Ante la ausencia recurrimos a los recuerdos. Mujeres y madres buscadoras han revisitado los platillos favoritos de sus seres queridos que la violencia les arrebató, con la finalidad de tener un poco de paz y justicia ante la falta de acción por el Gobierno Federal.
La comida es una forma de recordarlos y tenerlos en casa, es por ello, que a través del Recetario para la Memoria compartieron la receta del platillo favorito de sus hijos, hijas, nietos, esposos, madres, padres, hermanos, hermanas, amigos y amigas.
Tres mujeres me platicaron su experiencia en este proyecto: Martha Cecilia Cruz, que ha buscado incansablemente a su hijo desde 2017; María Elena Rodriguez que encontró el cuerpo de su amado hijo después de 16 largos meses de incertidumbre. Ma. Alejandra Díaz Castro, envuelta en la indignación, que clama justicia ante la desaparición y asesinato de su hermano en 2020.
Cada una de ellas se convierte en un capítulo de dolor y nostalgia en el Recetario para la Memoria Guanajuato, donde los fogones son testigos de su resiliencia; los sabores y aromas se convierten en memorias que las transportan de nuevo a un hogar que ya no está completo sin ellos.
El Recetario para la Memoria fue creado bajo la guía de la fotógrafa Zahara Gómez Lucini, la periodista y escritora Daniela Rea, y la diseñadora Clarisa Moura. Tres mujeres cuyos talentos entrelazados dieron vida a dos ediciones: Sinaloa y Guanajuato.
Este proyecto gastronómico, fotográfico y social, rinde un homenaje a todas las mujeres que buscan a sus familiares que han desaparecido en diferentes lugares de México. Se trata de un espacio para reflexionar y para llevar a la mesa el tema de la desaparición forzada. Es una excusa para exigir justicia para nuestros desaparecidos y un alto a la violencia.
El primer Recetario para la Memoria, engendrado en Sinaloa, se realizó en estrecha colaboración con el colectivo Rastreadoras del Fuerte. En los campos de Guanajuato se realizó un segundo recetario junto con diez colectivos:
Buscadoras Guanajuato, ¿Dónde están? Acámbaro, Proyecto de Búsqueda, Luz y Justicia, Salamanca Unidos Buscando Desaparecidos, Justicia y Esperanza, A tu encuentro, Hasta Encontrarte, Buscando con el Corazón y Madres Guerreras de León.
Este proyecto fungió como un refugio cálido y seguro, donde las familias abrieron sus corazones, compartiendo no solo recetas y utensilios de cocina, sino también los tesoros más preciados de aquellos que aman. Algunos prefirieron cocinar en compañía, entre risas y lágrimas compartidas, mientras que otros optaron por el silencio solitario de la cocina, donde cada aroma evocaba un recuerdo y cada sabor encerraba un anhelo.
El Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNL), al 30 de noviembre de 2023, revela que hay un total de 113 mil 122 personas desaparecidas y no localizadas en México.
En Sinaloa y Guanajuato, estados en donde se realizaron las dos ediciones del Recetario para la Memoria, se tienen contabilizadas 2 mil 830 personas desaparecidas en el caso de Guanajuato hasta mayo de 2023, de acuerdo con datos de la Red Lupa.
Los casos de desaparición en Sinaloa comenzaron a aumentar en el 2010, siendo el 2019 el año con la mayor concentración de casos, con 590 personas que continúan desaparecidas; Culiacán, Mazatlán, Ahome, Guasave y El Fuerte, son los cinco municipios con más desapariciones.
El primer Recetario para la Memoria, arraigado en las tierras de Sinaloa, brotó de la complicidad entre Zahara y el colectivo de búsqueda, Las Rastreadoras del Fuerte, quien durante años ha trabajado la cuestión de desaparición forzada en diferentes geografías. Su colaboración con Las Rastreadoras del Fuerte inició en el 2016.
“Somos conscientes de que, a raíz de nuestro dolor y nuestra lucha, muchas personas han tenido tranquilidad. Hoy, ya poseen paz. No estamos solas. Además de Dios, nos tenemos a nosotras. Somos Rastreadoras y buscamos tesoros. Sabemos que por ahí están y vamos a encontrarlos, porque nos faltan todos”, texto escrito para el Recetario para la Memoria.
