¿Qué es de un chef cuando pierde el sentido del gusto? Imaginemos al jefe Chu quien se ha retirado de los fogones de la gran casa de banquetes de Taipei y ahora sólo cocina para su familia; amanece un día cualquiera y prepara la cena que departirá con sus tres hijas, pues su mujer ha muerto años atrás.
El ritual comienza con torcerle el pescuezo a una gallina de su pequeña granja que despluma pacientemente. Además pesca una gran carpa y escoge del mercado un poco de carne de puerco y el pequeño pato que se encargará de envolver en un paño de cielo para cubrirlo con barro y cocerlo lentamente en el horno de piedra.
Ya con los ingredientes listos, el chef saltea la carne en un wok y luego la sumerge en agua con hielos para cortar la cocción y mantener el punto medio perfecto. Luego, con el jugo de la sartén elabora una salsa a la que agrega soya fermentada y otros sazonadores.
En una marmita bulle un caldo de la gallina capturada y agrega verduras; con una pericia absoluta confecciona ‘dumplings’ rellenos con la carne de pescado y que pone a cocer en una hermosa vaporera de ratán. El toque fresco y picante de la comida proviene de las verduras que pica con gracia y exactitud con ayuda de los cuchillos de su amplia colección.
Antes de que lleguen sus tres hijas el chef tiene el banquete dispuesto y en su punto. Así que ellas saben que no pueden ser impuntuales y acuden a él nerviosas.
La cena comienza con las conversaciones comunes —el trabajo, las oportunidades y deseos— cuando de repente ocurre algo que al parecer se ha repetido desde hace tiempo pero que no se menciona: los guisos no están sazonados correctamente, algo impensable proviniendo de un cocinero consumado. Sólo la hermana mayor es honesta y muestra su desagrado, y así comienza el típico estire y afloje entre padre y primogénita pues ella le señala la falla, que el chef no reconoce y termina cuestionándola si realmente ella sabe apreciar los platillos y comer bien.
El convivio familiar se ve interrumpido subitamente cuando el chef recibe la llamada de su compadre, el mâitre de la casa de banquetes, yquien le implora su presencia en la cocina pues al parecer las cosas no están saliendo bien en un gran convite de gente muy importante. Así que el chef abandona a sus hijas y acude a la emergencia.
Con su experiencia a cuestas, Chu enfrenta la contingencia culinaria y al momento de dar el punto de la sazón, su compadre prueba el platillo y se da cuenta que su amigo ha perdido el sentido del gusto pero la gente del comedor no parece distinguir la falla y todo termina bien.
¿Cómo recuperar el sentido del gusto? ¿Es importante recobrarlo cuando se es un viejo retirado y las hijas comienzan a hacer sus propios planes y a abandonar el nido? ¿Vale la pena intentar algo cuando probablemente se está enfermo y el siguiente paso lógico es morir?
Claro que en ese punto de la vida del chef las hijas intentarán abonar por la felicidad de su padre y darle motivos para vivir. Así que le presentan a la madre de la vecina, quien también es viuda y parece estar dispuesta a hacer huesos viejos con él.
Pronto el panorama se ve ensombrecido con la muerte en la cocina del restaurante del compadre y sous chef de toda la vida de Chu. Por su parte, las hijas se enfrentan a sus propios desafios en opciones vitales que no incluyen a su viejo padre: el amor, la fe, el desarrollo profesional, lo que les remuerde la conciencia.
Pero se dice que más sabe el diablo por viejo que por diablo y la historia dará un giro inesperado, pues Chu ha construido una historia secreta que incluye cocinar para la pequeña hija de la vecina, el ejercicio diario, el plan para vender su vieja casa y el amor.
Será una noche después de esta larga y hermosa historia que el viejo chef se sentará a cenar un banquete íntimo preparado por su hija mayor que se dará cuenta que, como un milagro de la vida, ha recuperado el sentido del gusto.
Para recordar esta gran película, el restaurante El Jolgorio preparará una cena como parte del festival La nao de oriente este jueves 17 de septiembre en punto de las 20:00 horas. Los esperamos.