El café árabe es más que una receta. Es una expresión cultural de los países árabes y símbolo de hospitalidad histórico, arraigado en Medio Oriente desde hace más de 2 mil años. De hecho, desde 2015, el ritual de preparar, servir y beber café árabe está protegido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Para entender por qué es considerado tan valioso, aquí tienes algunos datitos curiosos sobre él.
El café árabe es hervido y no se filtra. Es negro y denso. Los granos se tuestan ligeramente en una especie de sartén y luego se muelen en un mortero de cobre.
Se aromatiza con cardamomo y se toma sin azúcar (aunque algunas personas sí la añaden a la hora de prepararlo). Es fuerte, potente y amargo. En algunas regiones, como en Catar, también se infusiona con comino, clavo y/o azafrán –este adquiere un color amarillo brillante que lo aleja de la imagen típica del café occidental.
Para compensar el sabor amargo, por lo general se acompaña con un bocadito dulce, como dátiles, frutas secas, frutas confitadas o nueces.
Hay varias teorías sobre el origen del café y ninguna certeza sobre dónde se consumió la primera taza, pero Etiopía y Yemen reclaman ser el primer hogar del café. Lo que sí sabemos es que ocurrió hace más de dos mil años y que la Unesco ha atribuido los orígenes del café a los Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita, Omán, Yemen y Qatar.
La historia de Yemen sobre el descubrimiento del café cuenta que un pastor llamado Omar se extravió durante sus andanzas, encontró un árbol de café en el camino y comió su fruto, lo que le dio la energía necesaria para volver a casa. El fruto le pareció una maraviilla, así que pronto compartió el conocimiento y los residentes de Moca lo adoptaron como bebida oficial.
Qwaha es la palabra árabe que significa algo así como estimulante y, como las personas musulmanas tienen prohibido el consumo de bebidas alcohólicas, el café era lo más cercano a una bebida estimulante.
Desde sus inicios el café tomó un carácter ritual y espiritual, pues comenzó a ser vital durante las sesiones nocturnas de oración, pues mantenía despiertas y enfocadas a quienes rezaban.
En 1511 el gobernador de Meca impulsó una ley de prohibición del café, argumentando que alteraba los sentidos de quien lo bebía. La ley fue revocada meses después, pero hubo muchos intentos más en diferentes regiones árabes durante las siguientes décadas, según cuenta Tristan Stephenson en su libro The Curious Barista’s Guide To Coffee.
No sólo el café árabe está protegido como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad sino también el majlis y el gahwa, dos elementos importantes en el ritual completo del café.
El majlis –que significa “lugar para sentarse”–, es un sitio comunitario de reunión para charlar, discutir y socializar. Está alfombrado y lleno de cojines para sentarse. Es abierto al público, aunque hay distintos majlis: algunos son más de tono social y otros de carácter político y cultural; además de que hay majlis para hombres y para mujeres. Los majlis son importantísimos para la transmisión del patrimonio cultural oral: cuentos, canciones populares, poemas nabateos, etc.
El café no falta en los majlis, pero se hace y se sirve ceremoniosamente: la cabeza de la familia lo prepara, lo sirven las personas más jóvenes (siempre con la mano izquierda) y se le da prioridad a la persona más importante presente –por lo general la de mayor edad–.
El café es la forma más común de expresar cariño, respeto y el gusto por recibir a alguien en casa.
Se prepara en un recipiente especial llamado dallah, pero se vierte en una jarra térmica muy bonita para después servirlo. Las tacitas que se usan para tomarlo son pequeñas, no tienen asa, se llaman finjān y no se llenan, se sirven a ¾ de su capacidad.
El café se bebe siempre con la mano derecha. La costumbre indica que cada persona puede beber hasta tres tazas; más se puede considerar como de mal gusto o de mala educación.
La receta típica es muy sencilla, sólo debes asegurarte de que los granos de café no estén muy tostados y que el molido sea fino.