El enojo, la tristeza y la rabia por la desaparición de Roberto Corrales, hijo de la líder del colectivo, Mirna Nereyda Medina Quiñonez, impulsó a Zahara a concebir un nuevo formato para denunciar, una vez más, las desapariciones forzadas en México.
“Quería proponerles un proyecto que fuese colaborativo y co-autoral. […] No quería que vieran solo a la mamá, una víctima más […] Así que se me ocurrió, ¿qué tal si creamos un recetario, cada una con su propia receta, que refleje nuestra autoría y que yo documente todo?”, compartió Zahara.
Con 26 recetas impregnadas de amor y una profunda ausencia, el Recetario para la Memoria Sinaloa cobró vida. En él, Mirna cocinó el platillo preferido de Roberto: pizzadillas con lechuga, pepino y frijoles para acompañar.
Este recetario no solo evoca a Roberto, sino también a Ernesto Vega Robles, Vladimir Castro Flores, José Manuel Luna Quiroz, Susy Janeth Atondo Gastélum, y a todos los demás desaparecidos que se sumaron.
“Este libro es un recetario, sí, pero también es una mesa dispuesta para compartir, para reflexionar en la cotidianidad, para unirnos en voz y acción. Que la cocina sea la excusa para hablar de lo indecible, para hacer presentes a los ausentes, para tejer acciones contra la ausencia”, expresó Zahara.
En México, la desaparición de personas es una herida antigua que va en aumento.
En el año 2020, en Guanajuato, apenas se contaban 10 colectivos dedicados a la búsqueda de desaparecidos. Hoy en día, lamentablemente, esa cifra ha aumentado a 23. Entre ellos, destaca el Colectivo Buscadoras Guanajuato, del cual forma parte Ma. Alejandra Díaz Castro, hermana de Felipe Díaz Castro, quien desapareció el 20 de junio de 2020.
Con la determinación de honrar la memoria de los desaparecidos, Alejandra buscó a Zahara, fotógrafa y creadora del primer recetario, para realizar el mismo proyecto pero en Guanajuato. Así nació la convocatoria en el estado. Invitando a mujeres, familias y madres buscadoras a cocinar la receta favorita de sus seres queridos desaparecidos. La respuesta fue abrumadora: 90 familias se sumaron a la iniciativa, compartiendo 75 recetas impregnadas de nostalgia y amor.
Para Alejandra, el éxito de la convocatoria radica en la necesidad profunda de las familias por compartir sus historias. La comida, un acto aparentemente sencillo y cotidiano, se convierte en un vínculo con los recuerdos más entrañables, aquellos que parecen eternos.
Cocinar es más que una simple tarea culinaria; es una válvula de escape, una terapia, un momento de catarsis donde los sentimientos pueden expresarse a través de cada ingrediente y cada sabor.
Elegir la receta que mejor representara a Felipe fue una tarea ardua y llena de significado para Alejandra. Felipe era conocido por su buen apetito y su habilidad para preparar platillos exquisitos. Decidir cuál receta que evoca mejor los momentos compartidos con él, fue un desafío que Alejandra abordó con cuidado y reverencia.
La elección del platillo no solo se basó en los gustos culinarios de Felipe, sino también en los recuerdos de la infancia y la adolescencia, cuando todos se reunían alrededor del fogón para disfrutar de las bondades de la milpa.
“Durante toda nuestra infancia y adolescencia, era muy común que en temporada de lluvia, por ejemplo, Felipe fuera a la milpa y regresaba con ingredientes de ahí mismo: flores de calabaza, nopales, huitlacoche. Mientras tanto mi mamá todos los días nos preparaba tortillas de maíz a mano. Una noche anterior ponía el nixtamal a coser y al día siguiente lo llevaba al molino muy temprano y entonces a la hora del almuerzo, teníamos tortillas calientes y guisados silvestres”.
La preparación del almuerzo de rancho para Felipe se convirtió en un ritual cargado de significado y nostalgia, un tributo a los momentos compartidos alrededor de la comida. Sin embargo, estos rituales ya no estaban marcados por la espera de su regreso.
