Un restaurante de la ciudad de Pittsburgh, Pensilvania, especializado en platos de países en conflicto con Estados Unidos tuvo que cerrar sus puertas durante cuatro días tras recibir amenazas de muerte por dedicar su menú a la cocina palestina.
En el pasado no tuvieron más que halagos de sus vecinos por las arepas venezolanas, la ropa vieja cubana, las empanadas típicas de Afganistán (bolanis) o los sándwiches de carne molida, albahaca y menta populares en Irán (kubidhes), y la sopa Manduguk norcoreana.
Pero las cosas cambiaron con la llegada del hummus, el falafel y la Musakhkhan, un pedazo de pan con pollo y cebolla muy típico de los territorios palestinos.
Se trata de la Cocina del Conflicto, como se conoce a este proyecto artístico y gastronómico que ofrece comida para llevar.
La decisión de transformar el local en un restaurante palestino y de envolver la comida en folletos con entrevistas a ciudadanos de ese territorio ya les ha dado más de un dolor de cabeza a sus dueños.
“Parece que hay ciertos medios y ciertos grupos que quieren que la perspectiva proisraelí prevalezca sobre la palestina, lo que ignora nuestra premisa que es enfocarse en la cultura, comida y puntos de vista de países que están en conflicto con EE.UU”, le dice a BBC Mundo uno de los fundadores del proyecto, Jon Rubin.
“Siempre nos hemos enfocado en la gente que vive en estos países y no tiene ningún sentido enfocarnos también en la perspectiva israelí. Es la primera vez que nos pasa. Nunca nos han pedido mostrar un punto de vista alternativo”, indica.
Tanto que la semana pasada, la policía de esta ciudad del estado de Pensilvania decidió cerrar el local temporalmente para investigar las amenazas de muerte recibidas.
Por el momento no hay información de la procedencia de tales amenazas, pero varios grupos han criticado la decisión de la Cocina del Conflicto de ofrecer comida de un territorio que, a su juicio, no está en conficto con Estados Unidos.
El director del consejo de las relaciones con la comunidad de la Federación Judía de Pittsburgh, Gregg Roman, llegó a acusar al restaurante de “meter cizaña en un conflicto para tratar de ser relevante”.
En un comunicado, su organización condenó “inequívocamente las amenazas violentas a cualquier vecino de Pittsburgh” pero pidió a la Cocina del Conflicto que dejase de repartir lo que denomina “literatura y propaganda que es daniña e instiga a israelíes y judíos”.
Para transformar el restaurante de la comida de un país a otro, los dueños de la Cocina del Conflicto viajan a esos territorios -cuando es posible- o se reúnen con la comunidad migrante de esos lugares.
En este caso, el cofundador del proyecto, Jon Rubin, que curiosamente profesa la fe judía, viajó a Cisjordania y algunas zonas de Israel junto con el director culinario del proyecto, Robert Sayre.
“Estaban muy emocionados con la idea de que fuéramos a abrir un restaurante que tenía como foco la comida y la cultura palestina”, explica Rubin al señalar que la gente de esos territorios siente que su perspectiva está mucho menos representada en EE.UU. respecto a la israelí.
Por eso, grabaron las entrevistas que tuvieron con los palestinos y las imprimieron en los papeles en los que envuelven la comida que entregan.
Precisamente esos envoltorios y las actividades paralelas que realizan han sido objeto de las críticas más duras del proyecto.
Por ejemplo, el diario judío The Jewish Chronicle definió una conferencia sobre actualidad palestina organizada por la Cocina del Conflicto en la Universidad de Pittsburgh a finales de septiembre como una “charla parcializada sobre Medio Oriente (…) que rápidamente se convirtió en una pura condena a Israel”.
Y la organización no gubernamental judía B’nai B’rith International fue más allá al enviar una carta a la fundación Heinz Endowments que había otorgado una beca de US$50.000 dólares al restaurante en el pasado para expresarle su preocupación por haber financiado un proyecto que emite “propaganda antiisraelí”.
La fundación en cuestión, que está presidida por Teresa Heinz Kerry, esposa del secretario de Estado de EE.UU., John Kerry -que es uno de los líderes que ha mediado en los intentos de que palestinos e israelíes alcancen un acuerdo de paz- emitió un comunicado en el que aclaraba que no había subvencionado el proyecto de la cocina palestina.
En esa carta, Heinz Endowments enfatiza que no está de acuerdo con “los sentimientos antiisraelíes de los envoltorios de la Cocina del Conflicto ni en la negativa del proyecto de incorporar voces palestinas o israelíes en el proyecto”.
Pero el fundador del proyecto se defiende diciendo que los envoltorios han sido malinterpretados y asegura que el único objetivo del proyecto es que los vecinos de Pittsburgh tengan “una idea más amplia y real” de una comunidad poco conocida o que pueden llegar a ser vistos “como enemigos”.
Según Rubin, mucha gente que comparte esa idea ha mostrado su apoyo al restaurante desde que reabrió tras la investigación policial.
De hecho, en los cuatro días que estuvo cerrado, un grupo de vecinos se reunió ante el local diariamente y muchos dejaron mensajes pegados en carteles de colores para mostrarles su apoyo.
“¿Qué les parece “libertad de expresión” como próximo tema? No se rindan”, decía uno de ellos.
Pero pese a que los organizadores agradecen el apoyo, tienen su próximo objetivo claro. Quieren volver a dedicar la Cocina del Conflicto a la cocina cubana.
“Se habla mucho y hay muchas esperanzas de que Barack Obama pueda levantar el embargo o que haga algún gesto para una mayor inclusión de Cuba”, le dice Rubin a BBC Mundo.
Así que, tras la polémica del falafel y hummus, en los fogones de la Cocina del Conflicto se volverá a cocinar el plato que más éxito tuvo en la anterior edición dedicada a Cuba: el lechón con frijoles negros, arroz, congrís y ensalada.
“Creemos que seguir enfocándose en Cuba es importante para los estadounidenses. Obviamente están muy cercanos a nosotros. Así que es probable que en marzo abramos la nueva versión de nuestra cocina cubana”, concluye.
Contenido relacionado: