«Estoy trabajando en mi objetivo en la vida, enseñarme a mí misma cómo cocinar cualquier cosa y de todo. Me gusta la ciencia que hay detrás de cocinar y experimentar con sabores. Veo la alimentación como un arte, y una oportunidad para hacer algo creativo».
Ni todas las lechugas son verdes, ni todos los cítricos tienen el mismo tamaño. Cada talla y cada color ocupa un específico lugar en las composiciones cuadriculadas de la creativa. La intención de sus instantáneas fijas, asegura, «es crear el movimiento a través del color y el cambio físico».
Antes de tomar la foto, Wright se asegura de seleccionar uno a uno el conjunto de alimentos de la misma clase que quiere retratar. Ella misma los compra en el mercado. Una mínima diferencia es la causa de que cada una de esas piezas de comida quede situada en una línea o en otra del resultado. Cuando se cerciora de que todo queda en perfecta jerarquía: dispara.
A través de Instagram y su página la de San Diego va mostrando sus habilidades a la hora de reflejar su devoción por el orden perfecto de los viáticos. Al proyecto lo ha llamado #foodgradients.
La variaciones a la vista de los alimentos que utiliza vienen dadas bien por su grado de madurez, o bien por el de cocción. De verde a maduro y de tierno a quemado existe toda una gama de posibilidades que ella ha tenido la paciencia de ordenar.
Wright cuenta que su inspiración tras el objetivo le viene de maestros como Todd McLellan y Erik Johansson, a los que considera auténticos «pensadores de la fotografía». Sin embargo, reconoce que las ganas de empezar con este proyecto se las dio su experiencia de vida en Seattle junto a creativos y críticos de la cocina, y su afición a observar «cómo interactúa la gente con lo que come». «Estoy constantemente buscando nuevos lugares para rodearme de alimentos coloridos; sobre todo me gustan los lugares familiares, porque es donde mi inspiración más crece».