Hace más de dos años, la cocina de una casa en el suburbio de la zona norte de Río de Janeiro fue adecuada para producir cerveza. Sin embargo, fue a finales de 2015 cuando la Cervecería Artesanal de la Zona Leopoldina se convirtió en un punto no solo de producción de cerveza, sino de pensamiento feminista.
El día comienza a las 10:00 horas. El primer paso es poner al fuego varios kilos de malta como proceso inicial para obtener cincuenta litros de Red Ipa.
La anfitriona es Leinimar Pires, quien convocó a través de redes sociales a otras mujeres interesadas en la cerveza. Ella, Sabrina Araujo del estado de Ceará y Amanda Lourensen de Río Grande do Sul imaginaron e hicieron realidad el Primer Encuentro Nacional de Cerveceras Feministas en Brasil, un fin de semana dedicado a la cultura de su bebida favorita.
Leinimar es una mujer negra, madre y profesora de Filosofía y Letras que comenzó a hacer cerveza por invitación de su pareja. Después de aceptar, decidió que aprovecharía el espacio para también hacer política. Así formó el colectivo La Cerveza de la Mujer Guerrera con sus amigas y vecinas, y desde entonces produce cerveza artesanal que vende en ferias y entre su grupo de amigos.
Unas 15 mujeres atendieron la invitación en Facebook para presenciar y ayudar en la creación de la Red Ipa, unas para iniciar de cero y otras con experiencia.
Sabrina, del colectivo Molotov, es una mujer bajita pero de brazos fuertes que ayuda a calentar 50 litros de agua purificada. Luego Leinimar añade la malta mientras explica la razón de convocar un encuentro de mujeres cerveceras.
“El objetivo es discutir el papel de la mujer en el mundo de la cerveza e integrarla de nuevo como protagonista en la producción”, dice mientras la malta en el fuego comienza a desprender un olor dulzón parecido al que sale de las cocinas de repostería.
En un artículo que escribió para el periódico Jornal do Brasil, la profesora de Filosofía cuenta que antes de la revolución industrial la producción de la cerveza era familiar y hecha principalmente por las mujeres, quienes también vendían la bebida a pequeña escala, con lo que conseguían cierta libertad económica.
“Cuando los hombres descubrieron el potencial económico, le robaron el papel protagónico a las mujeres”, dice Leinimar mientras Amanda, del colectivo Ceres, mide la temperatura del agua que no debe pasar de los 60 grados para conseguir extraer los azúcares de la malta que después se convertirá en el alcohol de una cerveza estilo Red Ipa.
En la sala de la casa en la que la cervecería Leopoldina tiene un bar frecuentado por gente del barrio, Leinimar continúa. “Cuando uno piensa en la relación entre la mujer y la cerveza lo primero que viene a la mente es la publicidad de cerveza industrial en el que la mujer es sexualizada y colocada como objeto y no como consumidora”.
Por esta razón, las etiquetas de la Cerveza de La Mujer Guerrera homenajean a mujeres de la lucha por los derechos civiles. La negra Mahin, que participó en los levantamientos por la abolición de la esclavitud en el Brasil del siglo XlX, ocupó la etiqueta del primer lote de cervezas estilo Red Ale en 2015, mientras que una cantante negra fue homenajeada recientemente con un lote de India Pale Ale por su carácter fuerte frente a una vida adversa. En los refrigeradores del bar, unas 200 botellas de éstas y otras marcas artesanales ya heladas esperan por algún parroquiano o parroquiana con sed.
El bar tiene un ambiente familiar. Algunas mujeres del colectivo vienen con sus hijos pequeños que gatean o juegan con sus padres. Un pequeño de unos dos años que es el centro de atención por sus lindos ojos rasgados y grandes cachetes come un pan hecho con miel y la malta que se usó para obtener azúcares para cerveza.
Las mujeres reivindican a la birra como alimento. “No pretendemos acabar con el consumo de cerveza industrial, pero queremos que la gente sepa que tiene otras opciones y que puede mudar la forma consumista en que se bebe. En vez de tomar varias cervezas baratas para emborracharse, las personas pueden beber dos o tres que harán el mismo efecto pero que al mismo tiempo serán nutritivas”, afirma la profesora de Filosofía para quien hacer cerveza también es una ideología.
De acuerdo con Leinimar es posible vender una cerveza artesanal a un precio compatible con la realidad de la gente, “si se deja de pensar en ellas como un producto gourmet”. De lo contrario, su precio seguirá elevado en comparación con las marcas industriales.
Ya es cerca de medio día y el termómetro en Río de Janeiro debe marcar unos cuarenta grados. Algunas mujeres comienzan a degustar cerveza para refrescarse y otras regresan a la cocina para la siguiente etapa con la malta.