Hace un par de años se pusieron de moda en la Ciudad de México –y otras ciudades del mundo– los food trucks, esos camiones equipados con una cocina que se instalan en una calle y sirven alimentos como hamburguesas, mariscos y kebabs. La verdad es que eso de ofrecer comida sobre ruedas ya existía hace muchos años y estamos enojados de que los hipsters y entrepreneurs crean que le encontraron la redondez a la rueda.
No, señores hipsterpreneurs, la auténtica comida de carrito en la Ciudad de México tiene muchos años y estas son nuestros alimentos favoritos sobre dos o más ruedas.
Dos ruedas son las responsables de ofrecer en muchas calles de la Ciudad de México el mejor almuerzo jamás inventado por el hombre: el taco de canasta. La etiqueta del almuerzo perfecto indica que mínimo se deben pedir cuatro: uno de cada uno (chicharrón, papa, frijol y adobo). Se les debe agregar la clásica salsa molcajeteada con aguacate, tomate y cebolla, o si se prefiere unos chiles y zanahorias en vinagre. Todo esto acompañado por una Coca-Cola de vidrio o un Boing de mango o guayaba.
Aprovecho este espacio para desde aquí mandar un saludo al taquero de canasta de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales en Ciudad Universitaria que varias veces me salvó de morir de hambre.
Si “le taqué du canaste” es el almuerzo por excelencia, el tamal es el desayuno o cena perfecto. Nada es más emocionante en una fría mañana capitalina que ver el triciclo de la señora de los tamales parado en la esquina, con el anafre aún prendido y el atole calientito. No importa si es de verde, mole, rajas o dulce; no importa si es una guajolota o la versión light sin bolillo, siempre hay una buena razón para ir al triciclo de los tamales.
La opción de cena no es menos espectacular: ni siquiera la alerta sísmica hace que salgamos tan rápido de nuestros hogares como el sonido de “ya llegaron sus ricos y deliciosos tamales oaxaqueños”.
La mejor colación para la tarde no es una fruta y una barra de cereal, es el grano de maíz cocido con su epazote, su chile y su cebolla. Ya sea en carrito o en triciclo, los héroes anónimos del esquite y el elote llegan cada tarde a las calles de la Ciudad de México para ofrecernos una de las mejores versiones del maíz en México.
La decisión más difícil estando ahí es elegir entre el elote tapizado de mayonesa, queso rallado y chile piquín; o el vasito de esquites también con su mayonesa, queso rallado y chile piquín. Si no están babeando como nosotros en este momento puede ser que estén muertos por dentro.
Sabritas, qué. Una botana de verdad viaja sobre un carrito rectangular con vidrios transparentes, lleva mucho limón, salsa Valentina y un poco de sal. Los clásicos del carrito de los chicharrones son, obviamente, los chicharrones de harina, las papitas fritas y los churritos. En los últimos años la ley de la oferta y la demanda –suponemos–, ha provocado que se ofrezcan más variantes como cheetos de granel y papas fritas de sabores.
Pero de algo estamos seguros, no hay emoción más grande que caminar por un parque con una bolsa de chicharrones llenos de limón y salsa.
No todo es comida chatarra en la vida, pero cuando de frutas se trata, el carrito de los mangos es el absoluto ganador de la Ciudad de México. Como todo lo que sabe rico en la vida, a esta deliciosa fruta también se le puede agregar limón, sal, Miguelito, chile del que pica y chamoy. Ya sea con menjurjes picositos o au naturel, los mangos son una delicia.
Lo único malo: es fruta de temporada, así que sólo es fácil encontrar a estos héroes anónimos del mango en primavera y verano. Uno de ellos se llama Toñito, te contamos su historia.