Detrás de una botella de vino hay toda clase de historias que nos transportan a los sitios más bellos del mundo. Las historias que nos cuentan los vinos italianos Gaja comienzan con una familia que por cuatro generaciones se ha dedicado a la producción de vinos orgánicos, que ya están a la venta en México.
Por Roxana Zepeda.
La familia Gaja comenzó a hacer vinos en 1859 y actualmente tienen 20 etiquetas de tres diferentes regiones de Italia: Barbaresco, Montalcino y Bolgheri, sitios donde cultivan variedades de uva como nebbiolo, cabernet sauvignon, chardonnay y sauvignon blanc.
El Barbaresco es el vino que se ha mantenido durante generaciones, por ello es el más representativo de la familia. Esta delicia se produce en el noreste de Piamonte, en el pueblo de Barbaresco, un lugar donde solo habitan 600 personas, donde sólo hay una iglesia, cuatro restaurantes (dos de ellos con una estrella Michelin) y 100 bodegas de vino.
Esta región pintoresca y llena de paisajes hermosos, además de ser muy conocida por el vino, es famosa por la trufa blanca. Se dice que cuando los vinos de esta región se añejan adquieren notas de trufa en su aroma.
La tradición de este vino comenzó con el bisabuelo de Gaia Gaja, la joven empresaria que ahora se encarga de promover y distribuir por distintas regiones del mundo los vinos de la familia.
Después, su abuelo quiso poner a Barbaresco en el mapa y durante 30 años fue el único que compró tierras para cultivar vid en esta región, una decisión muy acertada que daría un patrimonio a las siguientes generaciones de la familia, ya que actualmente estas tierras son muy caras.
Su padre, que ahora tiene 77 años, siempre trató de hacer las cosas de diferente manera; quería que los vinos tuvieran su propia personalidad, por lo que siempre piensa en innovaciones para los viñedos.
Desde 1993 la familia adquirió tierras en Montalcino, en la Toscana italiana, donde siempre se ha producido vino. Ahí construyeron una bodega subterránea que está recubierta con rocas para hacerla invisible y protegerla.
Esas tierras las adquirieron junto con 16 propiedades, ahí donde viven los trabajadores que cuidan la uva y hacen todo el proceso del vino. Gaja no contrata a empleados temporales, en el viñedo trabajan familias completas que llevan ahí muchos años, toda la vida, pues parte de la filosofía de esta casa de vinos es que los trabajadores deben conocer la tierra y las uvas, por ello cada uno tiene bajo su responsabilidad los mismos viñedos, así conocen siempre las mismas plantas, sus necesidades y saben cuando algo anda mal con ellas o cómo hacerlas producir una mejor uva.
El cambio climático ha afectado a la industria del vino, Gaja lo sabe porque desde hace 15 años han sufrido las consecuencias del aumento de temperaturas y han estudiado cómo el calor afecta los sabores del vino. Además de que si las temperaturas son cálidas en el invierno, muchos insectos no mueren y después se convierten en plagas que afectan al viñedo. Esto ha obligado a Gaja a convertirse en una empresa sustentable y adaptada a las nuevas condiciones climatológicas. En esta bodega, en lugar de contratar a otros expertos en vino, comenzaron a trabajar con siete científicos universitarios expertos en botánica, medio ambiente y suelos, quienes asesoran sobre cómo utilizar la hierba para producir mejores uvas y proteger al viñedo de una forma natural ante las inclemencias del cambiante clima.
Por esta razón, en los viñedos de Gaja observarás que, al contrario de los viñedos tradicionales, la hierba es alta (a los trabajadores les llega a la cintura), pues esto ayuda a mantener una temperatura más fresca alrededor de las uvas, evitando así que se calienten con el sol, fungiendo como un protector natural.
“Las plantas son cómo las personas, si quiero que estén sanas necesito que vivan en un ambiente sano y lleno de vida”, señala Gaia.
Otra característica de estos viñedos es que entre la hierba hay flores. De acuerdo con Gaia, se dedican a cultivar vida y por ello también el único fertilizante que utilizan es estiércol de vaca, porque como tiene tres estómagos, digieren tres veces la comida, por lo cual no tiene un mal olor y le hace muy bien al suelo por la microvida que le da. En este ecosistema de vinos orgánicos las flores también tienen un papel importante, pues llaman a las abejas y ayudan a preservar el proceso de polinización alrededor del viñedo.
También han dejado de arar la tierra para evitar la erosión y mantener el equilibrio de agua en el suelo, por ello solo remueven la tierra alrededor de las plantas con mucho cuidado, tratando de hacerles el menor daño posible y cuidar la salud del suelo. De esta manera, las plantas crecen con todos sus nutrientes y se desarrollan de una forma más natural.