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Una reunión de brujas a la luz de una 'Estela'

Por Animal Gourmet

Cuando la mesera se acercó a darnos una amabilísima bienvenida y a conversar sobre la dinámica de los platos y cómo pedirlos mejor, me di cuenta que ella y el resto de las chicas que trabajaban esa noche en Estela tenían los labios pintados de rojo. Me gustó su trato, me emocionó la información que compartió y aplaudí la seguridad que cualquier mujer de labios rojos proyecta. Esa fue la primera de las sensaciones de la noche en Estela, la primera de varias horas de placer muy femenino.

El restaurante se ubica en un primer piso de una movida calle en SoHo. Muy al estilo de esa zona neoyorquina, la puerta azul conduce a unas empinadas escaleras que sin duda fue mucho más fácil subir que bajar después de varias, diría yo, botellas de muy buenos y bien seleccionados vinos.

Estela es un restaurante con ruido, y eso lo aprecio mucho. Parejas, grupos de amigos, ‘trendsetters’ de la vida de la ciudad, todos con una premisa común: comer muy bien. Las mesas están bien repartidas y particularmente me gustó la mesa que nos asignaron, al fondo, para seis personas y un poquito apartada; será que a leguas se nos notaba, pero sí, éramos cinco mujeres con mucha hambre y mucha sed de cocina, de ingredientes, sensaciones y conversaciones. La noche prometía ser una de brujas.

Llegó la copa de champaña y con ella el privilegio gozoso que me da estudiar una carta. Mis compañeras se habían puesto, una vez más, en mis manos y yo debía ordenar por todas, pero la carta de Estela es tan democrática que conoce de todas las personalidades y casi intuyó el antojo de cada una de esas mujeres, todas muy distintas.

Aunque con ingredientes limitados, la carta de Estela está hecha para agradar a todo tipo de paladares. // Foto: Estela (www.estelanyc.com)

Aunque con ingredientes limitados, la carta de Estela está hecha para agradar a todo tipo de paladares. // Foto: Estela (www.estelanyc.com)

Llevaba tres días en Nueva York y había decidido comer en cada oportunidad algún tipo de ostras frescas. Las de Estela esa noche fueron memorables, increíbles de sabor y sólo con algunos huevecitos de trucha por encima para recalcar los sabores salados y marinos. Apenas llegaron a la mesa, junto con una burrata con salsa verde sobre pan y un plato de endivias con nueces y anchoas prodigioso, supe que tenía que pedir más.

La carta de vinos es muy breve pero cada una de las recomendaciones que nos hicieron parecía perfecta

El mesero resultó connacional, de la Costa Chica de Guerrero, y fue evidente que le pareció gracioso escuchar: “más, tráeme por favor otra orden” cada vez que alguno de los platillos gustaba. Fueron muchas órdenes.

La carta de vinos es muy breve pero cada una de las recomendaciones que nos hicieron parecía perfecta, esas copas que terminaron siendo botellas de Marcillac me hicieron muy feliz. Y los platos seguían llegando, farro con espárragos y hongos, unos callos celestiales, unas costillas de cordero con miel.

Creo que pedimos todo lo que había en la carta y nuevamente se repitieron órdenes, el arroz negro con romesco causó conmoción y los dumplings de ricotta con hongos tocaron mis fibras sensibles.

Nuestra escena era opípara en un restaurante cuyo menú se caracteriza por ser la suma de no muchos ingredientes, una carta franca y sencilla: ‘what you see is what you get’.

Pregunté discretamente por el chef pues quería declararle mi amor eterno; y menos mal había salido, no sé si cinco mujeres entusiasmadas, echadas a andar y profundamente satisfechas con su cocina, hubiesen derivado en un despliegue afectivo de esos que poco se ven en aquellos lares, pero también sabía que Ignacio Mattos es uruguayo y que quizá lo hubiese entendido.

Terminó la danza de los platos salados y en los dulces sí metieron mano decisoria mis compañeras sabiendo que mis postres suelen ser más quesos y frutas y menos chocolates y cremas. La selección de quesos, la compota y los panes fueron un cierre divino; “es la última vez que te pedimos algo doble pero, por favor, del queso más cremoso, ¿me puedes traer más?…” y nuestro paisano guerrerense asentía y se doblaba de risa.

Café y más vino. Muchísimas más carcajadas, muchos comentarios positivos respecto de la comida que dicen mucho del impacto que causa una buena cena en personas que no saben que Estela se perfila como uno de los mejores restaurantes de Nueva York con cocineros muy respetados.

Estela fue un regalo para mi en muchísimos sentidos y se lo aprecio enormemente a quien me lo regaló. Quiero volver muchas veces; convergieron ahí el hambre, las ganas de comer y las sonrisas de gozo de esas que sólo nacen en las reuniones entre brujas, sonrisas de las que aparecen como resultado del placer.

Estela

Estela se perfila como uno de los mejores restaurantes de Nueva York. // Foto: Estela (www.estelanyc.com)

Estela se perfila como uno de los mejores restaurantes de Nueva York. // Foto: Estela (www.estelanyc.com)

47 East Houston Street, New York, NY 10012
Teléfono: (212) 219-7693
Sitio web: http://estelanyc.com
Twitter: @estelanyc