“Fue una experiencia amarga y dulce porque me acuerdo perfecto, que el primer bocado que di para morder la tortilla con los guisados se me atoró en la garganta pensando en Felipe, él que disfrutaba tanto de la comida y que hoy justamente ya no estaba para hacerlo. Él que tanto disfrutaba de la convivencia alrededor de la comida y ahora, ya no estaba”.
Felipe desapareció el 19 de junio de 2020, a la temprana edad de 45 años. El dolor y la incertidumbre acompañaron a su familia durante meses, hasta que finalmente, el 14 de enero de 2022, su cuerpo fue encontrado en uno de los hallazgos más significativos en el estado de Guanajuato, en Acámbaro, marcando el final de una búsqueda dolorosa.
María Elena Rodríguez suspira con la esperanza de que alguna de las antiguas enamoradas de Adán Zavala Rodríguez, quien desapareció el 25 de agosto de 2019, llegue algún día con la noticia de que es abuela. Sin embargo, cuando su hijo desapareció, lo único tangible que dejó fue su querida mascota, José MalaCopa.
En el hogar, preparar las quesadillas de flor de calabaza que solían deleitar a Adán es como un viaje nostálgico al pasado, una manera de traer un pedacito de su vida de vuelta al presente. Rememorar aquellos días en que la familia Zavala Rodríguez se aventuraba al campo para cortar las flores de calabaza que luego se convertirían en deliciosas quesadillas.
Las quesadillas de flor de calabaza guardan consigo una historia entrañable, marcada por los momentos de convivencia durante los fines de semana con los hermanos. Era un ritual: todos colaboraban para preparar el platillo y luego sentarse juntos a saborearlo.
Desde la mañana temprano, salían al campo con ilusión, compartiendo la emoción de los niños mientras corrían a recoger los manojos de flores de calabaza. Adán era el más entusiasta: hacía las bolitas y cortaba la mayor cantidad de flores, siempre ansioso por saborear más quesadillas.
La madre buscadora asegura que esos recuerdos la transportan a la infancia, evocan aquella hermosa convivencia con mis hijos. Cada bocado de estas quesadillas es como un abrazo de los tiempos pasados, una conexión con los momentos compartidos que atesora en lo más profundo de su ser.
“Adán, hoy vamos a comer quesadillas, tus favoritas, las de flor de calabaza, aunque no pudimos ir al cerro por ellas. Me levanté temprano, fui a comprarlas, las guisé a la mexicana como te gusta, con el sabor que le da el epazote. Te amo, en las quesadillas, en el mole, te amo y tú lo sabes”, narró María Elena para el Recetario para la Memoria.
Adán siguió el camino militar, a pesar de sus deberes como soldado raso, siempre encontraba tiempo para preocuparse por el bienestar de su familia. El 25 de agosto de 2019, Adán Zavala Rodríguez desapareció, con apenas 30 años de edad. Dieciséis largos meses de incertidumbre y angustia pasaron antes de que su cuerpo finalmente fuera encontrado.
En el Colectivo ¿Dónde están? Acámbaro, al que pertenece María Elena Rodríguez, hay 63 familias de las cuales 37 ya encontraron a su familiar. Actualmente una abuela busca a su nieto de 16 años.
Desde tempranito la familia de Lucio Uriel López Cruz, desaparecido el 30 de agosto de 2017, comenzó con la preparación del filete empanizado. Una receta aparentemente sencilla, pero con un grado de dificultad a la hora de elegir qué cocinar para honrar su memoria. Lucio, además de ser un muchacho alegre, y sociable, era bueno para la comida tal como lo recuerda su madre, Martha Cecilia Cruz Reyes, quien desde aquel fatídico día no había vuelto a preparar este plato.
El filete empanizado estuvo acompañado de una sopa de arroz, y una ensalada de manzana y verduras. Martha imaginó que al terminar de cocinar estaría ahí Lució como sucedió por 21 años, cuando él regresaba de vender sus tenis y la comida estaba servida.
