Después de varios meses en el espacio exterior, comiendo únicamente alimentos deshidratados y congelados, hasta el más apasionado de los carnívoros probablemente rogaría por un poco de verdura o fruta frescas.
Así sucedió con seis astronautas en un viaje simulado de cuatro meses a Marte después del cual, apenas pusieron un pie en tierra firme, pidieron con urgencia comer mango y piña fresca.
¿Nunca han tenido una necesidad de comer una ensalada? Sucede cuando llevas días de comida pesada, muy elaborada y procesada y congelada. Imaginen entonces el caso de los astronautas que añoran los vegetales. Por ello, la NASA está trabajando en un programa que logre que los astronautas cultiven su propia comida, un sistema al que han denominado Veg-01.
Veg-01 consiste en un pequeño espacio de luz ultravioleta, y otras luces que simulan y ayudan al proceso de la fotosíntesis, en donde han sembrado lechugas que terminan siendo no verdes como las conocemos sino más bien grises y de colores menos apetitosos, pero lechugas al final del día.
Los científicos encargados del proyecto quieren asegurarse que la cosecha no desarrolle ningún tipo de patología antes de enviarlas formalmente a alguna misión espacial y están realizando pruebas para que no crezca en las plantas algún tipo de bacteria y hongo.
Empacar las misiones espaciales con comida convencional resulta muy costoso y requiere mucho espacio en una hábitat extra limitado donde se priorizan las computadoras y sistemas de navegación sobre la salsa Valentina, por así decirlo.
Sin embargo, y de acuerdo a la NASA, comer verduras frescas genera beneficios mentales para los astronautas y psicológicamente se vuelve mucho más satisfactorio tanto plantar la comida, como comerla.