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De la mesa a la sobremesa

Por Animal Gourmet

Matar es una estupidez. Nunca debe hacerse nada de lo que no se pueda hablar en la sobremesa.
Oscar Wilde

Para disfrutar una sobremesa hay que estar convencido de que en ella se pasan los mejores momentos de la vida, y esto no es extraño, ya que el hombre, por naturaleza, tiene que alimentarse; por tanto, cuando comparte la comida, crea vínculos sociales, se vuelve creativo y más ameno; disfruta con los amigos y la familia; atiende clientes, cierra negocios; festeja e invita a convivir y a conversar, lo que va más allá del simple hecho de compartir. Siendo así, nadie puede aburrirse, al menos durante la primera hora que se encuentre sentado a la mesa.

En una comida o cena formal es costumbre iniciar la hora de la comida con un aperitivo y, mientras se está tomando un trago y picando algo para «abrir boca» y estimular el apetito, los sentidos se desenvuelven y las propiedades fisiológicas del organismo actúan: ante la vista aparece lo apetitoso; el olfato, al oler, incita al gusto e incrementa la secreción salival, lo que facilita el saborear los alimentos.

Mientras la protagonista —es decir, la comida— llega a la mesa, tomar un aperitivo no sólo consume quince minutos, sino que nos dispone al disfrute; los siguientes 45 minutos se pasan volando, visto desde cierto punto, pues en ese lapso degustamos el primer tiempo, que es por lo general un entremés, una sopa o una entrada; el segundo tiempo, que es el plato fuerte con su guarnición; y para culminar, el postre, en el que llega el servicio de café bien acompañado por un digestivo. Es entonces cuando comienza el deleite total: la sobremesa.

En un día ordinario tal vez se prescinda de algunos elementos, como los aperitivos, o se salte algún tiempo y nos dé la gana servirnos dos platillos en el mismo plato, porque, estando en familia los formalismos se relajan; sin embargo, el placer de compartir, socializar y estrechar lazos no se ve afectado, pues precisamente radica en estar juntos y no en el protocolo.

De la mesa no te levantes sin hacer sobremesa

Los ingleses inventaron la sobremesa para olvidar la comida.
Pierre Daninos

Del mismo modo que inicia la comida con el aperitivo, la sobremesa es un espacio vital posterior a la comida; su entorno magnifica la convivencia humana transformando una mera actividad culinaria en bienestar que manifiesta empatía y confort. De esta manera, a la tertulia se le agregan una serie de elementos que incrementan el placer de la convivencia y alargan la estancia en el comedor: el café, el cigarrito, los licores y hasta nuevos comensales; esos que vienen de otro lado y nos encuentran ya en plena digestión y embebidos con los chistes del tío, las anécdotas de la prima y hasta las canciones que la familia tiene bien puestas a fuerza de repetirlas de fiesta en fiesta.

No obstante el poder de la charla, su disfrute y alargamiento no serían iguales si no se paladea con una taza de café corto; aunque uno aguadito, como el de la casa de la abuelita, no está mal. No falta un cigarrito, para unos, o un puro, para otros —de preferencia habano, que se elige por su característico aroma y sabor—. En la sobremesa el experto lo corta y oxigena, dándole ligeros movimientos circulares y, una vez encendido, da bocanadas de humo que le transmiten una agradable y verdadera paz. Habrá algunos que fumen una pipa, cuyo ritual es tan lento que da para toda la sobremesa.

Una buena conversación debe agotar el tema, no a los interlocutores.
Winston Churchill

En una buena sobremesa, de esas que duran hasta la siguiente comida, es fundamental la presencia de un licor, que se sirve en copas pequeñas y que cada invitado se complace en apreciar, sorbo a sorbo, despacio y sin ninguna prisa, y que, por sus componentes, estimula al organismo para tener una buena digestión. Además, el licor agiliza la mente y permite que fluyan las palabras —siempre que uno no se tome más de media botella—. En todos los tiempos han sido fuente inspiradora de expresión que incita al canto, a volverse poeta, bailar y hasta filosofar. ¿Quién no ha estado en una de esas sobremesas en las que se arregla la situación mundial, se resuelven los problemas políticos de la localidad o se define el absoluto?

Hablando se entretiene la gente

Los discursos son siempre perjudiciales. Antes de la comida estropean el apetito; después, indigestan.
Sandro Pertini

La plática, que es cosa fundamental de la sobremesa, es el lazo que mantiene a los comensales «amarrados» a sus sillas e incluso los niños quieren oír la plática de «los grandes». Una buena conversación hace más placentero el momento; por medio de ésta se comunica algo a los demás: los temas comunes de interés profesional o familiar, cuentos curiosos y unas cuantas anécdotas que a todos encantan, porque nos hacen reír, y reírse también es bueno para la digestión: genera endorfinas y nos hace más vívido y placentero el momento; por eso no nos vamos. Algunos dan consejos, uno que otro habla de controversias sociales o políticas y no falta quien exponga alguna confidencia o chisme familiar, mientras pica el queso que quedó de la botana. Cualquier sobra que quede en la mesa irá desapareciendo poco a poco, sin que podamos precisar quién se la ha comido. La plática se vuelve interesante y amena, si se sabe rechazar aquella que provoca reacciones, molestias o inquietudes. Lo mejor es ver la vida pasar, planear el futuro e imaginar sueños inalcanzables al lado del equipo necesario: tu copa, tu café y tu vaso de agua. Se podría decir que mientras más se alargue una sobremesa, mejor habrá sido el convivio.

El buen humor es el mejor traje que se puede vestir en la mesa.
William Thackeray

Por eso, cuando no tenemos tiempo de quedarnos y hay que volver a trabajar o cumplir con otro compromiso, lamentamos despedirnos y hacemos tiempo, al punto de salir tarde o llegar tarde con quien nos espera. Y si la sobremesa que dejamos nos tenía atrapados de verdad, tal vez hasta regresemos; con suerte y los demás sigan ahí, esperando a que volvamos y refresquemos la plática con nuestras historias.

Así, en definitiva, el tiempo pasa y se agota, termina la sobremesa y, casi sin darnos cuenta, finalizan la plática y la convivencia en la mesa, las cuales representan un símbolo de unión y de cultura trascendente que se manifiesta en nuestros hábitos y costumbres.

Tal vez en la mesa cotidiana, en la de todos los días, no siempre se pueda hacer una sobremesa como éstas, que tienen carácter de fiesta; pero si miramos a nuestro alrededor, los que nos acompañan cada día, por sencilla que sea la comida, por más que falten los licores y los quesos, siempre esperarán a que les platiquemos algo, que los dejemos con algo o, por lo menos, que los escuchemos mientras nos preparamos para seguir el día.