“Cocinamos como si mi hijo fuera a llegar. Ese día mi esposo, muy temprano, fue a traer el pescado, mi hija me ayudó a hacer la ensalada tanto de verdura y de manzana. […] Fue muy doloroso porque yo sentía esa ilusión de que mi hijo iba a comer y vamos dando cuenta que no, que no llegó a comer, pero al recordarlo con un platillo que a él le gustaba lo sentí más presente”.
Martha dejó atrás sus sueños y proyectos, y se despojó del rol de mujer y madre para sus otros hijos. Se convirtió en una experta en la búsqueda de fosas clandestinas.
“Mi vida antes de la desaparición de mi hijo era completamente distinta. Éramos felices”, lamentó Martha. El próximo 27 de mayo marcará el cumpleaños de Lucio. Su madre y su familia lo esperarán con la mesa puesta y un filete empanizado.
Tras la desaparición de Lucio, fundó el Colectivo Madres Guerreras de León, compuesto por 100 familias en búsqueda. El colectivo documenta, hasta el momento de esta publicación, la desaparición de 13 mujeres y 87 hombres, incluyendo dos menores de edad y un adulto mayor. La mayoría de los desaparecidos tienen entre 18 y 35 años.
Para las mujeres y madres buscadoras que contribuyeron al Recetario para la Memoria, fue la primera vez que encendían los fogones desde que sus seres desaparecieron. Muchas de ellas se enfrentaron al desafío de preparar la receta favorita de su ser amado después de su partida. Cocinar representó un desafío abrumador que demandó una gran dosis de fortaleza.
El Recetario para la Memoria creó un santuario para cada familia, donde la mesa estaba dispuesta para recibirlos, donde por unos breves momentos las sillas volvían a ser ocupadas y las casas no parecían vacías. Era como volver a los días de sobremesa, cuando se compartían temas familiares y de actualidad.
Para Claurisa Moura, coautora y diseñadora del Recetario para la Memoria, la desaparición de un ser querido instaura un silencio pesado y tangible en cada rincón. Volver a cocinar les ofreció la oportunidad de sentarse alrededor de la mesa, de hablar y recordar cómo solían hacerlo, de recordar los gustos y preferencias culinarias del ausente.
“El recetario me brindó mucho más de lo que había imaginado. Fue un medio que nos conectó más con la vida que con la muerte. Nos proporcionó un espacio para reunirnos, para empezar a conversar, para compartir alimentos y recuerdos, para reflexionar y para pensar en acciones que pudiéramos emprender juntos”.
Las madres buscadoras, con el paso del tiempo, se han convertido en bisabuelas, lo que agregó una nueva dimensión a las cocinadas organizadas en honor a sus seres queridos desaparecidos.
Zahara, creadora de este proyecto, comparte que hubo una familia en particular donde se prepararon dos recetas y participaron alrededor de 15 personas, incluidos nietos y sobrinos. Estas reuniones no solo fueron oportunidades para cocinar juntos, sino también para fortalecer los lazos familiares y revivir momentos de convivencia.
Las recetas que se prepararon trascendieron generaciones, ya que representaban los gustos y preferencias del ser querido desaparecido. Algunas madres buscadoras, debido a su avanzada edad, se unieron con otras para que sus propias hijas pudieran participar en las cocinadas. Este acto no solo permitió que las tradiciones culinarias se transmitieran a las nuevas generaciones, sino que también fortaleció el apoyo mutuo entre las familias afectadas por la desaparición de un ser querido.
Zahara reflexiona sobre cómo las desapariciones afectan el tejido social, generando un quiebre en la comunidad. La pérdida de una persona no solo impacta a nivel individual, sino que también debilita la cohesión social y la sensación de seguridad de todos los habitantes. La violencia y la delincuencia socavan la paz y la integridad de quienes conviven en la comunidad, dejando cicatrices difíciles de sanar.
El Recetario para la Memoria me hizo reflexionar sobre el impacto que tendría nuestra ausencia en aquellos que nos rodean: ¿Qué plato representaría tu esencia en un recetario? ¿Cuál sería la imagen que usarían en tu cartel de búsqueda si tu nombre estuviera entre los desaparecidos?
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Las ganancias de estos dos libros son divididas con los colectivos participantes.