Doce de la mañana. En una calle de Vancouver (Canadá) un food truck tiene a sus tres empleados moviendo las manos a cámara rápida. Un hot dog, otro, otro, otro… El ritmo es frenético para un bocado de entre tres y ocho dólares por pieza que se vende para comer de paso por la acera.
Se podría agarrar uno a esa afirmación de que los norteamericanos adoran la comida basura. Nada más alejado del concepto con el que Noriki Tamurade, de origen japonés, está llenando las avenidas principales de la ciudad con sus puestos. Él es el reinventor del concepto del bocadillo de salchicha. Su actual fama se la debe a un bocado llamado Japa Dogs.
El presupuesto con el que contaban Tamura y su esposa cuando llegaron desde el país nipón a Canadá en 2005 no era alto. Les dio para abrir un pequeño puesto. Cuenta el chef en su presentación web que «aún recuerda las frías mañanas de invierno y las noches», y lo que supuso el hecho de ponerse a trabajar en la calle contando con la barrera del idioma.
No daba para especializarse en mariscos y sushi, dos productos que además ya son estrellas en Vancouver. Vender hot dogs al uso tampoco les parecía un buen proyecto de futuro en esta urbe de diseño y detalles. Había un camino intermedio: El hot dog oriundo sería la base a fusionar con su cultura culinaria materna.
Entre el pan alargado, en vez de una simple salchicha llena de kétchup, lo que Tamura y su esposa presentaban eran alternativas que se fueron imaginando: el mismo concepto de toda la vida pero hecho de ingredientes tradicionales asiáticos. No estaba hablando de condimentarlo con mayonesa, wasabi y repollo. Su perrito ofrecería sabores que pudieran asaltar al paladar con sabor de salchicha arabiki, noodles yakisoba, salsa teriyaki, algas crocantes, arroz con carne de barbacoa o camarones en salsa de chile, entre otros en su lista de ingredientes extremos.
Al primer canadiense que pidió uno de los platos de su menú de puesto parece que le gustó lo que comía. Debió de contárselo a otro. Y esos otros, probablemente, hicieron lo mismo. «A día de hoy, en ocasiones, algunos de sus puestos llegan a tener colas de tres horas. Durante los juegos olímpicos de 2010 había filas de más de 100 personas», comenta Manuela, la guía turística de Vancouver Foodie Tours que diez años más tarde del principio de la aventura de los Tamura muestra este puesto de comida callejera como uno de las cosas que visitar en Vancouver.
«Ice Cube, Robert Knepper, Steven Segal, Jena Malone y hasta algún miembro de alguna realeza» son algunas de las caras conocidas, entre las de muchas decenas, que quisieron pararse a probar este bocado callejero que ya cuenta con media decena de stands y una tienda en funcionamiento. La expansión al vecino Estados Unidos empezó por Nueva York y siguió por Los Ángeles.
La iniciativa del gobierno de Vancouver para devolver a las calles los puestos de comida callejera que las normas de sanidad habían hecho desaparecer fue un éxito gracias al concepto de puestos sobre ruedas como los Food Truck. Se empezó por ofertar a 17 hosteleros instalarse por la ciudad para probar suerte con su menú, que debía superar unos estándares de calidad evaluado por un jurado público. «Se presentaron 800 solicitudes para esos 17 puestos», explica Manuela. En 2015 ya son 120 las alternativas de este estilo que se pueden encontrar en la calle y se han convertido en una de las experiencia únicas que promociona la oficina de turismo canadiense. «Hoy Vancouver puede presumir de ser la tercera mejor ciudad para comida callejera del mundo».
Cuenta Tamura en su web que el secreto de su experiencia de éxito ha sido saber entregar «sueños, emoción y felicidad al público». Norteamérica sigue siendo el continente de los perritos calientes; y Japón, el país del sushi. La familia Tamura pensó que ambas realidades no eran tan distantes.
*Fotos: Ana Sofía Arizpe
Foto: Food Punk