Las tendencias culinarias apuntan a una alimentación cada vez más natural, el consumo local, la agricultura orgánica, dietas sin tanta carne e ingredientes que van del huerto al plato. Suena bellísimo, pero sigue sin resultar práctico.
Para resolver este tema, una opción muy sencilla es comprar vegetales y frutas empaquetadas y congeladas, aunque los partidarios de la cocina fresca y natural alcemos una ceja cuando escuchamos la propuesta. Consumir alimentos congelados supone la pérdida de algunas cualidades nutricionales de los alimentos, ¿cierto?
Pues no. No siempre.
Resulta que congelar frutas y verduras resulta ser poco invasivo, implica pocas pérdidas de nutrientes y una alteración moderada en los alimentos, según un estudio elaborado por investigadores de la Universidad de Georgia y financiado por la Fundación de Alimentos Congelados (alzamos otra ceja).
Este estudio concluye que estadísticamente hay poca variación en la concentración de nutrientes y que incluso algunos alimentos congelados retienen más nutrientes que los frescos.
Los investigadores tomaron diversos alimentos que regularmente encontramos en los refrigeradores de los supermercados como brócoli, coliflor, maíz, ejotes, chícharos, espinacas, arándanos y fresas y analizaron la presencia de vitamina C, beta-caroteno y ácido fólico.
Resulta que los ejotes, por ejemplo, presentaron menos vitamina C frescos que congelados; el maíz más betacaroteno congelado que recién refrigerado. Sin embargo, también hubo excepciones: el brócoli contiene menos betacaroteno cuando está congelado que cuando está fresco.
Seguramente te saldrá más barato y más rápido abrir tu congelador y tomar frutos rojos para tu licuado mañanero por tres meses que comprarlos frescos y con un tiempo de vida menor.
La congelación es uno de los sistemas más seguros para conservar los alimentos y si se lleva a cabo una cocción adecuada -para productos cárnicos, por ejemplo-, es un combo que nos proporciona seguridad en cuanto higiene alimentaria.
Hay que poner especial atención en la carne, que es altamente vulnerable a bacterias en relación con los cambios de temperatura. Una de las principales consideraciones que debemos de tener en mente es que el proceso de congelación no mata a las bacterias patógenas, solo inhibe su crecimiento. Es necesario ser minuciosos con mantener el frío, ya que si se producen cambios de temperatura las bacterias pueden crecer en intervalos de tiempo muy cortos.
Por esta razón, si vas a congelar un trozo de carne debes hacerlo lo más rápido posible -porque además afecta el sabor-. Si el enfriamiento se hace de manera lenta se formarán cristales de hielo de un mayor tamaño, lo que provocará más daños en la textura de la carne. Un congelado muy rápido, en cambio, produce cristales pequeños y no afecta tanto a la capacidad de retención de agua de la carne por lo que conserva la mayor parte de sus jugos.
Ahí, lo tienes. Ahora no tienes por qué sentirte inferior por preparar tus batidos energéticos con alimentos congelados. ¡Levanta ese vaso con orgullo!