Enclavado en la Roma, este espacio nipón encierra, además de platillos deliciosos, enigmas que intentamos desvelar.
Es casi imposible que un chilango amante de la cultura japonesa no haya escuchado hablar de Mikasa. Más aún, haber pasado frente a su famosa sucursal en la colonia Roma y no salir con (por lo menos) un yakimeshi en el estómago, podría ser catalogado como un verdadero deshonor a la cultura nipona.
Muchos hemos llegado hasta sus puertas en busca de un rollo de sushi, un refrescante vaso lleno de Calpis o hasta provisiones de sake y de las famosas galletas Pocky (que no en cualquier lugar se encuentran).
El sitio tiene un “no sé qué”, que desconcierta. Ya sea por el ejército de orientales que silenciosamente atienden el negocio desde hace 25 años. Por los dueños que pasan horas contemplando el paisaje de la calle, desde alguna de las terrazas. O por la perfección milimétrica con que están ordenados los productos en los anaqueles de su tienda de comestibles, traídos de ultramar.
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Consideramos que este imperdible, enclavado en terrenos de la colonia Roma (e incluso más visitado entre semana por mexicanos, que por japoneses), merecía un homenaje. Decidimos investigarlo y descubrimos cosas sorprendentes. Confirmamos nuestra idea inicial: el sitio encierra enigmas y eso lo hace aún más interesante.
Por razones culturales, incluso de seguridad, su dueño prefirió no dar entrevista. No fotos, no dar información de más, rendirle un tributo a la elocuencia de ciertos silencios. Pero sí facilitó algunos datos que nos hicieron revalorar la imagen que teníamos del restaurante y descubrimos que éste resultó ser un verdadero emporio.
Fue así como llegó a México por ahí de 1992 y decidió poner un “mini OXXO” de artículos japoneses —que surtía con lo que alcanzaba a meter en cajas, cada que regresaba a la lejana isla que lo vio nacer— frente a donde se encuentra hoy la sucursal principal del negocio. La comunidad nipona empezó a frecuentar la tienda, pasó la voz y Mikasa creció.
Cabe hacer una breve referencia sobre su nombre. No tiene nada que ver con el juego de palabras de “mi casa”, “tu casa”, ni con la casa de nadie. Mikasa fue el buque de guerra más importante de Japón. Libró legendarias batallas contra ofensivas rusas antes de la Segunda Guerra Mundial. Sobrevivió para contarlo y hoy es un museo anclado en el puerto de Yokosuka (cerca de Tokyo).
Es decir, se trata de una acorazada gloria nacional.
Actualmente, su apelativo es un símil de la leyenda, pero en tierras aztecas. Mikasa no sólo es el restaurante que muchos aman en secreto por sus opciones de sushi, bentos, udones, donburis, la barra de empanizados y las parrilladas al carbón de la plana baja. Sino que cobija bajo el peso de sus letras a todo un grupo comercial.
Tiene supermercados, así como una tienda de pescados, una crepería para otakus, al menos siete restaurantes (repartidos entre la CDMX, Guanajuato y Veracruz) y una barra especializada en ramen. Es todo un espectáculo observar cómo a la gente se le pierde el rostro detrás de sus enormes bowls.
A estas alturas, ya te habrás dado cuenta de que este lugar es más que nigiris, bolsitas de té verde y esbeltas botellas de licor de ciruela. Seguro estarás de acuerdo en que cualquiera de sus instalaciones es un como un tributo (bien merecido y delicioso) a Japón.
Más allá del misterio que encierra, y que seguramente nunca podremos desvelar, se comprende que este sitio tiene una de sus mayores virtudes justamente en el nombre. Cada que al señor Tsuchiya le preguntan su razón de elegirlo, contesta: “yo le puse así, porque no quería que un día mi negocio se hundiera.”
La nota original la puedes encontrar en Munchies en Español.