En el último año, la compañía estadounidense de fresas Driscoll ha sido el foco de protestas de agricultores, huelgas y boicots. Una gran parte de sus fresas son cosechadas por jornaleros que trabajan por día o por temporada. Estos jornaleros migran desde todo México hacia Sinaloa y Baja California, donde la mayoría de los proveedores de Driscoll se localizan.
Sin embargo, como suele ser para los migrantes, la promesa de las oportunidades se disuelve en una realidad llena de miseria. Los recolectores de fresas del norte de México ya tuvieron suficiente.
La cadena de suministro mundial de alimentos se compone de muchos productores, por un lado, y muchos consumidores, por el otro. Entre ellos hay un puñado de compradores poderosos, como Driscoll. Estas pocas empresas controlan el comportamiento de los productores, empujando hacia abajo los precios y exigiendo volúmenes excesivos de producto. (1)
Driscoll no produce las fresas que vende, las compra a granjas como BerryMex en México o la Sakuma Brothers Farm en Estados Unidos (2), las cuales están bajo ataque por movimientos de sindicatos y otras organizaciones, las cuales protestan por el maltrato contra los trabajadores del campo.
En México, los recolectores de fresas viven la trágica realidad de la esclavitud moderna. Los trabajadores ganan 7 dólares al día y usualmente no les pagan hasta el final de la temporada; además, no reciben prestaciones. Las familias que no pueden pagar una guardería llevan a sus niños a los campos o los dejan sin supervisión y encerrados en sus casas. Muchas veces, poner a sus hijos a trabajar es la única forma en que los padres pueden alimentarlos. Aunque la ley mexicana prohíbe que cualquier persona menor a 15 años de edad trabaje, las compañías pueden ignorar fácilmente este mandato.
Por ejemplo, como una protección para los negocios, hay una ley que demanda que las empresas sean notificadas antes de ser auditadas. Las empresas toman ventaja de esta advertencia y esconden a los niños, pasan la inspección y luego continúan con sus labores de manera normal (3).
Como usualmente las granjas están aisladas, surgen comunidades marginadas de jornaleros a su alrededor. Los jornaleros viajan por el país buscando trabajo, así que sus condiciones para vivir raramente cumplen los estándares más básicos de higiene y seguridad. Por ejemplo, las cuarterías son establecimientos ilegales y baratos que albergan a los jornaleros y sus familias. Aquí, las familias son atiborradas en pequeños espacios sin agua ni electricidad. (4)
Más de la mitad de los trabajadores agrícolas mexicanos provienen de comunidades indígenas y muchos de ellos ni siquiera hablan español (5). Tampoco tienen recursos para traducir documentos importantes como contratos, manuales o textos que los protejan. Como resultado, trabajan en la oscuridad y esperan lo mejor.
Grupos de trabajadores agrícolas, cansados de ser oprimidos por el sistema internacional y neoliberal de alimentación, se han organizado para luchar por la justicia. Una de sus mayores preocupaciones es que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) no ha tomado las suficientes acciones contra la explotación laboral. La regulación se conduce de manera informal y es promulgada por las mismas instituciones que la OIT debe vigilar.
Por ejemplo, cuando el Fair World Project denunció la negligencia de Driscoll y las condiciones deplorables de sus proveedores, Driscoll envió a un empleado a inspeccionar la granja de BerryMex (6) en San Quintín, Baja California. El inspector de Driscoll rápidamente determinó que todo estaba en orden, BerryMex lanzó un comunicado de 200 palabras (7) asegurando su compromiso con las condiciones laborales justas y el asunto se acabó. Las quejas sobre explotación laboral generalmente acaban en arreglos y la ley no se toca.
Líderes de los grupos a favor de los derechos de los trabajadores, como Fidel Sánchez de la organización Alliance de San Quintín, ya abandonaron los enfoques legislativos. Dicen que una reforma llegará sólo desde abajo, a través de protestas, huelgas y boicots (8).
En una entrevista con Vice, Sánchez urgió a los consumidores a unirse con los productores y “hacerse unas preguntas a ellos mismos y a los supermercados” para hacer conciencia de dónde viene su comida y las manos que la producen.
Dana Geffner, presidenta del Fair World Project, dice que “las fresas frescas son deliciosas y sanas, pero los consumidores no valoran las fresas frescas más que las vidas de aquellos que las cosechan”. (9)
1 Oliver DeSchutter, “Addressing Concentration in Food Supply Chains,” Briefing note of the U.N. Special Rapporteur on the right to food, December 2010.
2 Rachel Luban, “Alleging Labor Abuses, U.S. and Mexican Workers Call for Boycott of Driscoll’s Berries,” In These Times, April 18, 2015.
3 “The Fruits of Mexico’s Cheap Labor,” produced by Amparo Rodriguez, Vice News, Aug. 14, 2015. Documentary.
4 “The Fruits of Mexico’s Cheap Labor”
5 Rachel Luban, “Alleging Labor Abuses, U.S. and Mexican Workers Call for Boycott of Driscoll’s Berries.”
6 Rachel Luban, “Alleging Labor Abuses, U.S. and Mexican Workers Call for Boycott of Driscoll’s Berries.”
7 “BerryMex is at 100 Percent Capacity With Its Workforce” A pdf released April 2 2015,
8 Luis Hernández Navarro, “Fidel Sánchez Gabriel: El personaje de Galeano,” La Jornada, April 14, 2015.
9 “Driscoll’s Berry Boycott and Labor Dispute Intensifies: Nearly 10,000 Consumers Tell Driscoll’s: Don’t Do Business with Sakuma Brothers Farm until they Negotiate Fairly with Farmworkers,” Petition released by the Fair World Project, March 25, 2015.
Este texto fue originalmente publicado en El Daily Post. Léelo en inglés.