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Bodegas de vino en las tripas del puente de Brooklyn

Por Mayra Zepeda

El puente de Brooklyn fue el primer colgante con cables de acero en todo el mundo. Después de su construcción se convirtió en el puente colgante más largo del mundo, con casi 500 metros de largo.

Durante su construcción, al pie de cada orilla del río había dos conocidos establecimientos: del lado de Brooklyn estaba Rackey’s Wine Company y del de Manhattan estaba instalada Luyties & Co., una famosa tienda de licores.

En ese entonces, los ingenieros a cargo de la construcción del puente vieron una oportunidad para compensar los enormes costos de levantar cada piedra de la maravilla arquitectónica que conectaría dos importantes y pujantes ciudades. Por ende, en el diseño del puente incorporaron dos inmensas bodegas, una en cada orilla, junto con otras cámaras abovedadas para alquilarlas a empresas locales.

Los planos originales también incluían una galería de tiendas dentro de los cimientos del puente -tiendas que nunca se concretaron-, pero el espacio terminó por utilizarse para exposiciones de arte hasta antes del 11 de septiembre de 2001, cuando se cerraron por motivos de seguridad.

Desde 1870 inició el uso y renta de las bodegas. Los siguientes años, distintas compañías de vinos y licores comenzaron a rentarlas. Las condiciones de aquella construcción resultaban idóneas para albergar mucho y buen vino, por el granito, la oscuridad y una temperatura fresca permanente.

A finales de 1910, durante la prohibición de alcohol en Estados Unidos, el uso de estos espacios como bodegas de vino se sustituyó por bodegas para almacenar periódicos y en 1933, con el fin de este periodo, nuevamente las cavernas y tripas del puente fueron hogar de otras compañías muy importantes de venta y distribución de vino en Nueva York.

Después de la Segunda Guerra Mundial, por razones logísticas la ciudad de Nueva York asumió la dirección permanente de las bodegas y por ello no mucha gente ha tenido acceso a ellas.

Las bodegas de vino de los pilares del puente de Brooklyn son un clásico mito urbano -en este caso real-, tan es así que una investigación periodística de la revista New York Magazine en 1978 relató que en alguna de las viejas paredes de las enormes bodegas aún se sigue viendo una frase que dice “Who loveth not wine, women and song, he remaineth a fool his whole life long.”

Nos queda la duda sobre si estas legendarias bodegas podrían ser abiertas al público algún día, ya sea para visita o incluso para su intención original: guardar vinos. ¡Ojalá! Sería una verdadera experiencia caminar entre las cavernas del puente disfrutando -como se hizo hace muchos años- de los mejores vinos del mundo.