carbono es tan esencial para las plantas como el oxígeno lo es para nosotros.
Sin embargo, Loladze puso a prueba la calidad de las algas después de someterlas a este proceso de desarrollo y encontró que los nutrientes en ellas bajaron considerablemente. Sí, el zooplancton tenía muchas algas para comer, pero esa comida era menos nutritiva, por lo que en realidad se estaban muriendo de hambre.
Después de este descubrimiento se llevó a cabo otro experimento. Un grupo de científicos colocó un cultivo de distintas plantas con una alta concentración de CO2 y otras con una normal. Finalmente se comprobó que las plantas expuestas a mayores niveles de dióxido de carbono perdieron en 8% la cantidad de minerales como zinc, potasio y hierro, y el trigo y el arroz bajaron sus niveles de proteínas entre 6 y 8%.
La situación es grave. Científicos estiman que para el año 2050 unas 150 millones de personas tendrán una deficiencia de proteínas, 138 millones tendrán déficit de zinc –esencial para las mujeres embarazadas y los niños- y más millones de madres y niños tendrán una deficiencia de hierro, lo que aumentará la cantidad de casos de anemia.
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