La vida del célebre García Márquez no solo estaba rodeada de letras, ideas y anhelos, la cocina siempre fue parte importante para el autor. Una vida llena de recuerdos que se convirtieron en fantasmas y habitaban en las páginas de sus libros. La vida con sus abuelos alimentó la fantasía de un niño tragón y que disfrutaba los sabores de su tierra.
En la edición anterior hablamos de García Márquez, el empedernido amante de la comida caribeña. La primera que le permitió entender el mundo y que a través de las carimañolas, el sancocho, el patacón, el arroz con coco, la arepa de huevo y especialmente el pescado frito, sintió el calor de la familia.
Una tierra diversa llena de costumbres y tradiciones que alimentó la fogata de la imaginación, para crear un mundo como un espejismo lleno de ilusiones, donde lo sublime camina de la mano de lo absurdo. El realismo mágico fue la firma de un lienzo inexplicable que abraza lo racional con lo etéreo.
Esto solo lo pudo lograr gracias al poder otorgado por su abuelos de encontrar en lo cotidiano lo mágico. Aquí fue donde la alimentación en la vida de García Márquez jugó un papel relevante, pues a través de su mundo tangible y ordinario, encontró en la comida un recurso perfecto que conectaba también con el mundo de la fantasía y los sueños.
En sus obras Gracía Márquez usó la comida como un recurso que le permitía enriquecer la historia, pero sobre todo dar un contexto regional y temporal a sus personajes. Es imposible entender la opulencia de los Buendía que los lleva finalmente a su ruina, sin la detallada escena del festín en la boda de Aureliano Segundo con Meme.
Este banquete como muchos otros momentos, permite al autor expresar la diversidad cultural y culinaria de Macondo. Un momento lleno de simbolismo e ironía que detrás de la celebración esconde la decadencia moral de sus personajes.
A través de la comida García Márquez le da a la cocina la importancia de un elemento cultural muy representativo. En “Cien Años de Soledad”, la comida es un elemento central de la identidad de Macondo, siendo el banano una referencia recurrente sobre la explotación extranjera en la región. Algo que también puede notarse en “Crónica de una Muerte Anunciada”.
En “El Amor en los Tiempos de Cólera” cada una de las recetas presentadas son un símbolo de la sensualidad y el placer que comparten los protagonistas. La comida es una representación de la conexión emocional y deseo mutuo de los amantes.
La comida en la obra de García Márquez deja de ser solo un elemento descriptivo, sino una alegoría de los temas centrales como el poder y la decadencia.
Son además las recetas, en muchas ocasiones, producto de su intensa imaginación, las que representan un vínculo entre la realidad y la ficción. Su gran conocimiento de la cocina caribeña le permitió al escritor plasmar su realidad y transformarla.
Un símbolo recurrente utilizado en la obra, pues era una de las verduras repudiadas por Fermina. Inclusive le hace prometer a Florentino que para casarse tendrían que nunca comerlo. Más adelante ante la inevitable unión de Fermina con el Dr. Juvenal, nuestra protagonista, come un puré de berenjena sin saber qué es y descubre un nuevo placer.
La berenjena como un símbolo del cambio, aquello que nunca deseó puede convertirse en un inesperado gusto. Una metáfora de la evolución de nuestra protagonista y del reclamo de su libertad. Algo que podemos leer al final del libro cuando prepara la receta para toda la tripulación.
Una de las especialidades de Úrsula Iguarán, la matriarca de la familia Buendía. Una sopa que representa la tradición y fortaleza de los Buendía. Un elemento que habla de la perseverancia de la familia a lo largo de las generaciones a pesar de las adversidades.
El dulce típico de Colombia aparece en varias ocasiones en la novela, un postre que hace referencia a la cotidianidad y las tradiciones del pueblo. Es un recordatorio de la tranquilidad y normalidad en el pueblo, previo a la violencia que vivirá.
Otro de los productos típicos de la región, empanadas de yuca rellenas de carne. Estas son parte de la herencia cultural del pueblo y la diversidad de tradiciones que caracterizan a la costa caribeña del país. Una clara diferencia de clase y origen de los personajes.
La pasión de García Márquez especialmente por la gastronomía de su región no ha sido algo que pase desapercibido, inclusive se ha diseñado una experiencia gastronómica que te lleva a vivirla en carne propia.
Cartagena, una pequeña ciudad amurallada, inspiración del colombiano. Un espacio en el que García Márquez se inspiró por su gran paisaje y su legado culinario a Colombia.
La gastronomía local de Cartagena se une con las palabras del autor costeño, se relatan varios momentos a través de sus obras y usan alimentos típicos del Caribe para ello. “El Menú Literario de García Márquez”, una experiencia turística que refleja la relevancia de la gastronomía en las novelas del colombiano.
Sin duda, la cocina de García Márquez es poderosa, que más allá del buen sabor, estaba compuesta de sueños, anhelos y magia. Una comida que no solo alimentaba la ilusión y la fantasía, sino el alma.