La panadería mexicana ocupa un lugar especial en la cultura y la vida cotidiana de México por varias razones. Refleja la rica herencia gastronómica del país, fusionando las tradiciones indígenas prehispánicas con influencias europeas que llegaron con la conquista. Esta mezcla de ingredientes y técnicas culinarias ha dado lugar a una amplia variedad de panes y postres únicos.
Además, la panadería mexicana se ha convertido en un importante motor económico para el país. La panadería mexicana es también un elemento fundamental en las celebraciones y festividades del país. Por ello te presentó estas 4 historias de panecitos deliciosos con un pasado interesante, que probablemente no sabías.
Uno de los clásicos de la panadería mexicana, el Garibaldi, es un pan visualmente distinguible. Hecho por la panadería El Globo, este pan se ha posicionado como uno de los favoritos de los mexicanos. Fue Giovanni Laposse, un confitero italiano, quien crearía esta deliciosa obra de arte.
Laposse, italiano empedernido, traería consigo una serie de saberes e ingredientes de su tierra. Aunque Giovanni amaba a México, siempre tuvo presente las recetas de su país. De la cual nacería la base para hacer el famoso Garibaldi.
Preparó un panqué suave de vainilla que había aprendido a hacer en Italia, junto con su hermano idearon cuál sería la forma más adecuada de venderlo en México. La receta original no era muy dulce, tenía una gran presencia láctica y por ello, para adaptarlo al sabor y gusto mexicano, lo endulzó.
Decidieron cubrirlo de mermelada de chabacano, un sabor muy regional y del agrado de la población de aquella época. Para coronar este pequeño monumento se le ocurrió cubrirlo con grajeas o “chochitos” para llamar la atención de los posibles clientes. Nombrado así en honor a Giuseppe Garibaldi, un general italiano, muy admirado por Giovanni, que además tiene una estrecha y curiosa relación con México.
Un pan hojaldrado cuya creación se debe al afrancesamiento del país. Para inicios del siglo XX, el presidente Porfirio Díaz poseía una gran admiración política y cultural por Europa, principalmente por Francia. Por lo que Díaz, traería a una gran cantidad de panaderos franceses a trabajar a territorio mexicano.
La masa hojaldrada sería una de los productos que más causarían impacto. Este tipo de masas era considerado como un producto exclusivo y de lujo, pero con el tiempo se popularizó gracias a que varias panaderías mexicanas replicaron algunas de sus técnicas europeas.
Una de las recetas más comunes que hacían estos panaderos franceses era la orielle d’éléphant (oreja de elefante). Nombrada así por su similitud con la planta del mismo nombre. La tradicional pieza francesa, no era preparada con azúcar, eso fue algo que se implementó en México para ser de mayor agrado para la población.
Probablemente la pieza de pan dulce más famosa de todo el país. Cada región de México tendrá su propia versión y la original, de vainilla o chocolate. Su forma y nombre se lo debe a las clásicas conchas de mar.
La historia y concepto de este pan se remonta a tiempos pre coloniales, cuando los españoles intentaron suplantar el maíz con productos hechos a base de trigo, algo que fue un total fracaso.
Posteriormente se crearon, gracias a la migración de franceses, nuevas técnicas para aprovechar el trigo. El brioche francés se convertiría en uno de los que más les llamó la atención a los mexicanos. Se crearían los primeros prototipos de conchas, pero no como la conocemos hoy en día.
La concha es una de las cientos de readaptaciones del pan brioche traído por los panaderos franceses. Aunque fueron migrantes chinos quienes tomarían parte de esta tradición panadera, con sus famosos “cafés de chinos”. Los primeros establecimientos de los que se tienen registro en donde se pudieron ver estos deliciosos panecillos.
Panecillo salado y que se ha vuelto parte de la identidad cultural mexicana. El bisquet proviene de la palabra biscuit o bizcocho. Para la historia de esta deliciosura, tendremos que remontarnos a finales del siglo XIX. A México había llegado a trabajar una gran cantidad de chinos migrantes, especialmente a los campos henequeneros de la península de Yucatán.
Con los años la industria henequenera pereció y muchos emigraron a otras ciudades en el norte. Torreón fue una de las más ocupadas, en esta zona se asentaron y elaborarían pan conocido “de chinos”. Entre estos panes está el biscuit, que posteriormente sería llevado y popularizado en Ciudad de México en los “cafés de chinos”.
Su nombre se debe a la etimología en latín, biscuit, que significa doblemente cocido. Para su preparación, los bisquets tradicionalmente deben tener dos cocciones, una para la masa interna y otra para la masa externa. Uno de los locales más emblemáticos son los Bisquets de Obregón, cuya tradición como café de chinos lleva más de 75 años.
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