¿Quién a la hora de ponerle kétchup a un perro caliente, papas fritas u otro alimento no ha tenido el terrible inconveniente de que el contenido salga de manera inesperada – y explosiva- de la botella que lo contiene?
Para muchos es casi un combate a manos limpias. Se golpea la parte de abajo del frasco para que el contenido descienda o se lo agita con desesperación. Lo que, por lo general, termina con la ropa salpicada y con malhumor.
Sin embargo, estos contratiempos no hacen mella en los consumidores. El kétchup o salsa de tomate sigue siendo un producto popular y, al año. Las distintas marcas alrededor del mundo venden cerca de US$3.300 millones.
Tal vez por esa razón un equipo de ingenieros de la Universidad de Melbourn ese dio a la tarea de investigar por qué resulta tan difícil servir este condimento cuando viene en botella o pomo. Sobre todo, cuál es la mejor forma de hacerlo.
“Lo primero que hay que aclarar es que la salsa de tomate no es un líquido. Es un sólido blando y sólo se mueve cuando se le aplica la cantidad de fuerza correcta”, explicó Anthony Stickland, ingeniero de la Universidad de Melbourne.
“Al igual de la pasta de dientes, tiene una constitución muy distinta al de una gaseosa u otro líquido dentro de un envase”, agregó.
La salsa de tomate o kétchup ya la utilizaban los chinos. La envasó y la comercializó un ciudadano estadounidense, Henry J. Heinz, en el siglo XIX en la versión que actualmente conocemos.
Y aunque los empaques de plástico y los pequeños sobres de aluminio han ayudado a que el trabajo de sacar el contenido sea más fácil y eficiente, las salpicaduras continúan en pleno siglo XXI.
Por eso, el ingeniero Stickland recomienda tres pasos para aplicar la fuerza necesaria. Y lograr que la viscosa sustancia roja salga de la botella sin mayores inconvenientes.
Primer paso, agitar. “Con la tapa puesta se agita la botella para que los contenidos sólidos se mezclen con los acuosos y de esa manera se produzca un flujo más suave de la salsa”.
El siguiente paso consiste en voltear la botella para que el contenido baje hasta la boca.
El tercer movimiento es el que se complica para la mayoría de las personas.
“Esta es la parte engañosa. Porque si la gente pone mucha fuerza para que el contenido salga de la botella, termina embadurnándose con ella. Pero si no se hace la salsa no va a salir por sí sola”, explicó Stickland.
“La mejor manera es inclinar la botella en un ángulo de 45 grados sobre la comida, retirar la tapa y agarrando la botella de la parte de abajo suaves -ni secos ni fuertes- que pongan en movimiento el contenido”, agregó.
La idea, según el ingeniero australiano, es ir aumentando la fuerza de los golpes en el fondo de la botella hasta que el contenido encuentre la vía de salida.
“Por lo general, la mayoría de los problemas al servir salsa de tomate ocurren cuando no queda mucho contenido dentro del envase. Estos tres pasos pueden ayudar a que se sirva lo que resta sin causar tanto desastre”, señaló.
Para Stickland la clave está en lo que llama “punto dulce” de la botella, donde hace falta aplicar la fuerza necesaria para que la salsa logre fluir suavemente y sin estallidos.
“Con ciencia y paciencia, incluso la más terca de las botellas de kétchup puede ser domesticada”, aseguró.