La ciudad de México está repleta de rincones que cuentan historias y que parecen detenidos en el tiempo. Sobre Insurgentes esquina con Antonio Caso, en la colonia San Rafael, se encuentra uno de ellos: La Especial de París, una heladería de casi 100 años de antigüedad que comenzó como un simple carrito con tres sabores de helados y que ahora cuenta con más de 22 y una clientela fiel que los ha acompañado en las buenas y en las malas.
La historia de La Especial de París comenzó en 1921 y alcanzó tanta fama que hasta el cronista y poeta mexicano Salvador Novo la catalogó en su libro La nueva grandeza mexicana como uno de los mejores lugares para saborear un buen helado. Fue tan conocida que actores de teatro, de televisión y presidentes la visitaron con frecuencia.
El responsable de esta leyenda capitalina fue Domingo Lozada, quien aprendió a hacer helados con una pareja de italianos. Cuando ambos regresaron a Italia y cerraron su heladería, Domingo decidió ganarse la vida haciendo sus propios helados “mexicanizados”, cuenta Vicente Lozada, nieto y encargado actual de La Especial de París.
Domingo comenzó con un carrito y tres sabores, pero en 1929 ya tenía un puesto de madera con seis sabores de helado -precisamente en la intersección de las calles París, Ramón Guzmán (hoy Insurgentes centro) y Artes (hoy Antonio Caso)- y finalmente en 1942 compró el local donde actualmente se encuentra esta heladería. Así, cuatro generaciones de hombres de apellido Lozada -padre, hijos y nietos- se han encargado de preservar la tradición, el concepto y las recetas de La Especial de París.
Uno de los sabores consentidos en este lugar es el de vainilla. Aunque puede parecer el más simple, lograr un buen helado de vainilla es todo un reto. Vicente explica que para hacerlo utilizan vainilla mexicana natural de gran calidad, nada de saborizantes artificiales ni conservadores.
En La Especial de París hacen helados cuatro o cinco veces a la semana. “Nosotros no podemos y no queremos fabricar un día 300 litros de helado (…) y dentro de seis meses sacar la última cucharada de ese lote de helado”, asegura Vicente convencido de que este lugar aún conserva “esa parte romántica de los helados artesanales”.
Además de la vainilla y otros clásicos, La Especial de París ofrece sabores tan interesantes como el helado de tabaco, de mazapán con palanqueta y de yerba mate; también de chocolate oaxaqueño, de aceite de olivo con arándanos, nuez de la India y piñones, queso de cabra con sultanas de coñac o nieves de fresa con albahaca, zapote, maracuyá y otras. Por supuesto también hacen helados con ingredientes de temporada, como la mandarina y la calabaza en tacha.
Aparte de los helados también venden crepas, waffles, pasteles, entre otras delicias que poco a poco fueron incorporadas al menú.
Con tanta historia y tradición, la relación entre los clientes asiduos y los empleados de la heladería ya se acerca a lo familiar, hasta el punto de compartir bautizos, cumpleaños y hasta bodas. Este tipo de lazos es algo que difícilmente se genera en los lugares modernos. Sin duda, La Especial de París ha sabido formar comunidad y ser parte de la vida cotidiana de los capitalinos que transitan las calles de la colonia San Rafael.
Y aunque los hermanos Lozada –Vicente y Miguel– han recibido ofertas de expansión para convertir La Especial de París en franquicia, la negativa ha sido constante por una razón: no quieren perder el sabor, la tradición, ni el camino. “No fue lo que se nos enseñó”, dice Vicente.
El compromiso de Vicente y Miguel es tan fuerte que “aquí solamente cerramos cuando alguien muere; en total, en todos estos años solo hemos cerrado 14 veces”, dice Vicente orgulloso.
“Cuando yo tenía como 15 años mi papá me dijo: ‘yo no te veo aquí cuando ya no esté’. A mí no se me olvida (…) El día que cerré mi consultorio (Vicente es odontólogo) fue uno de los días más horribles de mi vida (…) Para mi familia fue un cambio muy drástico, el día que yo decidí trabajar aquí fue muy difícil. Decidí colgar el título y trabajar aquí. Me dolió, pero le dije a mi papá: ¿recuerdas que me dijiste que no me veías aquí? Ya pasaron 25 años y aquí sigo. Se veía muy lejos pero estamos a 4 años de los 100′”.