En el santoral católico, el 14 de febrero se celebra a los Valentines y a las Valentinas, a Antonino, a Eleucadio y a Zenón. También ese día Oscar Wilde en el año 1895 estrena “La importancia de llamarse Ernesto”; en 1950, ese mismo día, Stalin y Mao firman un pacto de amistad y, años después, en 2005, también ese día de febrero nace YouTube. Digamos pasa mucho.
Así el día de San Valentín y los festejos, gastadera y felicidad que ello conlleva. La festividad tiene origen en el catolicísimo en el siglo III en Roma, donde un sacerdote llamado Valentín opuesto a la orden del emperador Claudio II, quien prohibió la celebración de matrimonios entre jóvenes, pues los solteros eran mejores soldados, celebraba matrimonios en secreto y fue sentenciado a muerte por privilegiar el amor sobre la guerra.
El 14 de febrero los restaurantes a reventar, las flores con precios exorbitantes y la venta de vino y de chocolates a todo lo de da. Y si es vino, que sea mexicano ¿no? Los vinos de nuestras tierras pasan por uno de sus mejores momentos. No solo se producen fantásticos vinos en más de 10 estados productores a lo largo de todo el país, sino enólogos, profesionistas y entusiastas embotellan la tierra mexicana llena de calidad y de alegría. Una de cada tres botellas que se toman en México son de producción nacional y es el mexicano el vino más consumido por los mexicanos.
Porque nos gusta festejar y somos fiesteros, y porque nos hace bien celebrar las emociones, las relaciones humanas, honrar la amistad y amar con locura, cocineros amigos nos han compartido algunas recomendaciones de vinos mexicanos con los que ellos celebrarían el ciertamente cursi pero ya tatuado en el alma 14 de febrero.
Desde la ciudad de León, Guanajuato, el cocinerazo Juan Emilio Villaseñor del restaurante La Cocinoteca nos sugeriría, con motivo de San Valentín, hacernos de un Pies de Tierra, de Vinisterra. Este vino tinto de San Antonio de las Minas y de Santo Tomás, Baja California es de varietales Syrah y Tempranillo y es un vino con mucha concentración y mucho cuerpo, taninos maduros y notas que claramente nos cuentan de la barrica por la que pasó así como frutos rojos, cereza, zarzamora y vainilla.
Me platica Juan Emilio que se tomaría ese vinito (vinote en realidad) con unas enchiladas mineras con mole de nuez que tiene el restaurante y que es un platillo que hace homenaje a Jalpa de Cánovas, geografía productora de nuez en Guanajuato, ¿nada mal no?
Desde la bonita península de Yucatán, el chef José Luis Hinostroza del multipremiado y muy, muy rico restaurante Arca Tulum, hace homenaje a Querétaro esta vez con dos vinos que, además, quiero mucho. Para celebrar a los amores y a los amigos José Luis nos sugiere dos, Balero rosado y Balero espumoso.
Este rosadito de Ezequiel Montes, Querétaro, de color salmón brillante y limpio tiene una nariz super floral y es un vino seco con una refrescante acidez y un final de fresas, algo de sandía y cítricos (a mi me encanta). Y bueno, porque no podrían faltar las burbujas, Balero espumoso, elaborado con uvas Pinot Noir y Chardonnay y con el método champenoise, es un espumoso con una birbuja fina y bien integrada, notas cítricas y florales y alguito de pan horneado en nariz. Es decir, para enamorar al amigo, al amante, al pretendiente o disfrutar solitos acompañando ya sea un mole, unos buenos quesos mexicanos o abriendo ostiones viendo el horizonte.
Desde la Ciudad de México, el chef Edgar Núñez del restaurante Sud 777 (y enorme promotor de vino mexicano) nos sugiere nuevas opciones, en este caso, de Baja California, de la bodega de Phil y Eileen, Vena Cava, su Ambar Chardonnay, 2020.
Es un vino que se fermenta en contacto con pieles y semillas de la uva blanca, sin levaduras añadidas para iniciar la fermentación, ni sulfitos en ninguna etapa del proceso y se fermenta en ánforas de concreto, tanques y barricas abiertas. Me gusta con cocina oriental por ejemplo, un vino natural bien hecho.
Y para cerrar, otro grandísimo cocinero, el chef Guillermo González Beristáin quien junto con el chef Eduardo Morali comanda los fogones de Pangea, en la Ciudad de Monterrey, recomienda un tinto que es un clásico de clásicos: Mogor Badán de la bodega de Natalia Badán. Uno de los vinos más emblemáticos del Valle de Guadalupe es una mezcla bordalesa de Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc y Merlot. Un grandote. Un enorme.
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