¿Recuerdan cuando estuvieron de moda los empaques de alimentos con las palabras “sin grasa” por todos lados? Luego llegaron los empaques con la leyenda “cero gramos de grasas trans”, “sin azúcar” y más tarde, “bajo en sodio”. Hoy en día la leyenda que prima por todos lados es “sin gluten”.
En general, algunas tendencias de la industria alimentaria -reproducidas cual mantras- fueron diseñadas para mejorar nuestra salud, específicamente la cardiovascular. Sin embargo, pregunta la Harvard Medical Schoo, ¿qué tan exitosos han sido estos esfuerzos?
“Los resultados son mixtos, pero creo que vamos en una buena dirección“, dice el Dr. Walter Willett, profesor de nutrición y epidemiología en la Harvard TH Chan Escuela de Salud Pública.
Aquí, un resumen de las principales tendencias alimentarias en las últimas décadas.
El mayor cambio -y la mayor historia de éxito– fue remover grasas trans de los alimentos procesados, dice el doctor Willet. La principal fuente de estas grasas dañinas es el aceite parcialmente hidrogenado, precisamente el aceite predilecto de la industria alimentaria por barato, fácil de usar y tener una larga vida de anaquel. Durante décadas, las bolsitas de frituras, los productos horneados, las galletas saladas, las papas fritas y la margarina se elaboraron con este tipo de aceites.
El problema de las grasas trans es que elevan el colesterol LDL, el tipo de colesterol que es indeseable para el cuerpo. Estas grasas hacen que la sangre tenga más probabilidades de coagularse, inflama el organismo y ello puede aumentar el riesgo de enfermedades cardiacas.
En 2003, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA por sus siglas en inglés) comenzó a exigir a los fabricantes que listaran las grasas trans en la etiqueta de información nutricional para aumentar la conciencia en los consumidores. Como resultado, muchas empresas optaron por dejar de usar grasas trans en sus productos.
En junio de 2018 estas grasas serán prohibidas en nuestros alimentos por completo, gracias a la decisión de la FDA.
La obsesión por todos los productos bajos en grasa se apoderó del mercado en la década de 1980 y terminó por generar consecuencias no deseadas. La industria alimentaria comenzó a reemplazar las grasas de sus productos por carbohidratos refinados como harina blanca y azúcar. En Estados Unidos comenzaron a comer más carbohidratos con la intención de disminuir el consumo de grasas.
Sin embargo, comer menos grasa no significa necesariamente perder peso. Las dietas altas en carbohidratos refinados pueden contribuir al aumento de peso y promover la diabetes tipo 2 y las enfermedades del corazón.
Es cierto que algunos carbohidratos son más saludables que otros, estos son los llamados carbohidratos complejos presentes en granos enteros sin procesar o mínimamente procesados tales como el pan integral o de centeno, arroz integral, trigo bulgur, harina de avena, palomitas de maíz y tortillas de maíz.
“Las dietas sin gluten son una tendencia últimamente, pero no hay suficiente evidencia para apoyar estas dietas en la mayoría de la gente”, dice el Dr. Willett. Las excepciones incluyen a las personas con enfermedad celíaca, que afecta a alrededor del 1% de la población.
Muchas personas creen que una dieta libre de gluten podría mejorar su salud, pero lo que no saben es que podría pasar todo lo contrario. Un estudio reciente de Harvard reveló que las personas que evitan el gluten pueden comer menos alimentos de grano entero, alimentos que aportan grandes cantidades de proteína, fibra y otros nutrientes. Además, los alimentos procesados sin gluten pueden contener más azúcar, grasa y sal que sus homólogos con gluten.
No es que las dietas sin gluten sean malas, pero la forma en que se han llevado a la vida cotidiana no es necesariamente saludable, dice el Dr. Willett. Las personas que necesitan y quieren evitar el trigo deben estar seguras de comer granos enteros sin gluten como el arroz integral, la avena y la quinoa.
Los carbohidratos que representan la mayor amenaza para la salud del corazón son los carbohidratos simples y refinados, especialmente el azúcar. Las dietas altas en azúcares se han relacionado con un mayor riesgo de enfermedades del corazón, incluso en personas sin sobrepeso.
La bebidas azucaradas como refrescos, jugos artificiales, bebidas energizantes y bebidas deportivas aportan la mayor parte del azúcar añadido en la dieta. En el caso de Estados Unidos, datos recientes muestran que en la última década el consumo de bebidas azucaradas disminuyó en un 25% gracias a campañas educativas y prohibiciones de las ventas de refrescos en las escuelas.
Desafortunadamente, otros esfuerzos de concientización sobre el azúcar están en suspenso. En 2016, la FDA aprobó una renovación de la etiqueta de Nutrition Facts que requeriría que los fabricantes de alimentos incluyan azúcares añadidos en sus productos, entre otros cambios; sin embargo, la resolución quedó archivada a principios de este año.
En 2016, la FDA propuso guías para que la industria alimentaria redujera la cantidad de sodio en sus productos. El problema con el exceso de sodio es que está relacionado con la presión arterial alta, ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. Un estadounidense promedio come aproximadamente un 50% más de sodio de lo que recomiendan los expertos en nutrición.
El tiempo dirá si las pautas de la FDA marcarán una diferencia.
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