El udon es un fideo grueso representativo de la cocina japonesa y el lienzo que el chef Edo Nakatani utiliza como su puente entre dos mundos: las profundas raíces de Japón y el vibrante presente de México
Fideo Gordo, el restaurante de Edo Nakatani, ofrece platillos hechos con técnicas y productos japoneses, que se entrelazan con los chiles y sabores mexicanos.
“He tratado de jugar con los ingredientes y las preparaciones e incluso con los platos de manera que podamos ir encontrando los puntos en común de las distintas culturas”.
Uno de los platillos que mejor representa esta propuesta es el Xi’an Birria, un festín de sabores picantes y especiados. Preparado con fideo salteado, chile morita, pimienta Sichuan, cilantro y cebollín. Se puede pedir con chambarete, cordero o tofu frito, si buscas una opción vegana.
Otra joya del menú es el udon de Almeja y Mantequilla, un cariñoso tributo a su abuelo, oriundo de la región de Kansai en Japón, conocida por su soya más clara y dulce. Este plato captura la esencia y es solo una de las cuatro propuestas tradicionales que se pueden degustar en Fideo Gordo, junto al Tempura, Niku y Niku Especial.
La creatividad de Edo también se manifiesta en el Xinjiang-Barbacoa, una experiencia interactiva donde los comensales pueden personalizar los sabores con dos salseras: una para un perfil mexicano con limón y chile verde, y otra con una base de aceite infusionado con especias como anís estrella e hinojo, evocando los sabores de Oriente.
Al cruzar las puertas de este espacio, lo primero que recibe a los comensales es una fotografía: su abuelo Yoshigei Nakatani al pie de su restaurante de fideos en Japón. Este retrato, cargado de historia y significado, fue el chispazo que inspiró a Edo a encender los fogones de Fideo Gordo y a continuar el legado de su familia, transformándolo en algo propio, algo nuevo y profundamente emotivo.
Edo Nakatani, nacido en la vibrante Ciudad de México, creció en un hogar donde la comida era más que un alimento: era un puente entre dos culturas, una herencia viviente y un lenguaje de amor. Su abuelo, Yoshigei Nakatani, un visionario japonés, y su abuela, Emma Ávila, una mexicana de corazón generoso, tejieron una historia que sería recordada por generaciones. Juntos, crearon un legado inolvidable: el icónico cacahuate japonés, uno de los snacks más queridos por los mexicanos.
La historia comienza cuando Yoshigei, inspirado por sus raíces y su ingenio, desarrolló una serie de botanas basadas en recetas tradicionales japonesas. Una de sus primeras creaciones fue el “Oranda”, un cuadrito de harina frito que conquistó los paladares de quienes lo probaban. Ese éxito inicial abrió camino para lo que sería su obra maestra: el cacahuate japonés, que nació alrededor de 1945 y se convirtió en el oficio de la familia.
Edo recuerda con profunda emoción aquellos momentos en la cocina junto a Emma y Yoshigei . Una noche de Año Nuevo, ayudó a su abuelo a preparar interminables cajas de camarón en tempura, mientras su abuela servía una mesa rebosante de sabores. Alcachofas rellenas, pescados rebozados en salsa de soya y otros platillos que contaban historias de Japón y México se presentaban como un festín para el alma y el paladar. Esos recuerdos, impregnados de amor y sazón, encendieron en Edo una pasión por la cocina que lo llevaría muy lejos.
Decidido a honrar el legado familiar, Edo se certificó en artes culinarias en The Culinary Institute of America en Nueva York, un paso que marcaría el inicio de una carrera extraordinaria. Su deseo de explorar y perfeccionar su arte lo llevó a viajar por Asia, donde profundizó en técnicas y sabores que hoy dan vida a su distintiva cocina. Posteriormente, trabajó junto a la renombrada chef Mónica Patiño en MP Café Bistro en Polanco, a quien reconoce como su mentora y fuente de inspiración. Además, Edo colaboró en las publicaciones Hoja Santa y Sobremesa de la chef Lucía Benítez, consolidando su presencia en el mundo gastronómico.
Desde hace siete años, Edo se dedica a compartir su conocimiento y pasión a través de clases de ramen, un platillo que ha conquistado a amantes de la cocina japonesa. Sus clases, aclamadas por su autenticidad y técnica, son un reflejo de su compromiso por transmitir no solo recetas, sino también la historia y el amor por los ingredientes.
Edo Nakatani no solo es un chef; es un narrador que, a través de sus platillos, mantiene viva la memoria de sus abuelos y celebra la riqueza de dos culturas unidas por el sabor.
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