Mazatlán fue fundada en 1531 y desde entonces, sus playas, su gastronomía y su riqueza cultural han conquistado a propios y extraños. A lo largo de los 21 kilómetros en los que se extiende su malecón -considerado uno de los más largos del mundo- hay bellas playas, monumentos, antros, buenos restaurantes y lugares que guardan tesoros.
Uno de ellos se encuentra donde la avenida que acompaña al malecón cambia su nombre de Camarón Sábalo a Avenida del Mar, justo al pie del Valentino´s. Aquí, en una pequeña playa, Juan Ramón y Jesús Enrique ofrecen ostiones frescos a partir de la una de la tarde.
La clave para encontrar este lugar es un paraguas con el que Juan se protege del sol mientras prepara los ostiones recién pescados con limón y un poco de sal. Los ha buscado toda la mañana y los ofrece con una cerveza Pacífico bien fría.
Los ostiones se pueden pescar todo el año -excepto del 1 de junio al 1 de septiembre, fechas en que se deja que se reproduzcan para que alcancen buen tamaño- y se venden de dos formas distintas. Una de ellas es en bolsas de 30 y 50 pesos, el precio depende del tamaño y la cantidad de los ostiones. La otra manera es servidos en un plato. Preparados dentro de la concha, la docena se vende en 70 pesos.
Juan Ramón encuentra los ostiones pegados a las piedras y para abrirlos utiliza una piqueta, una especie de pico que es conocido entre los albañiles como “hachita”. Esto se hace al momento de servirlos para que se mantengan frescos el mayor tiempo posible.
Juan y Jesús han sido pescadores toda la vida. “Yo soy pescador desde que nací, nosotros nacimos en el agua, por eso nos dicen patas saladas”, cuenta alegre Jesús, dejando escapar una carcajada. Juan Ramón tiene casi 60 años pero se ve mucho más joven; dice que es el agua de mar y los ostiones los que lo han conservado.
Llevan tanto tiempo haciendo esto que Juan y Jesús han aprendido a entender la marea para saber cuándo es buen momento para pescar. Juan dice que es la luna la que manda en todo, en el pescado, en el camarón, hasta en nosotros mismos. “¿No han escuchado cuando la gente dice que estás lunático? Es por eso, por la luna”, dice.
Todos los hijos de Juan aprendieron a pescar desde chiquitos, pero ninguno se dedica a lo mismo que su padre. Juan dice que es porque “la pesca ya se acabó” y que cada día es más difícil sacar el pescado y que la gente lo compre a un precio justo.
Otra de las grandes joyas de Mazatlán, -esta, menos escondida-, son las changueras, un grupo de mujeres que vende todo tipo de camarón, muy fresco y de la más alta calidad, en la calle Aquiles Serdán.
Mazatlán cuenta con la flota camaronera más grande de nuestro país, por ello no es de extrañarse que el movimiento en las changueras comience a las seis de la mañana, aunque hay quienes llegan desde las cuatro para montar sus puestos y colocar el marisco en las tinas en las que lo separan por tipo y tamaño.
En las changueras hay camarones de alta mar, estero, bahía y de granja. Las tinas azules y verdes albergan cerca de 20 variedades distintas. Tantos tipos, tamaños y colores como puedan imaginar: los hay chiquititos, medianos como el piojo blanco y enormes para rellenar.
Los precios del camarón comienzan en 75 pesos y llegan hasta los 250 por kilo, aunque también se vende callo de hacha, jaiba, pulpo, caracol y muy buen pescado. La mayoría de los productos de este lugar son pesca del día o han permanecido muy poco tiempo en las hieleras, por lo que este lugar es la mejor opción para comprar marisco fresco.
La mayoría de las mujeres que trabajan en las changueras lo ha hecho durante mucho tiempo, algunas de ellas incluso por más de 30 años. Desde entonces cada una tiene un lugar establecido para colocar su puesto, por lo que es fácil encontrarlas siempre en el mismo lugar. Este es el sitio preferido de los mazatlecos y turistas para comprar marisco muy fresco. La gente conoce a las mujeres y se han hecho sus clientes fervientes.
Si tienes mucha hambre y con ganas de comprar el mejor marisco de Mazatlán, Sinaloa, ve a las changueras, a cambio recibirás sonrisas, historias y tal vez una que otra receta.