Para entrarle al sotol, una recomendación: poco a poco. “Es como cuando de la noche a la mañana te quieres aventar un maratón, por supuesto no vas a aguantar nada”, dice el maestro sotolero Gerardo Ruelas de Oro de Coyame.
Es en los desiertos de Chihuahua, Coahuila y Durango donde se produce esta bebida destilada llamada sotol, la cual proviene de una cactácea conocida como sereque. No es un agave, pero se jima igual y se somete al mismo proceso de destilación que los agaves para los mezcales y el tequila.
Sin duda, también es una bebida llena de historia. Desde hace casi mil años, indígenas del norte de México –entre ellos los tarahumaras y los anazasis- preparan sotol para ceremonias religiosas y aliviar algunos padecimientos del estómago y el sistema cardiovascular.
“Como a toda bebida espirituosa mexicana le hicieron el feo por mucho tiempo, pero yo espero que poco a poco alcance el auge que merece”, dice Gerardo Ruelas, maestro sotolero que nació en una familia que produce sotol desde 1930 en Aldama, Chihuahua.
Hoy, a sus 33 años de edad, Gerardo Ruelas está al frente de Oro de Coyame y del rancho de 5 mil hectáreas que produce unos mil 600 litros de sotol por semana.
Durante el Primer Encuentro Nacional de Maestras y Maestros del Mezcal, que se realizó en el Huerto Roma Verde de la ciudad de México en abril pasado, Gerardo llevó tres sotoles Oro de Coyame con perfiles totalmente distintos: el blanco, uno preparado con veneno de víbora de cascabel (¡sí lo probamos!) y otro macerado con 27 hierbas que pueblan los desiertos chihuahuenses.
Para entrarle al sotol, la recomendación de Gerardo es probar primero el blanco o joven para apreciar todos los olores y sabores naturales de la bebida. Quien esté familiarizado con el mezcal no lo sentirá tan fuerte. Hay que beberlo lento, con sorbos pequeños.
El segundo paso en los caminos del sotol es probar el que viene con veneno de víbora de cascabel, que tiene un color ámbar por las pequeñas pencas de sereque añadidas a la botella y no por barricas de madera. No temas, el sabor de esta bebida es inesperadamente dulzón, mucho más suave que un sotol blanco. “Dicen que este veneno tiene propiedades contra el cáncer, los triglicéridos, el colesterol”, cuenta Gerardo mientras muestra entusiasmado un video de cómo extraen el veneno a las víboras.
Finalmente, el sotol macerado con 27 hierbas medicinales del desierto. Un paladar norteño reconocerá el gordolobo, el chuchupate (una raíz) y la hierba del zorrillo al primer trago, asegura Gerardo. Un paladar citadino será sorprendido por un sabor y olor medicinal, muy fuerte hasta en la nariz.
Aunque esta bebida se produce en los desiertos mexicanos, la mayor parte de la producción de Oro de Coyame va al extranjero, principalmente a Texas, California, Chicago, Nueva York, Australia e Italia.
“Aquí de repente veo muchas caras feas cuando lo prueban, especialmente por el grado de alcohol”, dice Gerardo. Sí, no hay de otra, tienes que entrenar tu paladar para poder apreciar los sabores de esta bebida que tiene entre 35 y 55 grados de alcohol.
¿Cómo? Bebiendo.
¡Salud!