Afortunadamente hay formas eficientes para mantener los alimentos frescos durante más tiempo y listos para consumir. Una de ellas es el aprovechar el congelador, aquella puerta de tu refrigerador de donde salen los hielos pero que tiene otros usos.
No hay nada peor que querer cocinar algo y ver que alguno de los ingredientes están en mal estado; las hermosas hierbas de olor que ahora son una triste rama seca y gris, el pan está duro, las nueces rancias y los plátanos pasados, entre tantas otras terribles posibilidades.
Nada le gana al pan recién hecho, crujiente y esponjoso pero una de las tristes realidades de éste, es que día a día se va pone duro hasta que se vuelve una especie de roca cuya única posible salvación es molerlo para hacer pan molido.
La buena noticia es que el pan funciona de maravilla en al aprovechar el congelador; antes de consumirlo sólo debemos llevarlo al horno y saldrá crujiente y esponjoso casi como recién hecho. Nadie notará la diferencia.
Las galletas hechas en casa son lo mejor que hay, pero no siempre hay tiempo ni energía para prepararlas. El día que las hagan, preparen un poco más de lo habitual y las congelan. En el mismo caso que el pan solo basta con meterlas al horno un par de minutos o bien, si el calor lo demanda, comerlas frías.
Encargadas de darle personalidad a nuestros platillos, son capaces, incluso, de convertir el guisado más aburrido en una delicia. Sin embargo a la hora de comprarlas viene el problema: venden mucho y se usan poco y a los pocos días son ramas secas, sin colores vibrantes ni aroma.
La solución está nuevamente en aprovechar el congelador. Lo único que hay que hacer es poner las hierbas en hieleras, añadir aceite de oliva hasta cubrirlas y congelarlas.
Cuando estén listas se pueden guardar en bolsas con cierre hermético y cada vez que quieran utilizarlas, sólo es necesario sacar los cubitos y listo.
Es triste ver los limones pasar a mejor vida; cómo dejan de ser aromáticos y versátiles frutos a una especie de piedras duras olvidadas en el algún triste rincón de la cocina.
Cuando tengan limones y vean que comienzan a ponerse feos, lo mejor es exprimirlos, verter el jugo en hieleras y meterlas al congelador.
Una vez listos se pueden guardar en bolsas con cierre hermético y cada vez que quieran una limonada sólo deben sacar los cubos, agregarles agua y azúcar. ¡Una maravilla!
Si bien esta maravillosa raíz da personalidad a los platillos que acompaña, en México no suele usarse tanto y a veces termina olvidada y seca en el fondo de el refrigerador. Lo mejor en este caso es congelarla -de preferencia en una bolsita- y lo único que se hace cuando la usen es sacarla, rallarla y usarla. ¿Así o más fácil?
Para todos aquellos amantes de esta fruta, entenderán la frustración que implica comprar querer comerse uno y encontrarlos negros y aguados, prácticamente incomibles. Sin embargo esto tiene una solución: pelarlos y congelarlos.
Comerlos congelados funciona de maravilla, pero a otra opción es ponerlos en la licuadora con leche, azúcar y unas gotitas de vainilla; en segundos tendrán un licuado espectacular. Recuerda: pelar y congelar.
Si estás cansado de poner la cafetera para un par de tazas, lo mejor que puedes hacer es congelar el café restante.
¿Y luego? Un día caluroso sacan los cubos de café congelado, meterlo a la licuadora —quizá con un poco de azúcar— y obtener un rico smoothie. O bien, pueden dejar que se diluyan para obtener un rico café helado.
La pasta hay que cocinarla un poco antes de estar al dente, dejarla enfriar en porciones individuales y congelar.
Cuando quieras comerla sólo debes ponerla en agua hirviendo o en la misma salsa con la cual la vas a servir. Sin duda una buena opción para ahorrarse tiempo en esos días en que pareciera que las horas no alcanzan.
Las harinas de nueces, almendra, avellanas, etcétera, son deliciosas pero su vida útil es corta y terminan con un sabor rancio horroroso. Al congelarlas el proceso se detiene y pueden usarse sin problemas.
Esto funciona igual para la leche de almendras o avellanas que hacemos en casa y que a los tres días deja de ser apetitosa.
Así que ya saben ¡a congelar! Quien sabe, tal vez después ustedes encuentren maravillas que deben ir en el congelador y que nosotros aún no hemos descubierto. En ese caso no duden en compartirlas.