La comida es un tema histórico aunque no es fácil hacer un recuento sobre las costumbres de otras épocas, pues los pequeños cambios en la dieta han sido continuos y por eso, es difícil identificarlos entre una generación y la siguiente, además de que las dietas afectan a pequeños grupos y a ciertas clases sociales, sin que trascienda para el resto de la sociedad.
No es fácil hacer un recuento sobre las costumbres de otras épocas
Sin embargo, la dieta y los cambios que hubo en el siglo XVI y XVII en la Inglaterra de Shakespeare se pueden conocer porque, como sabemos, la comida era y sigue siendo un tema de interés y más en esa época cuando comenzaron a aparecer obras impresas que hablaban de la salud como de las dietas que les permitiría mantener una mejor salud.
Pero en esos siglos, la gente comenzó a viajar por Europa, al Lejano o al Oriente Medio y, otros, más aventureros, se lanzaron a la conquista del Nuevo Mundo al otro lado del Atlántico. Durante esos viajes, traían novedades que se integraban a su dieta que si bien, en un principio, les parecían extrañas, pronto se volverían una parte importante en la elaboración de la comida.
Los viajeros traían novedades que se integraban a su dieta que en un principio parecían extrañas
La fantasía y las excentricidades que imaginaban sucedía en otras épocas en Alejandría, a orillas del Nilo allá en Egipto las conocemos por la narración que hace Enobarbo, el lugarteniente de Marco Antonio, cuando describe el encuentro entre el Triunviro con la reina Cleopatra, sin que el romano Mecenas, austero y militar, conociera de esos famosos almuerzos y banquetes como los que decía que se ofrecían en Alejandría:
ENOBARBO
—Antonio estaba sentado a solas en su trono en medio de la plaza del mercado silbando en el aire hasta que mejor salió volando para contemplar la llegada de Cleopatra que parecía superar a la naturaleza. Cuando ella bajó del barco, Antonio la mandó llamar para invitarla a cenar y ella le contestó que sería mejor si él aceptaba ser su huésped esa noche… tras afeitarse hasta diez veces la barba, fue al banquete y pagó con el corazón lo que había comido con los ojos.
MECENAS
—¿Nos dices que para el desayuno había hasta ocho jabalíes asados sólo para doce comensales?
ENOBARBO
—Eso que dices del desayuno de los jabalíes no es más que una mosca comparada con un águila. Hemos tenido banquetes y fiestas monstruosos, dignos de contarse.
Antonio y Cleopatra, (2.2. 192-194)
Estas historias las escucharon los ingleses en el teatro y eran motivo de discusiones cuando preferían agregar a sus tratados, las voces de los viajeros y de los médicos, así como, ya era una costumbre, integrar en su dieta el producto de sus cacerías. Así es que, por todo esto, tenemos un vislumbre de sus opiniones sobre lo que se debía o no comer, de lo que estaba de moda y de los distintos sabores de los productos que traían los extranjeros a Inglaterra.
Tenemos un vislumbre de sus opiniones sobre lo que se debía o no comer
Algunas personas compilaron libros de cocina escritos a mano para su uso personal (los famosos recetarios de la abuela) y, con el tiempo, comenzaron a aparecer otros libros de cocina impresos (con la influencia de las reinas francesas como Catalina, la esposa de Enrique V) que, al leerlos cuatro siglos después, nos permite tener una idea de los hábitos, los entusiasmos y los prejuicios alrededor de la comida en la época isabelina.